Cualquier organizador envidiaría a una carrera en la que se llega al último día con los dos primeros clasificados empatados en tiempos. Sin embargo, con este Giro parece haber cundido cierta sensación de decepción entre el aficionado, principalmente por lo anónimo, o cuanto menos inesperado, de esos dos protagonistas. En la bruma lombarda, recorriendo los angostos pasillos en los que parecen convertirse las avenidas y calles de Milán, Tao Geoghegan Hart y Jai Hindley se han jugado el Giro de Italia. Simples actores secundarios, se diría, corredores que empezaron tranquilos la carrera, cómodos con su situación de jóvenes gregarios a los que no se les iba a exigir mucho. Ambos perdieron tiempo en la crono inicial e incluso Geoghegan Hart lo hizo en el Etna. A pesar de ello, estos dos ciclistas, recién sacados del envoltorio, iban a emerger poco a poco, a medida que comenzara el cribado de la alta montaña.
¿Actores secundarios? |
Al empate del último día se llegó después de un recorrido clásico, ahí está la paradoja. Vegni ha conseguido, empleando las viejas recetas, aquello que Prudhomme y Guillén llevan buscando con ahínco, recortando dureza aquí y allá. Ello no ha impedido que la carrera haya pendido de un hilo en algunos momentos concretos, asomándose al abismo, ya fuese por la incidencia del virus o por el boicot de los propios corredores. Si la participación se presentaba pobre debido al calendario (un Giro emparedado entre las dos pruebas de ASO, disputándose al mismo tiempo que las clásicas), las pocas cabezas de cartel cayeron en los primeros días. Algunos se fueron por una falta de habilidad que les habría puesto en peligro más pronto o más tarde. Otros por un gafe que les acompaña en esta carrera, en la que el destino ya les pegó el bofetón en su momento.
Aparte de las retiradas iniciales, los otros favoritos tampoco han carburado. Es el caso de Nibali o Fuglsang, para los que la edad ya ha pesado. Su puesto lo han ocupado los jóvenes anónimos, siguiendo el proceso de renovación constante de nombres y caras que se está viviendo en esta temporada. Pero también son viejos los que han boicoteado las etapas o los que han querido que el Giro acabase antes de tiempo, ya se trate de directores bocazas, ciclistas endiosados por las redes sociales o simplemente veteranos a la espera de la retirada. Urge una renovación.
De todas formas el ciclismo no necesita de grandes nombres para ofrecer bonitos espectáculos. Se han visto cosas hermosas en este Giro otoñal. La potencia de Filippo Ganna, por ejemplo, su forma hipnótica de rodar. Con Ganna hay un rodador para rato, una figura que ha llegado para durar, más allá de la etiqueta de "pistard culogordo" que se le quería imponer. No me cabe duda, además, de que el organizador del Giro lo va a mimar a partir de ahora, pues es la única esperanza italiana real, en un panorama que se presenta bastante desolador cuando llegue la retirada de Nibali. Otro grandísimo descubrimiento ha sido el de João Almeida, con su momento culminante de la defensa del rosa en Piancavallo. El portugués ha llevado a un nuevo terreno el carácter agresivo y omnisciente de la Manada, mejorando con creces anteriores registros de líderes en rosa de Lefevere, como Brambilla o Jungels, acercándose al Urán de 2014. Conquistando pírricos segundos, defendiéndose con la cabeza erguida y la lengua fuera al modo voeckleriano en montaña o mostrando sus habilidades de rodador, ha sido un corredor que ha enamorado al aficionado. Lamentablemente no se ha podido llevar una etapa, aunque en Monselice anduvo cerca.
