domingo, 10 de octubre de 2021

NÚMEROS DE OTRA ÉPOCA

Resulta cuanto menos curioso que el mejor ciclista del momento suscite mucho menos bombo mediático que otros corredores de características más o menos similares, pero con palmarés inferior. Los focos siempre parecen apuntar hacia otro lado, cuando el de los registros auténticamente históricos es él: el segundo esloveno, Tadej Pogacar. Se presentaba a la última gran prueba del calendario (con permiso de la París - Tours que se disputa hoy) un poco bajo el radar. Aunque en el mundillo se hablase de que su objetivo era el Giro de Lombardía, otros eran los que acaparaban las portadas. Sus resultados en esta tercera parte de la temporada habían sido buenos sin ser espectaculares, como si algo de la magia se hubiese esfumado después del parón veraniego. Pero ahí ha estado: en el momento y en el lugar preciso, en una de las carreras que cuentan, llevándose un segundo monumento que suma a sus dos Tours de Francia. Números de otra época. 

Pogastar is back.


En las semiclásicas italianas, muy concentradas en el tiempo y en algunos casos infravaloradas, otros habían sido los protagonistas, aunque la presencia de Pogacar había ido aumentando poco a poco. Remco Evenepoel se marcó una magistral cabalgada solitaria en la Coppa Bernocchi, bajo un aguacero pero ante una concurrencia principalmente local: Alessandro Covi, Antonio Puppio y Fausto Masnada fueron sus principales perseguidores. Por su parte, Roglic había dejado su marca en San Luca de Bolonia y en Superga en Turín. En ese tipo de finales, el ex-saltador controla los ritmos a la perfección y juega incluso con sus rivales, mostrando una aplastante superioridad. En el Giro dell'Emilia supo aprovechar una arrancada desde atrás de Evenepoel para rebasar a placer a Almeida; en la Milán - Turín jugó como quiso con Adam Yates, Almeida y Pogacar, hasta alcanzar su distancia. Su estado de forma le convertía en el gran favorito de cara al Giro de Lombardía. Los Tre Valli Varesine parecía la clásica idónea para Pogacar, pero un pinchazo lo dejó fuera de juego, teniendo que proteger en el grupo trasero las opciones de Davide Formolo, su compañero escapado. No les salió bien a los de UAE, a pesar de la labor de Hirschi y Pogacar: en el sprint final entre Alessandro De Marchi y Davide Formolo, dos corredores poco veloces, la victoria fue para el del Israel.  

Buen montaje de @sporza_koers

 

Se llegaba así al Giro de Lombardía con una participación de lujo y varios ciclistas con el objetivo claro de ganar, cosa que no siempre sucede (recuérdese el año de Zaugg). Durante muchos años, los grandes corredores ignoraron estas carreras de final de temporada, o se desentendían de la carrera aun estando en la salida, pero esto no parece ser el caso actual. La carrera volvía además a Bérgamo, la ciudad de las dos alturas, después de los triunfos de Daniel Martin en 2014 y Esteban Chaves en 2016.

El desarrollo de la carrera fue francamente anodino en gran parte de la prueba. Se formó pronto una escapada, nada más salir de Como en dirección al Ghisallo, formada por diez corredores: Andrea Garosio, Mattia Bais, Jan Bakelants, Domen Novak, Tim Wellens, Victor Campenaerts, Christopher Hamilton, Thomas Champion, Davide Orrico y Amanuel Gebreigzhabier. Welles, después de sus  recientes declaraciones en las que  se mostraba sorprendido ante la velocidad actual del pelotón, se había colado en la fuga delantera (después de quedarse del grupo delantero en la lluviosa Tre Valli Varesine). Por detrás, Israel con Froome y Jumbo con Bouwman mantuvieron la diferencia del grupo escapado en unos límites controlables. Los  escapados fueron sumando subidas, Roncola, Berbenno, Dossena y Zambla Alta, sin sobresaltos ni apenas interés. La carrera se puso realmente interesante en el Passo di Ganda, la última subida.

