domingo, 25 de septiembre de 2022

TODO QUEDA EN CASA

El mundial de Wollongong se ha resuelto de una forma prematura y extraña, decepcionante a su manera. Ya se sabía quién iba a ser el ganador a falta de 70 kilómetros, cuando quedaban todavía cuatro vueltas, todo un mundo en cuestión de mundiales. Remco Evenepoel, uno de los favoritos indiscutibles, se ha colado en un corte bueno y luego simplemente se ha deshecho de una concurrencia claramente inferior, con toda una exhibición de rodar en un circuito que finalmente no ha sido tan duro como se preveía. Pero aparte de sus dotes de rodador, a su victoria han contribuido las demás selecciones con su falta de reflejos y su miedo a tomar la iniciativa en la persecución. En algún momento ha dado la impresión de que prevalecían oscuros intereses comerciales por encima de los propios de las selecciones. Y para rematar, durante la mayor parte de la carrera la realización de telivisión parecía estar en manos de un mono loco, entremezclando ráfagas de imágenes inconexas de una carrera ciclista en mitad de un documental de surferos, con playas, acantilados y ballenas. 

"Esta prenda me suena".


 

En el recorrido costero previo al Monte Keira se ha formado la escapada del día, bastante nutrida y sin muchas comparsas. El del Vaticano se ha dejado ver, también el de Malta, pero luego han sido aplastados por la dura realidad. Al mismo tiempo, saltaba la bomba informativa del día: Mathieu van der Poel se retiraba a los 30 kilómetros de carrera, después de haber pasado la noche en comisaría debido a un altercado con unas adolescentes en el hotel. Un incidente extraño que introduce unos puntos suspensivos adicionales en su ya de por sí errática carrera profesional. En la ascensión al Monte Keira, la selección francesa comenzó a forzar el ritmo con Romain Bardet y Pavel Sivakov. Se formó un corte tempranero, en el que figuraban Tadej Pogačar y Wout van Aert, mientras el resto de favoritos se quedaron tranquilamente en el pelotón trasero. El esloveno parecía nervioso, como si la carrera se estuviese jugando a falta de 220 kilómetros a meta. Parecía estar tirando por la borda sus expectativas de victoria ya desde el principio. 

Un largo documental de national geographic.

 

Finalmente el grueso de ese primer pelotón fue cazado, marchándose por delante un grupo selecto con Ben O'Connor, Luke Plapp, Samuele Battistella, Pavel Sivakov y Pieter Serry. El belga no pasaba a los relevos, en un modus operandi muy lefeveriano, sin que por ello sus compañeros de escapada le recriminasen nada. Deberían haberlo hecho, porque estaba guardando unas fuerzas que luego serían decisivas. Este grupo de cinco dio alcance a la fuga numerosa de cabeza, en la que figuraban corredores como el checo Kukrle, el esloveno Primožič o el suizo Pellaud. Mientras tanto, por detrás eran las selecciones española y neerlandesa las que comandaban el pelotón. El empeño español en la persecución, que posteriormente se repetiría en modo de farsa, dejaba en evidencia que ninguno de los españoles había intentado colarse en una fuga inicial para la que parecían corredores muy idóneos.

Las vueltas se fueron sucediendo sin mucho interés. A las calles de urbanización, con sus toboganes, les continuaban imágenes de olas, acantilados, la Opera House, una ballena o lo que fuera necesario para distraer al espectador de aquello que le interesaba de verdad, seguir una carrera ciclista con un mínimo de continuidad. A falta de cuatro vueltas, los franceses decidieron tensar la carrera en el Mont Pleasant, la subida dura del circuito. Quentin Pacher se puso en cabeza y se fue formando sin aparente brusquedad una selección de una veintena de corredores, pasando todos ellos por delante de los morros de Julian Alaphilippe y Wout van Aert, como si recibiesen la bendición de ambos. Pogačar pasó mal colocado, sin darse cuenta de lo que se estaba cocinando con tranquilidad en la cabeza del grupo. Los franceses habían colado a Quentin Pacher, Romain Bardet y Florian Sénechal, que se unirían rápidamente a Sivakov. También habían cogido ese corte bueno Jai Hindley, Jan Tratnik, Pascal Eenkhoorn, Lorenzo Rota y Nicola Conci, Alexey Lutsenko, Ben Tulett y Jake Stewart, Mattias Skjelmose Jensen, Mauro Schmid y...Remco Evenepoel, acompañado de Quinten Hermans y Stan Dewulf. Remco Evenepoel ya había hecho su movimiento. Era la primera carta sobre la mesa que se sabía que echaría Bélgica. De forma inexplicable, el resto de selecciones dio por buena la presencia de algún representante. Era su manera particular de despedirse de la carrera. 

