domingo, 11 de septiembre de 2022

UN NUEVO MESÍAS PARA UNA EDICIÓN DESLUCIDA (Y UNA CRÓNICA APRESURADA DESDE CANADÁ)

Cuarenta y cuatro años después de Johan De Muynck, el ciclismo belga vuelve a conseguir una gran vuelta. Ha tenido que ser con el niño predestinado, que ha hecho esta vez más de Maertens que de Merckx. Y es que la Vuelta ha tenido un desarrollo un tanto monócromo y deslucido, al quedar decidida y sentenciada desde la primera semana, desde unas montañas asturianas que esta vez han sido más determinantes que nunca. A la manera del segundo Tour de Pogačar, Evenepoel sentenció la carrera con dos mazazos casi consecutivos, en Pico Jano y les Praeres, dando los últimos pespuntes a su maillot rojo en la crono de Alicante. Al igual que Pogačar en 2021, también Remco ha contado con la retirada del único rival que le podía incomodar, un Primož Roglič que tendrá que aprender a caerse menos en vista de futuros objetivos. Al carácter anodino ha contribuido el goteo continuo de abandonos, con los de Sivakov y Simon Yates como los más destacados.

La Virgen dolorosa, obra de Alonso Cano.

Después de la crono de Alicante, las etapas andaluzas se encargaron de disipar todas las esperanzas puestas en un cambio de poder. Tuvieron más trascendencia las caídas que los ataques. En primer lugar se fue al suelo Alaphilippe camino del cabo de Gata. Se fue al suelo solo, en una curva, despertando instintos maternales entre el público. Con el hombro luxado se tuvo que retirar, poniendo en duda su participación (o al menos su rendimiento) de cara al mundial. En la etapa con final en Peñas Blancas le tocó a Evenepoel, en una caída casi idéntica a la del campeón del mundo (una curva, él solo), aunque las consecuencias se limitaron a contusiones en el muslo y alguna magulladura en la mano, cosa que mermó un tanto su rendimiento en la etapa con final en la Pandera, el único momento de auténtica debilidad del belga. Aunque la caída más decisiva, por  extraña, inesperada y frustrante, fue la de Primož Roglič en la meta de Tomares. 

El descendimiento de Jay Vine de la cruz, obra de Pedro Berruguete.

 

Pero vayamos antes por partes. En la Pandera se demostró que Roglič era el único ciclista decidido a plantear alternativas al dominio de Evenepoel. Con el belga resentido todavía del golpe de dos días antes, Roglič lanzó un ataque a falta de cuatro kilómetros, que fue secundado por Mas y por López. Evenepoel no pudo reaccionar y fue apagándose poco a poco. Parecía que le iba a caer una buena, parecida a la de Pogačar en el Granon, pero supo gestionar sus menguantes fuerzas. Además, contó con la ayuda de Juan Ayuso, que pinchó, teniendo que continuar la subida con la bici de la asistencia técnica. El de Xàbia marcó un ritmo unos metros por delante que sirvió a Evenepoel a modo de faro en mitad de la niebla. Al final tan solo perdería 48 segundos con Roglič y apenas 20 con Mas, que se desfondó por desconocer el final. Este sería el penúltimo momento de apuro para Evenepoel. 

La etapa de Sierra Nevada apenas aportó cosas. Se enlazaban los tremendos rampones de Hazallanas con el final de "autopista" hasta Pradollano, a lo que se sumaba la prolongación de Hoya de la Mora. Por delante se formó la habitual fuga, con Thymen Arensman como hombre mejor situado en la general. El neerlandés de DSM pudo aguantar hasta la meta, confirmando todas las grandes esperanzas en él depositadas. Esta fuga le permitiría entrar en el top-10, que no iba a abandonar. Por detrás primó el inmobilismo. Se pensaba que una ascensión tan larga perjudicaría a Evenepoel, pero en cambio el pequeño belga se adaptó a la perfección a sus pendientes pedaleables. No tuvo ni que abrir la boca. En el arranque tremendo de Hazallanas, los Jumbo tomaron el mando de forma descoordinada y chapucera. El equipo neerlandés quedó desperdigado por la parte delantera del grupo, sin orden ni concierto. Luego ya no hubo oportunidad de enmendar las cosas. En la carretera hacia Pradollano López lanzó su ataque, secundado por Mas, que parecía no tanto querer plantear problemas serios a Evenepoel como saldar cuentas pendientes con el colombiano. Roglič se quedó a rueda de Evenepoel hasta los últimos 700 metros, con lo cual las diferencias fueron mínimas.

