lunes, 2 de abril de 2018

UNA MÁS PARA LA CUADRA DE LEFEVERE

El ciclismo es un deporte de tradiciones, que vive de la repetición, muchas veces inflada o falseada, de sus propios mitos. Las victorias del equipo de Lefevere en la Ronde van Vlaanderen se están convirtiendo en una nueva tradición más, a fuerza de repetirse. Pero podría decirse que el dominio de su equipo, el Quick Step, es más abrumador ahora que en la época de Boonen y Devolder. Cualquiera de los suyos puede ganar, cualquiera de los suyos puede lanzar el ataque ganador a muchos kilómetros de meta, porque los de la cuadra de Lefevere no desfallecen, no miran atrás, sólo pedalean. Los caballos que recalan en la cuadra resucitan, rejuvenecen (Gilbert) y los que la abandonan se convierten en patéticas sombras de lo que fueron (Tony Martin). El símil animal no es baladí en un ciclismo como el belga y en un equipo como el de Lefevere, el continuador de Lomme Driessens en las peores prácticas. Este ciclismo de cripta está acostumbrado a las competiciones entre ciclistas y caballos (Maertens con la muñeca enyesada compitiendo contra un caballo de carreras), la cercanía de los perros (el de Vandenbroucke) o de los veterinarios (Landuyt).



Esta vez ha sido Terpstra el caballo ganador. Un ciclista superdotado, sin duda, con la facilidad para rodar de los grandes clasicómanos: la espalda en paralelo con la línea del horizonte, los codos en ángulo recto, las piernas delgadas y largas moviendo el plato de forma hipnótica y sin apenas gesticulación. Debería rescatar un viejo tweet mío en el que, a lo Marinetti, decía que ver a Terpstra rodar es más bello que la victoria de Samotracia. Pero no deja de ser un viejo tweet, anterior al momento en el que el corredor holandés desveló su naturaleza de pendenciero, chulo y arrogante. Antes de mostrar también que su eficiencia de rodador no parecía acorde con su visión táctica de las carreras. Aspecto éste último del que se libró ayer.



Pero si antes decía que el ciclismo es un deporte de tradiciones, también lo es de mitos destrozados. El de la Ronde van Vlaanderen es sin duda uno de ellos, el más claro y evidente. El nuevo recorrido tiene el defecto grave de basarse en un circuito, salvo para los habituales apologetas que dirán lo contrario. La "feria", como llama al circuito acertadamente @javigoros61 en twitter. Este circuito elimina una parte sustancial de lo que es una clásica, que es unir una ciudad con otra, un punto alejado del mapa con otro. Confiere cierta monotonía a la carrera. A ello se le suma la acumulación de dureza en la parte final, lo que contribuye, como bien se sabe cada año con la Lieja, a la espera, a postergar los momentos decisivos, con algún año excepcional como la edición de 2017. Por otro lado, el llano desde el Paterberg hasta Oudenaarde es demasiado recto, por carretera ancha, muy diferente al falso llano, de carretera sinuosa y estrecha que separaba el Bosberg de Meerbeke y que deparaba algún ataque o movimiento táctico (Tafi en 2001, Boonen en 2005, etc.). Las cosas llegan resueltas la mayor parte de las veces a este llano, después del rampón imposible del Paterberg. Por no hablar de la recta de meta, de más de un kilómetro, sin público, más propia de un circuito automovilístico que de una prueba ciclista, como señaló desde el primer día @ciclismo2005.

La carrera empezó en Amberes con un tiempo malo, de lluvia leve y viento: tiempo del norte, no tan habitual en las últimas ediciones de la Ronde, caracterizadas por el ambiente primaveral. Después de mucho pelear en las largas llanuras hasta Zotegem, entre campos, granjas y pequeños bosques todavía sin hojas, acompañados por el cielo plomizo de los cuadros de Ruysdael, se formó definitivamente la escapada del día, con Eenkhoorn, Peyskens, Ganna, Aimé De Gendt, Turgis, Ligthart, Haller, Gibbons, Goolaerts, Gerts y García Cortina. El asturiano estuvo en cabeza durante kilómetros, luchando por meterse en la fuga, pasando en cabeza el Muur Kapelmuur a lo campeón, mostrando que su interés y su valía para este tipo de carreras es auténtico. No tengo la menor duda de que si en vez de protagonizar la fuga inicial hubiese sido el cabeza de filas en su equipo, su resultado hubiese sido mucho mejor. Por detrás, una caída poco antes de Geraardsbergen, provocada por Tony Martin, dejaba descolgado a Naesen. El Muur se subió con intensidad, pero lejos estuvo del papel decisivo de la edición de 2017. Algo lógico, a 94 km de meta. 

Tras pasar Geraardsbergen, Devriendt y Weening, y posteriormente Mads Pedersen y van Emden, se lanzaban al ataque, alcanzando al grupo de escapados, en el que cada vez figuraban menos corredores. En ese momento comenzó el carrerón del campeón danés, un corredor de 22 años del que se presume un futuro fantástico en las clásicas del norte. En el Kanarienberg quedaron por delante Devriendt y García Cortina, a los que daría alcance poco después Pedersen, con su particular estilo agónico. En el segundo paso por el Oude Kwaremont, enlanzado esta vez con Paterberg, se destacaban del grupo de favoritos Langeveld y van Baarle. Llegaban así los momentos decisivos de la carrera. 