Quentin Pacher enciende la mecha.

 

Se produjo rápidamente la unión entre la fuga del día y ese corte decisivo. Florian Sénéchal contribuyó a aumentar el hueco con el pelotón, contra toda lógica (lógica de país, claro, no de equipo). De vez en cuando, Stan Dewulf le echaba una mano. Descolgado Sénéchal, Hermans y Serry tomaron la iniciativa, y más tarde el suizo Simon Pellaud, que se desfondó al parecer por Schmid, mientras por detrás tenían que ser España de nuevo y Alemania las que comandasen la persecución, ante la inoperancia del resto de selecciones. Francia daba por buena la presencia de Bardet y Sivakov, Gran Bretaña la de Tulett, Países Bajos la de Eenkhoorn, Italia la de Rota y Eslovenia la del desconocido Primožič y la de Jan Tratnik. Sin duda ciclistas que podían rivalizar todos ellos de tú a tú con Evenepoel. Ha sido un poco vergonzosa esa forma de desentenderse de la carrera, dejando que en poco tiempo la diferencia se marchase casi a los dos minutos. No se me ocurre otra forma de decirlo: han regalado la carrera.  

Sin embargo, aun hubo un momento de duda, un momento en el que la situación podía haber basculado en sentido contrario. Por delante hubo un poco de indeterminación en la subida al Mont Pleasant cuando faltaban tres vueltas y por detrás un acelerón de Valentin Madouas, seguido por Marc Soler, Tadej Pogačar y Alberto Bettiol, dejó la diferencia en apenas un minuto. Sin embargo, al acabar la subida, un ataque de Lutsenko volvió a acelerar la carrera por delante a lo que se añadió el parón del pelotón. La diferencia se fue rápidamente a los dos minutos y las cosas parecían claras. Solo quedaba saber cuándo se movería Evenepoel. 

Poco antes del paso por la penúltima vuelta, Evenepoel lanzó su ataque en el llano, siendo seguido por Lutsenko. Por detrás se formó un cuarteto de persecución, con Schmid, Rota, Skjelmose Jensen y Eenkhoorn. En la siguiente subida al Mont Pleasant, Evenepoel dejaría de rueda a Lutsenko, marchándose ya a por el triunfo. Quedaban vientincinco kilómetros a meta y el pelotón se encontraba a más de dos minutos, marchándose por momentos esa diferencia casi a los 2:50.

Pan comido.

 

En la última vuelta, Schmid, Rota y Skjelmose daban alcance a Lutsenko, mientras Eenkhoorn se descolgaba unos metros, aquejado de calambres. Después del show de Evenepoel en meta, con aspavientos de incredulidad y gestos del macarra que es a pesar de su calidad ciclista, se vivió un interesante último kilómetro por la lucha de las medallas. Podría haber sido lo mejor del mundial si la carrera no se hubiese resuelto dos minutos antes. Rota, Lutsenko, Skjelmose Jensen y Schmid comenzaban a mirarse y a racanear, siendo sorprendidos por Eenkhoorn, que llegaba desde atrás con intención de sorprender. Intentó demarrar, pero le fallaron las fuerzas. Al poco fueron alcanzados por Jan Tratnik, que intentó sorprender también desde atrás: pero pegado a sus talones venía lo que quedaba del pelotón, en el que se había visto a van Aert forzar en la última subida. Tratnik fue absorbido prácticamente en los últimos cien metros y el segundo puesto fue para Christophe Laporte por delante de Michael Matthews, Wout van Aert, Matteo Trentin, Alexander Kristoff y Peter Sagan. Un sprint clásico de mundial o clásica que evitó un top ten que dentro de diez años habría causado extrañeza. 
 
El gestito.

 
 
Laporte ganando sobradamente a su líder de equipo.