La máquina de rodar (Bettiniphoto) |
El descubrimiento de un ciclista (tiembla, Evenepoel) |
Y luego están los dos grandes protagonistas, los actores secundarios inesperados, erigidos en papeles principales: Jai Hindley y Tao Geoghegan Hart. Hindley ha sido la gran revelación sin lugar a dudas. El escalador de Perth ha mostrado una excepcional ligereza en montaña, un pedaleo de peso pluma, cogido de abajo a lo Landani. Su rostro pálido, con constante expresión de asombro, no dejaba traslucir ni debilidad ni sufrimiento. Por su parte, Geoghegan Hart se ha mostrado más rocoso, lo que más de uno ha podido confundir con debilidad. Hindley no lo pudo soltar en montaña y el británico de nombre irlandés hizo prevalecer su ligera ventaja contra el crono, resultando así ganador. Culmina de esta manera las esperanzas puestas en él por la mano negra del British Cycling, convirtiéndose en el recambio perfecto ahora que Thomas y Froome marchan directos al desguace. Su pasado Giro fue ciertamente decepcionante, después de hacer un buen Tour des Alps: quedó relegado al papel de comparsa graciosa de Bernal. Con esta victoria se ha desquitado y el ciclismo británico parece tener continuidad, más allá de su generación dorada de los nacidos en los ochenta. Además, con su victoria Ineos se sacude de encima el desastroso rendimiento del pasado Tour, dando señales de que su dictadura se preve todavía larga y duradera.
Victoria en Laghi di Cancano. |
Victoria en Piancavallo. |
Medio triunfo del pelirrojo británico se lo debe a Rohan Dennis, que ha vuelto a sacar a relucir la faceta de escalador que dejó entrever tímidamente en la Vuelta a Suiza de 2019. El australiano ha roto con el estereotipo de sí mismo, que lo presentaba como un tipo egoísta, centrado en sus manías. Ha demostrado ser capaz de sacrificarse, aunque con el punto de orgullo suficiente como para llevar a su propio líder al extremo de sus fuerzas. Su ascensión "gonchariana" del Stelvio pasará a la pequeña historia del Giro.
Solo por ver la ascensión del Stelvio este Giro ha merecido la pena. Hacía mucho tiempo que no se ascendía el Mito desde su vertiente trentina, la más dura, nada menos que desde 2005, con blancazo de Ivan Basso. Esta vez el otoño aportaba nuevos colores: gris, verde, naranja y blanco, mucho blanco. La carrera explotó en los primeros momentos de la ascensión, bajo la batuta constante de Dennis. Geoghegan Hart solo tenía que subirse a la chepa de su gregario y aguantar. Tras él se aferraron al tren Hindley y Kelderman, el holandés con más dificultad. Por detrás los rivales iban cayendo diseminados: Nibali, Fuglsang, Bilbao y Almeida, que perdería la maglia rosa. La carretera seguía su ascenso, los árboles dejaban paso al gris de la carretera y al blanco de la nieve. Kelderman finalmente cedía, mientras Hindley se mantenía con mucha naturalidad. Su rostro pálido iba a juego con su maillot blanco y con el escenario de Zauberberg de la cima. En la novela de Thomas Mann, el protagonista Hans Castorp perdía la noción del tiempo e incluso de sí mismo durante una ventisca de nieve, rodeado de un vacío blanco. De igual forma los ciclistas pierden en esta montaña no solo minutadas, sino también la cabeza, en una ascensión en la que el pedaleo se va haciendo más blando a medida que se aproximan al muro final. Este es una auténtica pared de nieve que se confunde con el cielo lechoso, en la que la carretera sube en zigzag como la escalera de un santuario. Kelderman cedía 40 segundos, Almeida ya perdía el rosa. Por delante, las mayores preocupaciones para Hindley parecía dárselas el chubasquero, pues seguía la rueda de Dennis y Geoghegan Hart con soltura. Dennis coronó seguido de los dos jóvenes tras él, mientras las cámaras del helicóptero mostraban el inmenso mar de nieve que se desparrama por las laderas de la cima Moloch.