Y así se llegó al último momento de auténtica intensidad de esta Vuelta, en el lugar más inesperado, el final en Tomares, apto para sprinters. Roglič decidió plantear un ataque por sorpresa a Evenepoel en el último repecho de cara a meta, a falta de tres kilómetros. Roglič se llevó consigo a rueda a Pascal Ackermann, Mads Pedersen, Danny van Poppel y Fred Wright, mientras por detrás del pelotón Evenepoel levantaba la mano, aduciendo un pinchazo, al modo de un futbolista reclamando el fuera de juego de un rival. Más allá de si el pinchazo fue auténtico o no, la estratagema le sirvió para entrar silvando en meta, en una imagen legal pero cuanto menos cuestionable, con una diferencia de tiempo real que le habría hecho perder el liderato con Primož Roglič y Enric Mas. 

Pero aun quedaba lo más inesperado. Con el pelotón en los talones, el grupo delantero se dispuso a afrontar el sprint. Los velocistas superaban por fin a Roglič, que había dirigido la marcha en los kilómetros previos. El esloveno, a riesgo de quedar cortado, realizó un cambio de dirección para tomar la rueda del último corredor, pero erró en sus cálculos. O iba muy tostado o no sabía que quedaba todavía un corredor, Fred Wright. De esta forma, Roglič se estampó contra el británico, que siguió en todo momento su línea. La caída fue muy aparatosa, con mucha sangre. Roglič llegó a meta desorientado, lanzó el casco con rabia contra el suelo y se sentó a examinar los cortes que le daban una apariencia muy propia de la Semana Santa andaluza. No tendría más remedio que retirarse, cuando estaba comenzando la remontada. Luego vino la resaca de comentarios desafortunados, motivados quizá por la rabia y un poco de mal perder.
 

El Ecce Homo de Tomares, obra de Juan Martínez Montañés.


Después de este destello de intensidad y drama, vino la más absoluta nada, en una última semana con algo de soporífero. Enric Mas no se iba a mover, como es natural. Su estrategia había sido hasta el momento coger la rueda del que atacaba, sin dar relevos. La estrategia de Movistar obligaba a amarrar un podium por aquello del agobio del descenso y por continuar con el mantra de inmobilidad tibetana y superioridad moral que son las características definitorias del equipo durante décadas. Por su parte, los jóvenes ya habían hecho más que suficiente con estar ahí, en especial Carlos Rodríguez, claramente perjudicado por una caída. En la etapa del Alto del Piornal, UAE con Almeida lo intentó de lejos, más con la intención de escalar puestos en la general que otra cosa, suscitando la reacción de los Astana, motivados por el puestómetro o quizá por oscuras alianzas italianas entre Bramati y Zanini. El final se resolvió con un ataque de Mas a falta de un kilómetro, que sirvió de lanzamiento para Evenepoel. Los dos absorbieron a Gesink, que parecía tener la etapa en el bolsillo, y el triunfo fue para Evenepoel, cómo no. La etapa de ayer, la cacareada etapa de la Morcuera, con la remembranza de Aru y su remontada en 2015, no supuso realmente nada. Al menos fue interesante ver los altos pinos de estas subidas.

En resumen, Evenepoel no ha contado con días malos, salvo el de la Pandera, que supo gestionar bien. La apuesta del equipo por ganar la general, prescindiendo de sus sprinters, ha resultado ser un éxito, con excelentes actuaciones de Ilan Van Wilder y Louis Vervaeke. El equipo se ha limitado a permitir escapadas y dejar que los intereses cruzados del puestómetro hiciesen trabajar a otros equipos: como hiciera UAE en el Tour del año pasado. 

