martes, 15 de agosto de 2023

GLASGOW SUPERA LAS EXPECTATIVAS Y SE CONVIERTE EN UN MUNDIAL MEMORABLE

Pasado ya un tiempo de reflexión, ha llegado el momento de admitir que el mundial de Glasgow fue todo un éxito, tanto por su ubicación en el calendario como por el diseño del circuito. Yo era bastante escéptico en un inicio, sobre todo dados los precedentes de otros años, pero no me cuesta admitir que me había equivocado. En las calles de Glasgow se vivió un mundial de gran intensidad, el mejor de los últimos años. El trazado del circuito urbano no fue tan peligroso como se temía y sí mucho más duro y selectivo de lo esperado. Las constantes curvas impidieron cualquier labor de caza y aumentaron los látigos, al mismo tiempo que los continuos repechos, aun siendo breves, acabaron convirtiendo el mundial en una carrera de eliminación, como sucede en los mejores mundiales. Los corredores más fuertes estuvieron en todo momento delante, en una carrera prácticamente en fila india, como una gran ciclocross.

Mi meditación sobre el mundial ha sido más larga: de una semana y dos días.

 

Bien mirado, en su tramo urbano la carrera no se diferenció mucho del ciclocross disputado en Benidorm, adaptándose a la perfección a las características de van der Poel y van Aert. También tuvo algo de kermesse, pero en el buen sentido: por momentos recordaba a una prueba de eliminación, pues al paso de cada vuelta, incluso en cada curva, alguien se quedaba descolgado. Lo que sí quedó claro desde un principio es que el circuito había sido interpretado de forma errónea como un circuito para sprinters. Algunos de ellos se dieron cuenta a tiempo en los días previos, dándose de baja, como sucedió con Caleb Ewan, que permitió la sorprendente actuación de Dinham. Los pocos velocistas que se presentaron en la salida quedaron eliminados en las primeras vueltas del circuito, como sucedió con Philipsen y Kooij.  

La carrera tomó la salida en Edimburgo, junto al Parlamento escocés, para tomar la Royal Mile en sentido ascendente hacia el castillo. En su trazado adoquinado, corrido de forma neutralizada, ya se fue al suelo João Almeida. Una vez salidos de la ciudad, tomando el fiordo de Forth, se formó una fuga de 9 corredores: Owain Doull (Reino Unido), Matthew Dinham (Australia), Patrick Gamper (Austria), Kevin Vermaerke (Estados Unidos), Rory Townsend (Irlanda), Ryan Christensen (Nueva Zelanda), Harold Tejada (Colombia), Krists Neilands (Letonia) y Petr Kelemen (República Checa). Esta fuga inicial haría mucho camino, consiguiendo algunos de ellos entrar entre los 25 primeros clasificados (el que más aguantó fue un extraordinario Matthew Dinham, séptimo clasificado). El mundial iba a beneficiar a los que corrían por delante.

Alguno de los ingenios que se vieron en carrera.

Pasado Falkirk, la carrera fue adentrándose en una zona de montículos. En uno de ellos, esperaban  agazapados los activistas climáticos de This is rigged, que mantuvieron cortada la carrera durante más de tres cuartos de hora. Los fugados contaban entonces con una diferencia de aproximadamente siete minutos con el pelotón. Un parón de este género no es una situación tan inusual en estos tiempos, de manera que se lo tomaron con más calma y paciencia los ciclistas que las redes. Algunos de ellos, entre los que se encontraba el futuro ganador, incluso aprovecharon la pausa para hacer aguas mayores, lo que quizá les permitió afrontar el circuito final más ligeros y liberados de futuras preocupaciones. También cabe preguntarse qué hace que un favorito necesite parar a cagar tan pronto en carrera, pero eso ya es harina de otro costal. El parón permitió que se reanudase la carrera de forma más brusca, con más ansia, acortando la distancia real del mundial y haciéndolo de esta manera más explosivo. 

Mientras algunos protestaban, otros paraban a mear (y a cagar)

 

Lappartient discutiendo con Philipsen, Denz, Powless y Bennett durante el parón.

