lunes, 14 de junio de 2021

INEOS SUMA Y SIGUE

Sin tiempo para hacer la digestión de un Giro algo pesado, el ambiente comienza a tensarse de cara al Tour. Para el ciclista de sofá, el Tour forma parte del microcosmos veraniego, junto con las pieles rosáceas, las cremas solares mezcladas con sudor o la arena en la alfombrilla del coche. En cambio, para los ciclistas auténticos, el Tour es el momento de la verdad, sus exámenes finales. 

Poco más de una semana para el Tour

 

En Ineos llegan bien preparados a los exámenes de julio. No solo son de los que más han estudiado, también tienen las mangas repletas de chuletas, llevan las fórmulas y las fechas apuntadas en la mano y, por si fuera poco, cuentan con la calculadora mágica. Ya puestos, han dedicido adentrarse en terrenos inexplorados. Con las victorias de Porte en Dauphiné y Carapaz en Suiza, Ineos ha conseguido ganar cuatro de las siete vueltas de una semana de prestigio con cuatro corredores diferentes. Algo insólito. A ello hay que sumarle la victoria de Bernal en el Giro. La eterna factoría de recambios, este año más acaparadora que nunca, ha ido colocando cada una de sus piezas importantes en el tablero de Risk de la temporada. De momento solo se han olvidado de Tao, pobrecito. Aunque para ser sinceros, este particular récord se ha visto favorecido por la incomparecencia del dúo esloveno en las carreras ganadas por Ineos.

Aún así, las victorias de Porte y Carapaz han quedado un tanto eclipsadas por los estretosféricos rendimientos de Bahrain. El equipo anda desatado desde la retirada de Landa. Sus prometedores escaladores han seguido una pauta, quizá involuntaria: dejarse minutadas al principio para luego volar en los dos últimos días. Mäder se dejó nueve minutos el primer día de montaña del Tour de Suiza, Padun diez minutos en dos etapas. En los dos últimos días estuvieron poseídos por los ángeles de las montañas.

En el Tour en miniatura que es Dauphiné ganó Porte con solvencia. Es su sexta victoria en una vuelta de una semana (2 París - Niza, 1 Volta, 1 Romandía, 1 Suiza y 1 Dauphiné). Fue una victoria fácil para un especialista como él. Tan solo hubo dos etapas duras de verdad (las dos de Padun), en las que Alexey Lutsenko acabó cediendo, como era de suponer. Por el camino quedó la maniobra de Ineos para facilitar un ataque de rodador por parte de Thomas en Saint-Vallier y el sprint en cuesta de Valverde, batiendo a Geoghegan Hart, en Le Sappey-en-Chartreuse. Los dos últimos días tuvieron un único e indiscutible protagonista. 

Pöstlberger, protagonista de los primeros días.

El ataque de Thomas, aprovechando una curva.

 

En La Plagne y en le Joux Plane, Padun parecía dispuesto a sumarse a su paisano Bubka en aquello de batir récords. De todas formas, los "récords" de estas subidas son inalcanzables y la noción de récord en ciclismo es algo que debe usarse con cuidado, algo circunscrito en exclusiva a las pistas homologadas. Los tiempos de subida son simplemente indicaciones para saber si se ha subido lento, rápido o muy rápido. Padun subió muy rápido, nada más. Excepcionalmente rápido. Otro cantar es el hecho de ganar dos días seguidos, con tanta naturalidad, un día desde el grupo de favoritos y otro desde una fuga multitudinaria. En la entrevista en meta, la mascarilla contribuía a resaltar sus dos ojos, algo incrédulos, los propios de alguien que ha llegado fresco a meta, eufórico, beatífico.  Y además, la mascarilla también servía para ocultar sus dos amplias mejillas santanbrogianas. Hasta el momento Padun había hecho sus cositas, parecía predestinado a ser buen corredor, pero después de un año pasado algo gris (le ganó Narváez una etapa de lluvia en el descafeinado Giro de 2020) nada auguraba un resultado tan digno del mejor Ugrumov. 