Enric Mas suma su tercer segundo puesto en la carrera, sin haber dado en ninguna de las tres ediciones la impresión de que podría haber estado cerca de hacerse con el triunfo final. Esta vez le ha favorecido la autocaída de Roglič. Ha atacado más que en otras ocasiones, pero sin excesiva constancia ni apenas convencimiento, sobre todo en los últimos días, en los que ya no contaba con Roglič en su objetivo compartido de desbancar a Evenepoel. De hecho, el último ataque en Cotos le valió una mirada un tanto de sobrado por parte de Evenepoel. Juan Ayuso se aúpa al podium con sus diecinueve años, algo sorprendente. Apenas ha tenido un mal día pero tampoco ha estado en ocasión de pelear ningún triunfo parcial: su podium es el resultado de la constancia. Parecía de entrada un corredor más impulsivo que regular, pero ha dado muestras de lo contrario. Se une a Pogačar en esa suma de talentos que alcanzan un podium en su primera participación en una gran vuelta. Y por último, Mads Pedersen y Richard Carapaz consiguen las clasificaciones secundarias, además de tres etapas cada uno. El caso de Pedersen se asemeja al de Trentin o Magnus Cort en algunas de sus anteriores vueltas: a la Vuelta no suelen venir sprinters, de forma que siempre hay un corredor fuerte y todoterreno que consigue triunfos a manos llenas. En cuanto al caso de Carapaz, da la impresión de que se desentendió de buenas a primeras de la carrera, al no querer compartir galones con Rodríguez, Geoghegan Hart o Sivakov, decidiendo llevar a sus últimas consecuencias ese individualismo innato que tanto le caracteriza y que le convierte indudablemente en un corredor ganador. Su estado de forma en los últimos días era parejo al de los líderes, pero sin las minutadas acumuladas a propósito no hubiese contado con el beneplácito de los líderes para marcharse por delante.

En fin, acaba así una Vuelta, una más, la última gran vuelta de una temporada que se preveía un paseo esloveno y que al final ha dado como resultado tres ganadores nuevos: Hindley, Vingegaard y Evenepoel. Es de esperar que la Grande Place / Grote Markt de Bruselas se engalane para acoger al ansiado mesías, como hicieron en su día con Merckx en 1969 o más recientemente en Copenhague con Vingegaard. Esperemos que en el caso de Evenepoel la cosa no acabe en el desarrollo de una fobia social como en el caso del danés ante el agobio provocado por la gente. 

El meme de los dos spiderman señalándose.

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Después de dos años de ausencia, se han vuelto a disputar las carreras canadienses. Estas pruebas en circuito siempre son una excelente preparación para los mundiales, que este año se preven algo deslucidos en cuanto a participación. En ellas, el ritmo, los constantes ataques y la eliminación de corredores vuelta tras vuelta son las notas predominantes. Además, con sus paisajes abiertos, sus combinaciones de modernidad y tradición en arquitectura, la naturaleza a veces desbordante en plena ciudad y sus líneas continuas amarillas ofrecen el contrapunto necesario a los ya muy vistos paisajes europeos.

En el circuito de Québec se resolvió todo en la última vuelta, como suele suceder. Hubo ritmo constante, que eliminó entre otros a Peter Sagan, al que se le vio de camino de los boxes. No parece que su carrera tenga ya remontada posible. A falta de treinta kilómetros se produjo un ataque serio de Quinn Simmons, pero era excesivamente tempranero. A falta de dos vueltas para el final se vieron las primeras escaramuzas, con Alberto Bettiol, David Gaudu y más tarde Michael Storer. Wout van Aert, pegado a la rueda de Nathan Van Hooydonck, e incluso Tadej Pogačar, estaban atentos en los puestos delanteros. Pero se les escapó el ataque crucial: en la última vuelta, al paso por la segunda cota, la del Château Frontenac, Benoît Cosnefroy lanzó un ataque seco y mantuvo la diferencia en el falso llano constante hasta la avenida de la meta. Por detrás la realización nos escamoteó el sprint por los puestos de honor, como sucediera en Richmond. Michael Matthews aguantó la segunda posición frente a Biniam Girmay, superando ambos a Wout van Aert. 

Esta vez no estaba Kwiatkowski.

Por su parte, la carrera de Montréal tuvo unas dos últimas vueltas con gran intensidad, acorde a la dureza de su recorrido mundialístico. Después de que el grupo de escogidos diese caza a Andreas Leknessund, Simone Velasco y Frederik Wandhal se marcharon en la penúltima ascensión a la ciudad universitaria. Su diferencia osciló de los 30 a los 40 segundos, mientras por detrás todos los equipos dejaban la tostada al Jumbo de van Aert, comandado por Tobias Foss.

Sin embargo, esa diferencia que parecía holgada a falta de diez kilómetros se ha esfumado en la última ascensión. En primer lugar, Daniel Felipe Martínez ha dado alcance al dueto delantero, para ser sobrepasado sin remedio por Tadej Pogačar, con Wout van Aert y Andrea Bagioli a rueda. A este terceto se le han añadido más tarde David Gaudu y Adam Yates, dando continuidad el británico al arreón inicial de Pogačar, poniendo incluso en dificultades a van Aert.