Una vez cazados los fugados gracias al empuje de DSM, con Benoot en cabeza, Nibali fue el primero en lanzar un ataque, a falta de 37 kilómetros. Por detrás, Urán, Pinot, Vlasov y Evenepoel ya se habían descolgado (al talento belga no se le había visto buena cara en las subidas previas). El ataque del siciliano parecía más una incitación a formar un grupo delantero que un intento de fuga en solitario.  En la subida de Sciara di Scorciavacca, en su giro local, le había dado resultado un ataque así, con la inestimable colaboración de Valverde detrás, racaneando relevos. Esta vez se le unieron rápidamente Sivakov, Pogacar y Bardet. Almeida intentó controlar la hemorragia, fundiéndose en el esfuerzo. Mientras la realización se recreaba en Evenepoel descolgado, el esloveno lanzaba su ataque definitivo, para quedarse solo a falta de 35 kilómetros a meta. Pogacar daría forma al ataque que Nibali parecía tener en la cabeza, pero no en las piernas.

Con su estilo a chepazos (también Merckx subía a chepazos), Pogacar fue aumentando distancia, mientras por detrás el Deceuninck de Alaphilippe organizaba la persecución, con Masnada en cabeza. L'anguilla di Brembilla tenía su gran día, corriendo por unas carreteras que parecía conocer al dedillo. Pogacar coronó con 35 segundos de ventaja, comenzando un descenso muy rápido, estrecho y revirado en su parte inicial. El esloveno estuvo a punto de salir en dos o tres curvas, mientras por detrás Alaphilippe encabezaba el descenso, marcado estrechamente por Valverde. El campeón del mundo hizo dos o tres tumbadas bastante arriesgadas; viendo que no recortaba tiempo, dejó que Masnada tomara cierta ventaja. Al llegar a una zona de curvas de herradura, Masnada comenzó a recortar distancia con Pogacar: Masnada tomaba todas las curvas por fuera, deslizándose con sutileza, mientras que el esloveno clavaba los frenos al llegar a cada herradura. Sin embargo, la diferencia con el grupo de favoritos trasero seguía siendo la misma, incluso aumentaba. En ese grupo trasero habían quedado Julian Alaphilippe, Alejandro Valverde, Adam Yates, Michael Woods, Primoz Roglic, David Gaudu y Roman Bardet. Jonas Vingegaard cogió en la bajada, pudiendo comenzar su labor de persecución en favor de Roglic. 

Al llegar al llano, Masnada recibió órdenes de no relevar. En vez de pararse, Pogacar decidió seguir tirando: algo arriesgado, a la manera de Evenepoel en el europeo, con la única diferencia de que Pogacar se sabía más rápido que Masnada. Por detrás, parecía haber bastante entendimiento, de forma que la ventaja fue aminorando, pasando de los 50 segundos a los 30. Quedaban todavía 10 kilómetros a meta y parecía que podían echarles el guante; sin embargo, dos factores se aliaron con Pogacar para alcanzar la victoria: la presencia de Valverde en el grupo trasero y los incipientes gestos de suficiencia de Alaphilippe. Ya se conoce cómo funciona Valverde en situaciones así: se escaquea todo lo posible en los relevos y acaba desbaratando cualquier intento serio de persecución. No es algo nuevo y no va a cambiar a estas alturas: corre de una manera en la que siempre parece compañero de equipo de los fugados. Por su parte, el campeón del mundo comenzó a organizar desde atrás la persecución, dando palmaditas aquí y allá, dando ánimos y demás. Se empezaba a sentir cómodo con la situación, pero se estaba empezando a pasar, tratando a los demás como si fuesen idiotas. Cuando se vio desde el helicóptero cómo se ajustaba las zapatillas en la última posición del grupo estaba más que claro: le estaban llevando en carroza. A partir de ese momento, los relevos comenzaron a descoordinarse a falta de 9 kilómetros. 