 

En fin, el mundial queda en casa de Quick Step. La táctica de Francia ha sido un tanto extraña, endureciendo la carrera para nadie y dejando un tanto desamparada su opción del sprint. De ser mal pensados, parecería que Alaphilippe tenía la intención de devolver viejos favores. Australia tampoco ha tirado en ningún momento para favorecer un sprint con Matthews y otras selecciones, como la eslovena, han preferido jugar la inexplicable carta de Tratnik antes que propiciar un reagrupamiento que diese esperanzas de nuevo a Pogačar. De todas formas, el esloveno ha parecido llegar con lo justo, sin meterse en el sprint, después de estar desde demasiado pronto en cabeza. La ausencia de pinganillos ha demostrado que algunos ciclistas sí habían interiorizado las lecciones previas mientras que otros han preferido jugar al mercenariado, a la vanderpoelada o a la valverdada. Los números de Evenepoel este año son estratosféricos, de eso no hay duda, pero que tampoco se olvide cómo se ha producido su victoria en este mundial. A falta de 70 para meta, algunos han pensado que no era todavía el momento, otros ni se han enterado de cuando Evenepoel se ha filtrado sin llamar mucho la atención en el grupo delantero. Evenepoel ha sido listo, ha aprovechado las debilidades ajenas y simplemente ha ido eliminando ciclistas, como lleva haciendo todo el año repitiendo el mismo esquema de ataque lejano "y que me siga quién pueda". Otros deberán aprender que a una carta grande hay que responder con otra grande, no con medianías; y cuando no se puede, al menos hay que poner al equipo a trabajar. 

Todo queda en casa.

 

domingo, 11 de septiembre de 2022

UN NUEVO MESÍAS PARA UNA EDICIÓN DESLUCIDA (Y UNA CRÓNICA APRESURADA DESDE CANADÁ)

Cuarenta y cuatro años después de Johan De Muynck, el ciclismo belga vuelve a conseguir una gran vuelta. Ha tenido que ser con el niño predestinado, que ha hecho esta vez más de Maertens que de Merckx. Y es que la Vuelta ha tenido un desarrollo un tanto monócromo y deslucido, al quedar decidida y sentenciada desde la primera semana, desde unas montañas asturianas que esta vez han sido más determinantes que nunca. A la manera del segundo Tour de Pogačar, Evenepoel sentenció la carrera con dos mazazos casi consecutivos, en Pico Jano y les Praeres, dando los últimos pespuntes a su maillot rojo en la crono de Alicante. Al igual que Pogačar en 2021, también Remco ha contado con la retirada del único rival que le podía incomodar, un Primož Roglič que tendrá que aprender a caerse menos en vista de futuros objetivos. Al carácter anodino ha contribuido el goteo continuo de abandonos, con los de Sivakov y Simon Yates como los más destacados.

La Virgen dolorosa, obra de Alonso Cano.

Después de la crono de Alicante, las etapas andaluzas se encargaron de disipar todas las esperanzas puestas en un cambio de poder. Tuvieron más trascendencia las caídas que los ataques. En primer lugar se fue al suelo Alaphilippe camino del cabo de Gata. Se fue al suelo solo, en una curva, despertando instintos maternales entre el público. Con el hombro luxado se tuvo que retirar, poniendo en duda su participación (o al menos su rendimiento) de cara al mundial. En la etapa con final en Peñas Blancas le tocó a Evenepoel, en una caída casi idéntica a la del campeón del mundo (una curva, él solo), aunque las consecuencias se limitaron a contusiones en el muslo y alguna magulladura en la mano, cosa que mermó un tanto su rendimiento en la etapa con final en la Pandera, el único momento de auténtica debilidad del belga. Aunque la caída más decisiva, por  extraña, inesperada y frustrante, fue la de Primož Roglič en la meta de Tomares. 

El descendimiento de Jay Vine de la cruz, obra de Pedro Berruguete.

 

Pero vayamos antes por partes. En la Pandera se demostró que Roglič era el único ciclista decidido a plantear alternativas al dominio de Evenepoel. Con el belga resentido todavía del golpe de dos días antes, Roglič lanzó un ataque a falta de cuatro kilómetros, que fue secundado por Mas y por López. Evenepoel no pudo reaccionar y fue apagándose poco a poco. Parecía que le iba a caer una buena, parecida a la de Pogačar en el Granon, pero supo gestionar sus menguantes fuerzas. Además, contó con la ayuda de Juan Ayuso, que pinchó, teniendo que continuar la subida con la bici de la asistencia técnica. El de Xàbia marcó un ritmo unos metros por delante que sirvió a Evenepoel a modo de faro en mitad de la niebla. Al final tan solo perdería 48 segundos con Roglič y apenas 20 con Mas, que se desfondó por desconocer el final. Este sería el penúltimo momento de apuro para Evenepoel. 