Constituido el quinteto que se iba a jugar la victoria, poco han podido hacer por detrás. Un terceto ha intentado la persecución, con Romain Bardet, Giovanni Aleotti y Mauro Schmid en función de vigilancia. Por delante, Adam Yates ha intentado tensar el grupo en algún repecho, sin éxito. A falta de dos kilómetros, Wout van Aert ha tomado la cabeza, mientras sus cuatro acompañantes, Pogačar, Gaudu, Adam Yates y Bagioli, parecían querer dejar que el belga tomase la cabeza de cara al sprint. Con zorrería Wout van Aert se ha abierto en la última curva cerrada, para permitir que Gaudu y Pogačar le sobrepasasen en el último medio kilómetro ascendente. El corredor francés, con su inquietud habitual, ha lanzado un ataque desde lejos y Pogačar, también irrefrenable en muchas ocasiones, ha iniciado el sprint desde lejísimos. Parecía que Wout van Aert y Bagioli le habían tomado la medida al esloveno, pero el sprint de Montréal, con su pendiente continua, es muy traicionero. Van Aert y Bagioli se han tenido que sentar, mientras el campeón esloveno seguía dando zapatazos a sus pedales, para llevarse así el triunfo. Un sprint a la altura de Laruns o el de la Lieja de 2021. Sin duda, uno de los sprints de la temporada. Una victoria que no maquilla la derrota de julio, pero que sacia momentáneamente el ímpetu ganador de Pogačar.

¿Un podio digno de un mundial?

 

Seguramente en estas dos carreras se han visto bastantes detalles de lo que sucederá en Wollongong dentro de dos semanas. 

 

3 comentarios:

  1. Llego un poco tarde a las crónicas de septiembre, pero han sucedido cosas muy curiosas.

    Por un lado está lo de Evenepoel, que ha ganado muy plácidamente una Vuelta sin mucha oposición. Una pena lo de Roglic, y también el recorrido. Sin uno y sin lo otro no se ha podido ver una verdadera lucha por cambiar la general. Lo que me parece curioso es algunos rendimientos, como el de Hindley, que me tiene muy despistado. Salvo en el Giro nunca está al nivel que se presupone. Pensaba que iba a dar mucho juego pero nada, ni se le ha visto.

    Sigo pensando que Evenepoel en recorridos normales, con montaña continua, no va a poder estar ahí. Pero de momento se lleva una GV y una temporada para enmarcar, con Monumento + GV.

    De las clásicas, lo de Sagan es una pena. Parece que no va a estar ni cerca de ganar nada relevante jamás. Y eso que por lo visto está preparando el Mundial, que hace años le habría venido como anillo al dedo, a conciencia.

    Por cierto, estas clásicas sin historia son un ejemplo de lo que era el Ciclismo antes. Corredores de todos los tipos que se juegan victorias, de manera diferente acorde a sus características. A ver el Mundial, que promete. Una pena el horario, pero tocará madrugar porque a pesar de las bajas (algunas muy sorprendentes), parece que será muy entretenido.

    Gracias por las crónicas! Saludos

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    1. Yo también coincido en que las particularidades de esta Vuelta (poca oposición, recorrido mejorable) hace difícilmente extrapolable el rendimiento de Evenepoel a otras citas. No lo veo disputando la victoria a Vingegaard o Pogačar en un Tour tan disputado y tan duro como el de este año.
      Sobre Hindley, hay que tener en cuenta que, aunque parezca mentira, es el único corredor que ha acabado entre los 10 primeros en grandes vueltas en este año. Lejos del nivel mostrado en el Giro, claro está, que parece su carrera fetiche, quizá por fechas, altitud o temperaturas. También esperaba algo más de él, no lo voy a negar.
      Sobre las clásicas canadienses, creo que se me ha notado un poco la ilusión de su retorno. Tienen poca historia, pero un palmarés espectacular, en el que solo desentona Lars Peter Nordaugh (quién se acuerda de él?). Solo le pido al mundial que el grupo que se juegue la victoria sea cuanto menos tan diverso y selecto como el de Montréal.
      Un saludo y gracias por tu comentario.

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    2. Entre los 10 primeros en dos grandes vueltas, quería decir.

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