 

En la ascensión a Crow Road más de 50 corredores perdieron contacto con el pelotón. En la bajada hacia Glasgow, ya en zona periurbana, Fernando Gaviria se cayó en una curva, teniendo que abandonar. Al entrar en el circuito, el grupo de fugados todavía contaba con más de 3 minutos y medio de ventaja. En las primeras vueltas se vio que aquello iba a ser una carnicería: el circuito impedía todo tipo de trabajo de equipo continuado y beneficiaba a aquellos ciclistas dispuestos a asumir el desgaste de correr todo el rato en cabeza. Se sucedían las cuestas: la primera de St.Vincent Street, más ancha; la subida más tendida y con curvas al Kelvingrove Park; la empinada y estrecha de Scott Street, que partía de la Glasgow School of Art de Mackintosh (incendiada por partida doble); y la última, poco antes del último kilómetro, en Montrose Street, flanqueada por edificios de la universidad (alguno de ellos en proceso de demolición).   

En la prueba masculina se evitó ofrecer esta imagen tan triste del estado actual del gran edificio de Mackintosh.

 

El primero de los grandes favoritos en quedar descartado fue Christophe Laporte. Un pinchazo resultó ser fatídico en un circuito de estas características. Julian Alaphilippe se descolgó para ayudarle a volver a contactar, con el resultado final de que ambos tuvieron que abandonar pasadas unas vueltas, incapaces de dar alcance a un pelotón que, cual ciempiés por el trazado revirado de Glasgow, iba perdiendo patas por el camino. A la cabeza de esa fila en todo momento se veía a los mismos corredores: Wout van Aert, Tadej Pogačar y Mads Pedersen. También Mathieu van der Poel, algo más agazapado en segunda línea, pero dando zarpazos puntuales para diezmar el grupo. Wout van Aert contaba con Tiesj Benoot y Jasper Stuyven, siempre en los lugares de cabeza, Mads Pedersen con Skjelmose Jensen, muy activo (ventolinazo incluido) y van der Poel tenía a van Baarle, casi siempre en cola. Pogačar iba solo, contra todos, como siempre le pasa. Entre los corredores que quedaban rezagados en estas primeras vueltas se vio a Jasper Philipsen, Olav Kooij, Fred Wright y Kasper Asgreen, dados como outsiders o favoritos antes de la salida. Incluso Remco Evenepoel tuvo que hacer denodados esfuerzos para mantenerse a cola del grupo. Alguien podría pensar que los esfuerzos de van Aert por delante no respondían a otra cosa que a dejar claro ya desde las primeras vueltas quién era el auténtico líder de la selección belga. 

En la cuarta vuelta, Matteo Trentin se fue al suelo al chocar con una pata de una valla en la entrada de Montrose Street. Su caída perjudicó también a Ion Izagirre y Bryan Coquard, los mejores colocados de las selecciones española y francesa respectivamente. Hasta el momento, tanto Trentin como Bettiol habían rodado bastante bien posicionados para Italia, y Trentin se apuntaba como su posible mejor baza a pesar de su veteranía, dado su protagonismo en el campeonato europeo de Glasgow de 2018. En la quinta vuelta, el grupo seleccionado de favoritos dio alcance a los fugados, quedando tan solo Vermaerke en cabeza. Una aceleración de Mathieu van der Poel dejó el grupo reducido a cinco corredores: Wout van Aert, Mads Pedersen, Tadej Pogačar, Alberto Bettiol y el propio van der Poel, los corredores que a fin de cuentas acabarían demostrándose como los más fuertes de la carrera, a los que se unió más tarde un sorprendente Matthew Dinham, ya cazado. Este grupo acabó dando alcance a Vermaerke, formándose delante un grupo de siete corredores que rodaba con unos segundos de ventaja sobre un pelotón muy reducido. Faltaban más de 70 kilómetros para meta. El empeño de la selección francesa, tan solo con Benoît Cosnefroy y Valentin Madouas, logró reducir la ligera ventaja, sacrificándose Cosnefroy para unas reducidas posibilidades de triunfo.

La primera selección de los más fuertes (con un sorprendente Dinham).


Después de haber pasado varias vueltas a cola del grupo, en ocasiones incluso cortado, Remco Evenepoel realizó una serie de ataques, con la intención de marcharse por delante. No le dejaron, como es lógico. Mads Pedersen y Tadej Pogačar no le dejaron ni un metro de distancia, desconfiando del potencial del belga después de aquel despiste monumental de Wollongong, que no iba a repetirse esta vez. Hubiera podido parecer que Evenepoel había estado guardando fuerzas hasta el momento, pero en realidad se trató de una labor para endurecer la marcha y desgastar a los rivales de van Aert. Poco después desapareció de cabeza, desentendiéndose de la carrera, pensando ya en la contrarreloj. 