La etapa de Sierra Nevada apenas aportó cosas. Se enlazaban los tremendos rampones de Hazallanas con el final de "autopista" hasta Pradollano, a lo que se sumaba la prolongación de Hoya de la Mora. Por delante se formó la habitual fuga, con Thymen Arensman como hombre mejor situado en la general. El neerlandés de DSM pudo aguantar hasta la meta, confirmando todas las grandes esperanzas en él depositadas. Esta fuga le permitiría entrar en el top-10, que no iba a abandonar. Por detrás primó el inmobilismo. Se pensaba que una ascensión tan larga perjudicaría a Evenepoel, pero en cambio el pequeño belga se adaptó a la perfección a sus pendientes pedaleables. No tuvo ni que abrir la boca. En el arranque tremendo de Hazallanas, los Jumbo tomaron el mando de forma descoordinada y chapucera. El equipo neerlandés quedó desperdigado por la parte delantera del grupo, sin orden ni concierto. Luego ya no hubo oportunidad de enmendar las cosas. En la carretera hacia Pradollano López lanzó su ataque, secundado por Mas, que parecía no tanto querer plantear problemas serios a Evenepoel como saldar cuentas pendientes con el colombiano. Roglič se quedó a rueda de Evenepoel hasta los últimos 700 metros, con lo cual las diferencias fueron mínimas.

Y así se llegó al último momento de auténtica intensidad de esta Vuelta, en el lugar más inesperado, el final en Tomares, apto para sprinters. Roglič decidió plantear un ataque por sorpresa a Evenepoel en el último repecho de cara a meta, a falta de tres kilómetros. Roglič se llevó consigo a rueda a Pascal Ackermann, Mads Pedersen, Danny van Poppel y Fred Wright, mientras por detrás del pelotón Evenepoel levantaba la mano, aduciendo un pinchazo, al modo de un futbolista reclamando el fuera de juego de un rival. Más allá de si el pinchazo fue auténtico o no, la estratagema le sirvió para entrar silvando en meta, en una imagen legal pero cuanto menos cuestionable, con una diferencia de tiempo real que le habría hecho perder el liderato con Primož Roglič y Enric Mas. 

Pero aun quedaba lo más inesperado. Con el pelotón en los talones, el grupo delantero se dispuso a afrontar el sprint. Los velocistas superaban por fin a Roglič, que había dirigido la marcha en los kilómetros previos. El esloveno, a riesgo de quedar cortado, realizó un cambio de dirección para tomar la rueda del último corredor, pero erró en sus cálculos. O iba muy tostado o no sabía que quedaba todavía un corredor, Fred Wright. De esta forma, Roglič se estampó contra el británico, que siguió en todo momento su línea. La caída fue muy aparatosa, con mucha sangre. Roglič llegó a meta desorientado, lanzó el casco con rabia contra el suelo y se sentó a examinar los cortes que le daban una apariencia muy propia de la Semana Santa andaluza. No tendría más remedio que retirarse, cuando estaba comenzando la remontada. Luego vino la resaca de comentarios desafortunados, motivados quizá por la rabia y un poco de mal perder.
 

El Ecce Homo de Tomares, obra de Juan Martínez Montañés.


Después de este destello de intensidad y drama, vino la más absoluta nada, en una última semana con algo de soporífero. Enric Mas no se iba a mover, como es natural. Su estrategia había sido hasta el momento coger la rueda del que atacaba, sin dar relevos. La estrategia de Movistar obligaba a amarrar un podium por aquello del agobio del descenso y por continuar con el mantra de inmobilidad tibetana y superioridad moral que son las características definitorias del equipo durante décadas. Por su parte, los jóvenes ya habían hecho más que suficiente con estar ahí, en especial Carlos Rodríguez, claramente perjudicado por una caída. En la etapa del Alto del Piornal, UAE con Almeida lo intentó de lejos, más con la intención de escalar puestos en la general que otra cosa, suscitando la reacción de los Astana, motivados por el puestómetro o quizá por oscuras alianzas italianas entre Bramati y Zanini. El final se resolvió con un ataque de Mas a falta de un kilómetro, que sirvió de lanzamiento para Evenepoel. Los dos absorbieron a Gesink, que parecía tener la etapa en el bolsillo, y el triunfo fue para Evenepoel, cómo no. La etapa de ayer, la cacareada etapa de la Morcuera, con la remembranza de Aru y su remontada en 2015, no supuso realmente nada. Al menos fue interesante ver los altos pinos de estas subidas.