Esto sí que es el Muro, y no el escalón ese de Juego de Tronos
Fiel a su mito (associated press) |
Después de ese documental de naturaleza y aventura de exploración que fue una vez más el Stelvio, quedaba todavía su descenso y otra ascensión, a Laghi di Cancano. Fue el momento decisivo del Giro. El ritmo de Dennis pudo distanciar a Kelderman, que se cebó en los falsos llanos y lo acusó en la subida. Era alcanzado por detrás por Fuglsang y Bilbao, logrando el vasco adelantarle en la última subida. Por su parte, el dúo delantero formado por Tao y Hindley se mantuvo a la par. El sprint y la bonificación fueron para el australiano, que desaprovechó la oportunidad de intentar distanciar a Geoghegan Hart, no se sabe si siguiendo instrucciones de equipo (para no humillar en demasía a Kelderman) o por no confiar en sus propias fuerzas. Era evidente que Kelderman ya no era rival, aunque hubiese conseguido la maglia rosa, pues su trayectoria en montaña era descendente. Sunweb apostó acertadamente por mantener a Hindley delante, pero aún así el australiano necesitaba más tiempo contra Geoghegan Hart, capaz de sacar la maquinaria de marginal gains en la última contrarreloj.
Pero después de un día excepcional de ciclismo, el pelotón nos devolvió a la dura realidad del ciclismo moderno. Con la excusa de la lluvia y del covid, el sector cascarrabias y facineroso del pelotón coaccionó al resto para acortar una etapa programada con 250 kilómetros entre Morbegno y Asti. En los primeros cien kilómetros se vio una esperpéntica competición entre autobuses, para retomar la salida en Abbiategrasso. Al acabar la etapa se dio el habitual fuego cruzado de declaraciones, en las que predominaron los que escurrieron el bulto o recogieron cable. Nadie había estado allí, nadie había sido el responsable, nadie sabía nada. Al parecer Trek y Bardiani no intervinieron en la decisión y Bora e Ineos se opusieron al recorte. Todos los demás estuvieron a favor. En realidad a Vegni no es la primera vez que se lo hacen: el precedente existe, la última etapa del Giro de 2018. Entonces Vegni consintió, porque lo decía la estrella invitada. En este caso han sido cuatro o cinco ciclistas al borde de la retirada los que quisieron ahorrarse cien kilómetros bajo la lluvia, logrando convencer al rebaño, ante la sonrisa bobalicona de la maglia rosa Wilco Kelderman. De todas formas, el holandés lo sería por poco tiempo.
En Sestriere se confirmó lo que estaba ya cantado: Dennis volvió a hacer de las suyas y Kelderman se descolgó, perdiendo su exigua renta. Hindley se aferró a la rueda de los dos Ineos y cuando Dennis cedió, intentó en repetidas ocasiones distanciar a Geoghegan Hart, como si se tratase de una reedición de aquella ascensión al Stelvio entre Galdos y Bertoglio. No lo pudo soltar, ni siquiera pudo ganar la etapa, con lo cual, a pesar del insólito empate en tiempo que le concedía la maglia rosa el último día, la pesada maquinaria de Ineos acabaría imponiéndose. No en vano había aterrizado Brailsford en Italia para la ocasión. Fue tan solo un instante: Hindley salió falto de desarrollo, a pesar de trazar todas las curvas al límite. Se le veía fuera de su medio. Por contra, el pedaleo de Tao arrastraba más desarrollo, realizando finalmente una buena crono, a la altura de Kelderman. Otro triunfo más para la eterna casa de recambios.
Un niño feliz (Luca Zennaro) |
En fin, ha sido un Giro interesante, disputado, animado por lo insólito de los concurrentes, tan solo manchado por el infame incidente de Morbegno, que se lleva por delante algunas reputaciones consolidadas. La carrera ha dejado otras etapas para el recuerdo, como el excepcional triunfo de Peter Sagan camino de Tortoreto, corriendo a la manera de un Tour de Flandes bajo la lluvia. También la solvencia de Démare en los sprints, muy bien arropado por su equipo, que trajo al recuerdo el dominio de los grandes equipos de Cipollini y Petacchi. Si alguien se siente decepcionado por un podium con nombres pobres, que piense en los de más edad, que hemos visto a tipos como Unai Osa, Eddy Mazzoleni, Marzio Bruseguin o Pietro Caucchioli en el podium del Giro. Tengo por seguro que los nombres que han acabado saliendo a relucir durarán mucho más y darán que hablar en los años venideros.