No fue su Wollongong. Pero sí preparó su Stirling.

 

Comenzó la lluvia. Era una lluvia desigual, que no afectaba a todas las partes del circuito. A falta de 55 kilómetros, Alberto Bettiol atacó aprovechando el repecho del avituallamiento. Corredor lagunar como pocos, hasta el momento había mostrado que tenía un gran día. Su ataque suicida sirvió para aumentar la dureza y grandeza de la prueba. En el grupo perseguidor, Jhonatan Narváez sufrió una aparatosa caída en la curva descendente de entrada al último kilómetro. La caída propició un corte delantero, que se hubiese producido igualmente por fuerza: delante quedaron los cuatro corredores más fuertes de la prueba, Mathieu van der Poel, Wout van Aert, Tadej Pogačar y Mads Pedersen. Por detrás quedaban ya sin posibilidad de contactar Powless, Schmid, Küng, Stuyven, Benoot, Evenepoel, van Baarle, Dinham, Skujins y Neilands. Quedaban 40 kilómetros para meta. 

Bettiol ataca, comienza la lluvia.

 

Con Bettiol a tiro y el cuarteto de grandes favoritos detrás, a unos segundos apenas, la cuestión radicaba en saber cuánto tardarían en darle alcance y cómo. A falta de vuelta y media, a 23 kilómetros para meta, Mathieu van der Poel lanzó su ataque definitivo en St.Vincent Street, dando alcance a Bettiol y dejando atrás a sus otros tres compañeros de grupo. Fue un ataque tan descomunal como el del Poggio, un ataque ganador, pero también, como ha demostrado últimamente, fue un ataque inteligente, sabiendo aprovechar el momento justo y la flaqueza de sus rivales (en concreto de Pogačar, al que ya se le había visto flojear en las últimas ascensiones). Pero como siempre señalo, unas piernas formidables ayudan siempre a pensar mejor. 

El momento crucial de la carrera.


A partir de ese momento fue imposible darle alcance. El circuito se ajustaba a su estilo de rodar como un traje a medida y solo una caída, provocada por tomar con demasiada ansia una curva en mojado, pudo dar al traste con sus esperanzas de triunfo. Pero van der Poel gozaba de tanta ventaja que el incidente quedó tan solo en un mal trago, como la rueda pinchada de Olano. Por detrás, van Aert, Pedersen y Pogačar desconocían la caída y tampoco forzaron más el ritmo: iban ya en la reserva y pensando en las medallas. 

 

Contratiempo menor.

No hubo más historia en la vuelta final que ver rodar a van der Poel bajo la lluvia. Con su manaza se arrancó la boa que colgaba de la zapatilla, con un gesto propio de una película ochentera de acción cuando el musculoso protagonista se arranca en vivo una flecha clavada en el pecho. Van der Poel tenía ese estilo-cyborg que saca en el ciclocross, rodando como una máquina que sabe adaptarse con elasticidad a las curvas del circuito. Van Aert se desmarcó una vez más para hacer segundo (como en Imola, como en Tokyo, siempre segundo cuando se disputa el mundial/olimpiada después del Tour). Un nuevo puesto de honor para él, en un año falto de grandes triunfos. Pedersen y Pogačar se disputaron la medalla de bronce, con un sprint demasiado lejano del danés y una remontada magistral de Pogačar, que sacó fuerzas de la recámara para un sprint tan agónico que le pasó factura una vez pasada la meta. Llegó completamente desfondado, con problemas incluso para mantenerse en pie en el podio: pero con la medalla, después de otro sprint magistral.

1º van der Poel, 2º van Aert, 3º Pogacar, 4º Pedersen.