En resumen, Evenepoel no ha contado con días malos, salvo el de la Pandera, que supo gestionar bien. La apuesta del equipo por ganar la general, prescindiendo de sus sprinters, ha resultado ser un éxito, con excelentes actuaciones de Ilan Van Wilder y Louis Vervaeke. El equipo se ha limitado a permitir escapadas y dejar que los intereses cruzados del puestómetro hiciesen trabajar a otros equipos: como hiciera UAE en el Tour del año pasado. 

Enric Mas suma su tercer segundo puesto en la carrera, sin haber dado en ninguna de las tres ediciones la impresión de que podría haber estado cerca de hacerse con el triunfo final. Esta vez le ha favorecido la autocaída de Roglič. Ha atacado más que en otras ocasiones, pero sin excesiva constancia ni apenas convencimiento, sobre todo en los últimos días, en los que ya no contaba con Roglič en su objetivo compartido de desbancar a Evenepoel. De hecho, el último ataque en Cotos le valió una mirada un tanto de sobrado por parte de Evenepoel. Juan Ayuso se aúpa al podium con sus diecinueve años, algo sorprendente. Apenas ha tenido un mal día pero tampoco ha estado en ocasión de pelear ningún triunfo parcial: su podium es el resultado de la constancia. Parecía de entrada un corredor más impulsivo que regular, pero ha dado muestras de lo contrario. Se une a Pogačar en esa suma de talentos que alcanzan un podium en su primera participación en una gran vuelta. Y por último, Mads Pedersen y Richard Carapaz consiguen las clasificaciones secundarias, además de tres etapas cada uno. El caso de Pedersen se asemeja al de Trentin o Magnus Cort en algunas de sus anteriores vueltas: a la Vuelta no suelen venir sprinters, de forma que siempre hay un corredor fuerte y todoterreno que consigue triunfos a manos llenas. En cuanto al caso de Carapaz, da la impresión de que se desentendió de buenas a primeras de la carrera, al no querer compartir galones con Rodríguez, Geoghegan Hart o Sivakov, decidiendo llevar a sus últimas consecuencias ese individualismo innato que tanto le caracteriza y que le convierte indudablemente en un corredor ganador. Su estado de forma en los últimos días era parejo al de los líderes, pero sin las minutadas acumuladas a propósito no hubiese contado con el beneplácito de los líderes para marcharse por delante.

En fin, acaba así una Vuelta, una más, la última gran vuelta de una temporada que se preveía un paseo esloveno y que al final ha dado como resultado tres ganadores nuevos: Hindley, Vingegaard y Evenepoel. Es de esperar que la Grande Place / Grote Markt de Bruselas se engalane para acoger al ansiado mesías, como hicieron en su día con Merckx en 1969 o más recientemente en Copenhague con Vingegaard. Esperemos que en el caso de Evenepoel la cosa no acabe en el desarrollo de una fobia social como en el caso del danés ante el agobio provocado por la gente. 

El meme de los dos spiderman señalándose.

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Después de dos años de ausencia, se han vuelto a disputar las carreras canadienses. Estas pruebas en circuito siempre son una excelente preparación para los mundiales, que este año se preven algo deslucidos en cuanto a participación. En ellas, el ritmo, los constantes ataques y la eliminación de corredores vuelta tras vuelta son las notas predominantes. Además, con sus paisajes abiertos, sus combinaciones de modernidad y tradición en arquitectura, la naturaleza a veces desbordante en plena ciudad y sus líneas continuas amarillas ofrecen el contrapunto necesario a los ya muy vistos paisajes europeos.