A star is born.

 

El paisaje de maqueta de tren del Tour de Suiza ha vuelto a ser el gran protagonista, en una carrera en la que Carapaz era el gran nombre en la salida. Sí, estaban Alaphilippe, Schachmann, Fuglsang, Woods, van der Poel...Este año la participación del Dauphiné tampoco era excesivamente mejor. Pero de todos los participantes, Carapaz era a priori el mejor: y ha cumplido. Los dos eslovenos se han mantenido alejados de los grandes tests. Uno se estaba paseando en su tierra, al modo de un entrenamiento con dorsal (pero ganando) y el otro, a sus labores.
 
El Tour de Suiza siempre ha sido la cuarta vuelta del calendario. Antaño porque rozaba o superaba los diez días y porque incluía etapas duras (más duras que las de la Vuelta), etapas que venían bien a los corredores que acababan fuerte el Giro. De las figuras indiscutibles, solamente Merckx, además de Bartali, Kelly y De Vlaeminck, aparecen en el palmarés, junto con algún que otro Agnolutto de sorpresa. En sus años más decadentes, Rui Costa y Simon Spilak la convirtieron en su carrera. Carapaz no queda nada mal en el palmarés de la prueba, dándole algo de lustre.  
 
En Lachen (reír) a van der Poel le regalan un cuadro de payasos.


 
Andreas Kron recrimina a Rui Costa su maniobra en Disentis Sedrun.


La carrera comenzó con dos triunfos seguidos de van der Poel y una exhibición de la generación suiza, con Küng, Bissegger y finalmente Mäder. Carapaz puso las cosas en su sitio en el primer final en alto, sufriendo sin embargo un poco en la crono con subida al Oberalppass y bajada hasta Andermatt. En esa crono se salió Urán, un corredor especialista en recorridos así, buen bajador y lagunar donde los haya. Su registro fue impropio de alguien de su edad. Segundo hizo Alaphilippe, que se exprimió aun a sabiendas de que se iba a retirar al día siguiente, y tercero...Gino Mäder. De esta forma se llegó a la última etapa, con un ascenso más bello que decisivo al San Gottardo. Urán apenas inquietó a Carapaz, que mantuvo la ascensión controlada, primero con Dennis y más tarde con Dunbar. Hubo casi más aliciente por ver si Fuglsang desbancaba a Schachmann del podio. Finalmente Woods y Mäder se marcharon y mantuvieron en el descenso una bella pugna contra el grupo de favoritos. Se la jugaron en las calles adoquinadas de Andermatt, en ligero descenso. Para sorpresa de todos, ganó Mäder. No porque su rival fuese más rápido, sino por la manera en la que lo hizo. Cuando el canadiense ya llevaba un rato imprimiendo fuerza a los pedales, de pie, Mäder lo rebasó con inusitada y cancellariana facilidad, ganando el sprint sentado. Por un momento dio la impresión de no haber habido apenas sprint. Los Bahrain volvían a hacer su magia.

A los suizos les gusta leer en la sala de espera.


 
En fin, terminan así dos carreras de preparación en las que no se han visto grandes cosas. Parece que sin los eslovenos algo falta en carrera. En el próximo Tour, Ineos es a priroi el equipo a batir, pero le faltan las individualidades. Roglič y Pogačar parecen un paso por delante. En Ineos deberían confiar en Carapaz, pero las viejas glorias anglosajonas aun se consideran con posibilidades, y ahí están sus resultados. Podrían aprovechar la aparente debilidad del equipo de Pogačar para aislarlo, pues ni Hirschi ni De la Cruz parecen carburar todavía, pero no lo harán. La única vez que han apostado de verdad por la locura fue en un Giro cuyo ganador final ni siquiera debería haber tomado la salida. El resto de carreras en las que han ganado por aplastamiento lo han hecho con trenecito. No innovarán, y aunque suene contradictorio, es bueno que así sea: hay que dejar espacio a otros equipos y a otros corredores. 

Pogačar contro tutti


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