En definitiva, fue un mundial durísimo: el noveno con mayor porcentaje de abandonos (solo un poco por detrás de Harrogate entre los más recientes) y el quinto más rápido de la historia (el segundo más rápido de los no resueltos al sprint, por detrás de Lovaina). Delante entraron los ciclistas esperados, un cuarteto que figuraba en todas las predicciones. Van der Poel supo guardar y correr con inteligencia, despistando un poco al personal con su Tour un tanto anónimo y descafeinado (salvo dos o tres lanzamientos y algún ataque para la galería). Van Aert de nuevo consiguió una segunda plaza en una carrera importante post-Tour, pero al igual que en Imola o en Tokyo siempre hay alguien que se le acaba escapando. En cuanto a Pogačar, qué decir que no se haya dicho ya. De nuevo ofreció un derroche de fuerza y de tesón, sobre todo después del desgaste del pasado Tour. En su evolución como ciclista total, es ya casi tan buen corredor de pruebas de un día como de grandes vueltas (yo diría que incluso mejor en lo primero). Le sobraron dos vueltas, pero siempre es un lujo verlo correr. Y en cuanto a Pedersen, cumplió con las expectativas y se llevó una agridulce cuarta posición, que de alguna forma confirma (por si no lo hubiera hecho ya) que su sorprendente triunfo en Harrogate no fue algo casual ni inesperado. En fin, quizá algún día este cuarteto (van der Poel, van Aert, Pogačar y Pedersen) sea recordado como aquel del mundial de Barcelona (con Gimondi, Maertens, Ocaña y Merckx).


Pero en esta ocasión, el mejor no hizo cuarto, sino tercero. Aunque le sobrasen dos vueltas.

3 comentarios:

  1. La verdad es que tuvo de todo el Mundial, no fue solo ganado por fuerza bruta, que también, porque hubo un tramo al entrar al circuito que todo fueron ataques, de todos, de todo tipo, y que parecía que se iba a romper en cualquier momento. Y menos mal que no llovió, porque siempre aporta dureza la lluvia, pero en ese circuito las caídas hubieran sido numerosas, creo yo.

    Al final los más fuertes con diferencia son los que quedaron, solo se echó de menos alguna persecución entre ellos, porque cuando se fue Van de Poel ya no hubo incertidumbre, ni siquiera con la caída, como bien dices. y Bélgica, que por momentos tenía una gran ventaja numérica, no pudo ni aprovecharlo. Parece que hay mucha diferencia entre los 4-5 dominadores, ya sea en grandes vueltas como en pruebas de un día.

    Increíble el sprint que se sacó Pogacar ante un Pedersen que tiene un fondo enorme. Supongo que midió mal el danés, pero me encanta ese sprint de Pogacar, a la altura de los grandes históricos del ciclismo.

    Gracias por la crónica y a esperar a ver qué pasa en la Vuelta, que tiene una participación como yo no recuerdo (si es que la ha habido mejor). Saludos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jaime, gracias por comentar, como siempre.
      De tu comentario me quedo con la idea de la diferencia enorme entre los 4-5 mejores y el resto. Parece que Pedersen se ha unido a ese grupo, y también Lidl-Trek. De hecho, ya llevan ganadas dos pruebas WT, más que Ineos, que todavía sigue con la Strade Bianche solitaria de Pidcock.
      En cuanto al desarrollo del mundial, se me pasó incluir en la crónica la labor de desgaste de la selección danesa en las primeras vueltas en el circuito. En la mayor parte de las declaraciones sobre la prueba, casi todos los ciclistas incidían en el ritmo demencial con que se entró al circuito y cómo la carrera saltó por los aires. Después del ataque de van der Poel ya no hubo carrera: escogió el momento oportuno y lo hizo con una fuerza a la que nadie pudo responder. En fin, fue muy superior a la competencia en ese momento preciso.
      En cuanto a la Vuelta, me encuentro un poco dividido: por un lado, me gustaría un triunfo de Roglic (o incluso de Vingegaard), pero por otro, no quiero que un mismo equipo gane todas las grandes vueltas del año.
      Saludos y a ver si hay alguna sorpresa que rompa este dominio de los súper-equipos.

      Eliminar
  2. Me encanta Pedersen, por su actitud y aptitudes. Ojalá puede competir de tú a tú con el resto, porque tiene inteligencia y capacidad para probar cosas diferentes (como en Flandes, que estuvo a punto de que le saliera bien). Y llevas razón en lo de Lidl-Trek, desde hace unos meses han dado un paso adelante, coincidiendo, como siempre, con el bajón de otros.

    Sobre la Vuelta, yo quisiera que ganara Roglic, porque con diferencia es de los que mejor me cae y más honra al ciclismo, pero a poco que Vingegaard esté cerca de su tope, debería ser el favorito con diferencia, lo que hizo este Tour fue brutal. Y bueno, ya por fobias personales, si puede ser, que no gane Evenepoel. También Almeida me gusta como corredor pero dependerá de lo fuerte que esté Ayuso, supongo (pasó lo mismo el año pasado).

    Y como dices, de todas maneras siempre a favor de que los super equipos no se lleven todo!

    Saludos!

    ResponderEliminar