En el circuito de Québec se resolvió todo en la última vuelta, como suele suceder. Hubo ritmo constante, que eliminó entre otros a Peter Sagan, al que se le vio de camino de los boxes. No parece que su carrera tenga ya remontada posible. A falta de treinta kilómetros se produjo un ataque serio de Quinn Simmons, pero era excesivamente tempranero. A falta de dos vueltas para el final se vieron las primeras escaramuzas, con Alberto Bettiol, David Gaudu y más tarde Michael Storer. Wout van Aert, pegado a la rueda de Nathan Van Hooydonck, e incluso Tadej Pogačar, estaban atentos en los puestos delanteros. Pero se les escapó el ataque crucial: en la última vuelta, al paso por la segunda cota, la del Château Frontenac, Benoît Cosnefroy lanzó un ataque seco y mantuvo la diferencia en el falso llano constante hasta la avenida de la meta. Por detrás la realización nos escamoteó el sprint por los puestos de honor, como sucediera en Richmond. Michael Matthews aguantó la segunda posición frente a Biniam Girmay, superando ambos a Wout van Aert. 

Esta vez no estaba Kwiatkowski.

Por su parte, la carrera de Montréal tuvo unas dos últimas vueltas con gran intensidad, acorde a la dureza de su recorrido mundialístico. Después de que el grupo de escogidos diese caza a Andreas Leknessund, Simone Velasco y Frederik Wandhal se marcharon en la penúltima ascensión a la ciudad universitaria. Su diferencia osciló de los 30 a los 40 segundos, mientras por detrás todos los equipos dejaban la tostada al Jumbo de van Aert, comandado por Tobias Foss.

Sin embargo, esa diferencia que parecía holgada a falta de diez kilómetros se ha esfumado en la última ascensión. En primer lugar, Daniel Felipe Martínez ha dado alcance al dueto delantero, para ser sobrepasado sin remedio por Tadej Pogačar, con Wout van Aert y Andrea Bagioli a rueda. A este terceto se le han añadido más tarde David Gaudu y Adam Yates, dando continuidad el británico al arreón inicial de Pogačar, poniendo incluso en dificultades a van Aert.

Constituido el quinteto que se iba a jugar la victoria, poco han podido hacer por detrás. Un terceto ha intentado la persecución, con Romain Bardet, Giovanni Aleotti y Mauro Schmid en función de vigilancia. Por delante, Adam Yates ha intentado tensar el grupo en algún repecho, sin éxito. A falta de dos kilómetros, Wout van Aert ha tomado la cabeza, mientras sus cuatro acompañantes, Pogačar, Gaudu, Adam Yates y Bagioli, parecían querer dejar que el belga tomase la cabeza de cara al sprint. Con zorrería Wout van Aert se ha abierto en la última curva cerrada, para permitir que Gaudu y Pogačar le sobrepasasen en el último medio kilómetro ascendente. El corredor francés, con su inquietud habitual, ha lanzado un ataque desde lejos y Pogačar, también irrefrenable en muchas ocasiones, ha iniciado el sprint desde lejísimos. Parecía que Wout van Aert y Bagioli le habían tomado la medida al esloveno, pero el sprint de Montréal, con su pendiente continua, es muy traicionero. Van Aert y Bagioli se han tenido que sentar, mientras el campeón esloveno seguía dando zapatazos a sus pedales, para llevarse así el triunfo. Un sprint a la altura de Laruns o el de la Lieja de 2021. Sin duda, uno de los sprints de la temporada. Una victoria que no maquilla la derrota de julio, pero que sacia momentáneamente el ímpetu ganador de Pogačar.

¿Un podio digno de un mundial?

 

Seguramente en estas dos carreras se han visto bastantes detalles de lo que sucederá en Wollongong dentro de dos semanas. 

 

viernes, 2 de septiembre de 2022

¡LARGA VIDA A LA NUEVA CARNE!

A falta de las etapas que a priori podrían considerarse decisivas, Evenepoel domina la Vuelta con brazo de hierro y con una holgada diferencia. Ha superado sin apenas abrir la boca los obstáculos que se le han planteado, en forma de rampas explosivas o subidas más prolongadas. A la manera de un personaje de Cronenberg, Evenepoel parece haber experimentado una transformación que le ha dotado de un "nuevo cuerpo", más seco, más liviano, pero igual de musculado: y en esta Vuelta, lo está poniendo a punto. 