El Koppenberg sería el final del sueño de García Cortina y el momento de auténtica selección de la carrera. Las cámaras de la televisión flamenca ofrecieron el inquietante plano desde la perspectiva del grupo, en el que se aprecia cómo el camino adoquinado del Koppenberg comienza a ascender, casi en ángulo recto, hacia el cielo, como si se tratase de uno de los sueños de la nefasta Origen en los que una calle se pliega sobre sí misma. Ya al final de la agónica subida se formó el habitual tapón, como hacía mucho tiempo que no se veía, provocado por una pendiente demencial, unos adoquines bastos, la ausencia de vías de escapatoria y lo abultado del grupo a esas alturas de carrera. Ninguno de los favoritos quedó sin embargo fuera de juego. Van Baarle, Langeveld y Mads Pedersen salieron todavía con segundos de ventaja que les permitían soñar remotamente con la victoria, dado el marcaje imperante en el grupo de favoritos. Quedaban todavía más de 40 km. a meta. 

Llegó entonces el encadenado de colinas, la traca final de los organizadores de Flanders Classics. En el Taaienberg, Van Avermaet  daría muestras de debilidad (qué lejos está del intratable corredor de la primavera pasada), mientras que Demare y Kristoff pasarían con bastante suficiencia los berg, aunque sin gregarios. Van Aert seguía delante, con gran facilidad, Sagan perdía a Oss, su último gregario, mientras que los Quick Step disponían de superioridad, con Stybar, Terpstra, Gilbert y Lampaert. Tras una escaramuza poco después de coronar el Kruisberg, lanzada por Stybar y secundada por Kwiatkowski, Sagan y Nibali, se produjo el consabido parón. Momento que fue aprovechado con astucia por el propio Nibali para lanzar su ataque. De nuevo lo squallo demostraba su particular habilidad para leer las carreras. Sin embargo, esta vez no le acompañaron las piernas. Tras él salió Terpstra y por detrás Sagan (quién si no) se limitó a culebrear, abrirse y esperar que otro cerrase el hueco, a la manera de Quintana en el Peyresourde. Moscon lo intentó, sin fortuna; en el falso llano subsiguiente, Terpstra siguió forzando la marcha e hizo con Nibali lo que éste hizo con Neilands en el Poggio. 



A partir de ese momento, tan sólo quedaba descubrir cuánto tiempo tardaría Terpstra en dar alcance al terceto delantero. Por un momento pareció que iban a defenderse bien, que Terpstra podía desfallecer; pero no, el magnífico rodador holandés sólo estaba tomando un poco de aliento, antes del encadenado final (¡una vez más!) de Oude Kwaremont - Paterberg. Langeveld y van Baarle se vinieron abajo; sin embargo, Mads Pedersen luchó, con la cara enrojecida, la boca abierta, casi en apnea, por mantenerse a rueda de Terpstra. Por detrás, el único movimiento serio tuvo lugar en el Paterberg, con Sagan atacando a destiempo, asumiendo el rol de Vanmarcke. 

En el llano hacia Oudenaarde, Terpstra no se pudo relajar, pues Pedersen seguía luchando por darle alcance. Por detrás, Sagan sería alcanzado por el grupo formado por Stybar, Gilbert, Van Avermaet, van Baarle, Vanmarcke, Van Aert, Naesen, Benoot, Valgren Andersen y Stuyven. Las figuras belgas, acostumbradas al marcaje mutuo, sólo podían encontrar un elemento común de colaboración en la caza a Sagan. De esta manera, Terpstra consesguía su segundo monumento, en este caso sin la magnanimidad de Boonen, Mads Pedersen entraba todavía segundo y la tercera plaza se dilucidó entre Gilbert y Valgren Andersen. 



No ha dejado de ser la de este año una edición menor de la Ronde van Vlaanderen, dominada por la superioridad de un solo equipo y por los marcajes entre el resto de figuras. Mención aparte merece la extraña forma de correr de Sagan, cada vez más predecible; está claro que prefiere no ganar a que otros se beneficien de su esfuerzo, pero en el recuento final Terpstra ya tiene más monumentos que él. Sin duda lo más esperanzador fue la actuación de los jóvenes: el excepcional Mads Pedersen, Wout Van Aert, por completo adaptado a la distancia, y en menor medida Iván García Cortina. 

2 comentarios:

  1. No conocia este blog. LLego a el a traves de la mencion de ciclismo2005 en twitter. Me encantan muchas cosas entre las que destaco las menciones, el respetar los nombres originales de las pruebas y el analisis de lo acontecido en carrera. A mi lo que mas me alegro fue ver que Pedersen llegara segundo, no porque me guste o le conociera, sino porque hay que ser muy fuerte mentalemente para no desfallecer cuando te adelanta Terpstra y te sigue Gilbert y demas. Bravo por el y por tu blog.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por tus palabras. Espero que disfrutes de aquí en adelante con el contenido del blog.

      Eliminar