Como Remco, aunque sin Colbrelli a rueda.

 

La diferencia comenzó a ascender de forma clara, alcanzando el minuto en las calles empedradas de Bérgamo. Alaphilippe parecía desesperado porque alguien liderase la persecución en su favor, teniendo que asumir de forma forzada su faceta de gregario. Masnada se mantuvo en todo momento a rueda de Pogacar, lanzando un tímido ataque una vez coronada la rampa adoquinada de acceso a la Città Alta. En el sprint no hubo historia: se sabía que Masnada iba al matadero. Es una llegada en ligera bajada y el esloveno no tuvo ni siquiera que abandonar la primera plaza durante todo el último kilómetro. Lanzó el sprint en cabeza y no dejó opción al italiano. Por detrás, Adam Yates y Primoz Roglic se descolgaron en el último repecho, pero reengancharon justo en la línea de meta, aprovechando el cruce de miradas entre los perseguidores. Adam Yates no paró una vez les dio alcance y consiguió un meritorio tercer puesto. 

No hubo historia en el sprint (@__blind_side)

Los números de Pogacar asustan, aunque parecen quedar diluidos debido a la coexistencia de grandes nombres actuales. Vivimos una época en la que cada consumidor de ciclismo parece haber escogido a su referente, al igual que sucedía en las pantallas de inicio de los videojuegos de lucha de los antiguos y añorados recreativos. Unos prefieren las bocas desencajadas de Alaphilippe, otros las arrancadas de cara a la galería de van der Poel;  unos el rodar autómata de van Aert o Evenepoel, otros los pelos que asoman entre las ranuras del casco de Pogacar. Choose your fighter, parece ser el slogan de tantos fans. Pogacar es el mejor de todos ellos, el más completo, el más polivalente, el que entronca mejor con la historia del ciclismo y de sus leyendas. Pogacar seguramente será un corredor que disminuya su rendimiento al llegar a la treintena, a la manera en que también sucedió con Merckx o sucede ahora con Sagan, corredores todos ellos de talento precoz, pero mientras tanto va sumando triunfos con una aparente facilidad, con una puesta a punto idónea para los momentos clave. Allí donde falló Riccò, él no lo ha hecho. Y es que hay una diferencia sustancial: la matería prima también cuenta.

2 comentarios:

  1. Al final lo que comentábamos en el otro post, y reflejas en el título: la temporada de Pogacar ya se puede calificar de histórica. Asusta pensar a dónde llegará.

    Por otro lado, estos 10 días de clásicas italianas son preciosos. Ha habido carreras más llanas, en circuitos, finales en alto, lluvia, sol... Un resumen de lo que es el ciclismo condensado en unos días.

    Y a riesgo de padecer hater, otro buen resumen de cómo ha sido una vida ciclista es la actuación de Valverde en Lombardia. Rompió la rueda de relevos a unos 10 km de meta, salía a secar cualquier corte sin dar continuación, y otra vez con la sensación de tener más fuerzas de las gastadas. Todas sus grandes victorias han venido en carreras donde tácticamente no ha tenido que pensar.

    Un saludo y gracias por el post!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo de Valverde ya no tiene remedio. En realidad, la combinación Valverde-Alaphilippe fue la que permitió a Pogacar ganar, porque tampoco hizo una exhibición fuera de lo normal. Si hubiese habido cierta compenetración en los relevos, les hubieran dado caza.

      A mí en particular las clásicas italianas son de las carreras que más me gustan. Es una pena que no siempre puedan verse en abierto. Como comento en el último post, la comparación del calendario italiano con el español es muy esclarecedora y da bastantes pistas de por qué el pelotón italiano, a pesar de no tener equipos World Tour propios, no se encuentra en el mismo nivel de decadencia que el español, muy dependiente de lo que se les pase por la cabeza a los gerifaltes de Movistar.

      Eliminar