¿Cronenberg o Verhoeven? (vía @Ricard9000)


En realidad ha habido poca historia en todas estas etapas. En los finales en alto, Quick Step ha permitido que la fuga alcanzase tiempo y se disputase la victoria. Luego, por detrás, Evenepoel ya se ha encargado de poner él solito las cosas en su sitio. Como era de prever, Roglic sigue siendo el ciclista que más se acerca a Evenepoel, gracias a su buena crono; pero parece como si hubiera perdido gran parte de su explosividad con respecto a los más jóvenes. Por su parte, Mas perdió tiempo en la crono, como era de esperar. A pesar de marcar buenos tiempos intermedios, el final, más quebrado de lo que mostraban los perfiles, se le hizo largo. Nada apunta a que ataque en montaña. Por lo demás sigue sorprendiendo el rendimiento de Ayuso y Rodríguez.

¡Que les devuelvan ya la dama de verdad y encierren esta en un hangar bien lejado del área 51!

 

En cuanto a las escapadas que llegan a meta, en la etapa de Cistierna la ascensión a San Glorio y el viento a favor permitieron a los escapados plantear un bonito duelo al pelotón, llevándose al final el gato al agua. Fred Wright, Samuele Battistella y Jesús Herrada disputaron en cabeza el final a cinco, siendo finalmente el triunfo para Herrada, que inició el sprint más tarde que sus otros dos compañeros de fuga.  

Una al palo más de Fred Wright.


Luego, en las siguientes etapas de media montaña asturianas, se cumplió un mismo patrón, que ha vuelto a repetirse en el final en alto de ayer en Peñas Blancas: Quick Step deja marchar a la fuga por delante y, al llegar las rampas duras, Evenepoel asume el mando, comiendo aire y sin mirar atrás. En Colláu Fancuaya la victoria fue para Jay Vine, demostrando que los ganadores random de la Vuelta lo hacen por partida doble. En la lucha por la general, Evenepoel no toleró un ataque de Mas a falta de 100 metros, imponiéndose sobre el balear y sobre Roglic. Al día siguiente, en el muro de les Praeres, Evenepoel activaría su modo robocop para distanciar más a los rivales. Algunos, como Jai Hindley, naufragarían por completo. En la fuga, Louis Meintjes, con un estilo silencioso y liviano, muy gatuno, iría superando cadáveres para hacerse con el mejor triunfo de su carrera. No en balde está en el Intermarché de los milagros. 

Su primer triunfo world tour (¡quién lo diría!)


En la crono, Evenepoel llevó a su nuevo cuerpo a una velocidad de cincuenta y siete kilómetros a la hora. De ser espectadores no avisados, parecería mentira que un ciclista pequeño, ataviado con una braga-burka y un casco enorme a lo Loca guerra de las Galaxias, fuese capaz de infligir semejante paliza a sus rivales. Ya el tiempo de Rémi Cavagna, en modo "piloto probador", anunciaba la masacre, solo pudiendo ser rebajado por el de Primoz Roglic, que cumplió, en su línea. Y ayer, a pesar de que Evenepoel se fue al suelo tontamente en una curva y empezar la subida a Peñas Blancas con una herida sangrante en el muslo y alguna que otra magulladura en la mano, nadie osó atacarle. La victoria fue para Carapaz. Después de perder toda opción a la general, escaqueándose de un posible trabajo para Rodríguez o Sivakov (ya retirado por covid), el ecuatoriano aprovechó su oportunidad con el olfato que siempre le caracteriza y que tanto recuerda a ciclistas de otra época, con el punto de egoísmo e individualismo necesario para labrarse un buen palmarés personal. 

De la etapa del cabo de Gata (de la que no he hablado), lo mejor fueron los paisajes.

 

En fin, por mucho que se planteen nubarrones a la vista, Evenepoel parece disponer de la varita mágica para disiparlos de momento. La tercera semana tampoco creo que se le atragante, ni tan siquiera creo que sus rivales más cercanos le vayan a incomodar en exceso. El único que podría plantear algo serio, como triple ganador de la carrera al que poco le debe importar ya un podium, es Roglic; pero de momento no parece contar con sus mejores piernas. La única incertidumbre real en el camino parecen ser las medidas anti-Covid, en exceso estrictas y completamente desconectadas con la sociedad, desfasadas con respecto a la fase por la que transita la enfermedad, por fortuna ya domesticada.



De momento, imparable.