El pasado domingo los aficionados al ciclismo asistimos a dos renacimientos, el del Muur-Kapelmuur de Geraardsbergen y el de Philippe Gilbert. El primero necesario y reivindicado sin cesar desde su absurda exclusión, y el segundo más insólito, y como todo lo que rodea al ciclismo, envuelto en bastantes dudas. Lo dos "desaparecieron" relativamente después de 2011 y han vuelto por la puerta grande.
Una carrera se debe a sus hitos, y más todavía un monumento. ¿Qué sería la Milán - Sanremo sin el Poggio, la Lieja sin Stockeu, la Roubaix sin Wallers Arenberg o el Giro de Lombardía sin la Madonna del Ghisallo? Pues en eso se había convertido la Ronde: una carrera sin identidad a la que sus hermanas menores, la Gante - Wevelgem y la Harelbeke, le estaban lamiendo los talones. A pesar de los intentos de los organizadores por hacer tragar al aficionado la papilla final de Oude Kwaremont y Paterberg, el encadenado sacaperras no había logrado recomponer la esencia maltrecha de la prueba.
De todas formas, poco se esperaba de un Kapelmuur situado a 90 km. de meta. Parecía incluido casi sin querer, a regañadientes. "Lo queréis, pues ahí va...a 90 km. de meta". Nada más lejos de la realidad. El terrible muro, profanado en su día por el demencial molinillo mecánico de Cancellara, fue el momento decisivo de la carrera. Boonen aceleró el ritmo y se formó un grupo muy selecto, mientras Sagan y Van Avermaet, cómodos en la panza del grupo, entraban en las rampas del Muur esperando acontecimientos. En ese corte primó más la colocación y el conocimiento del terreno que la fuerza bruta, aunque todo parecía prever un futuro reagrupamiento. Aun así se habían colado grandes favoritos y tipos peligrosos como Kristoff, Démare, Coquard, Chavanel, Vanmarcke, Stuyven, Moscon, Modolo...y nada menos que tres Quick Step: el propio Boonen, Trentin y Gilbert.
El primer momento decisivo: Boonen acelera, tras él Moscon y Kristoff. En la imagen inferior, Gilbert, Chavanel y Coquard. |
El campeón valón ya había realizado una demostración espectacular en el Kapelmuur durante los tres días de De Panne - Koksije, frente a uno de tantos Oricas, en aquel caso Durbrigde. Se le vio rodar como en sus mejores momentos, desenvuelto y agresivo como cuando con el maillot blanco del FDJ se lanzaba a ofensivas descabelladas, que en algunos casos, como la Omloop Het Volk de 2008, llegaban a meta.
La trayectoria del campeón valón parecía en franca decadencia, muy alejada de la maertensiana temporada de 2011. En aquel momento, en el Omega Pharma - Lotto de Ibarguren, compartía equipo con Greg Van Avermaet. Al año siguiente ambos recalaron en BMC, uno como gran estrella, el otro como promesa aparentemente estancada. Las trayectorias de ambos belgas en el caótico BMC han sido divergentes: si bien en 2012 todavía la balanza se decantaba claramente por el valón, al que aun costándole ganar se llevó el mundial y dos etapas de la Vuelta, a partir de 2014 el lado de la balanza estaba claro. En 2016 el platillo de la balanza de Van Avermaet tocó definitivamente el suelo: Campeonato de Bélgica frente a Het Nieuwsblad, Tirreno-Adriatico, etapa del Tour, Juegos Olímpicos y Grand Prix de Montréal. Van Avermaet comenzó a desarrollarse como una bestia intratable, mientras que el valón, una especie de Van Damme ciclista, parecía una sombra de lo que había sido. Hasta el pasado domingo, en el que se tomó su particular venganza sobre BMC y Van Avermaet.
El grupo seleccionado por los Quick Step alcanzó una ventaja de un minuto aproximadamente, mientras detrás BMC tuvo que empezar a quemar a Oss. A falta de 50 km., en el segundo ascenso del Oude Kwaremont, Gilbert se puso en cabeza y sin levantarse del sillín comenzó a abrir hueco, mientras a su rueda Trentin favorecía el corte. A partir de ese momento comenzó el festival de Gilbert, mientras por detrás Trentin y Boonen marcaban al resto. Vanmarcke se fue al suelo al meter la rueda trasera en una junta de dilatación (parece mentira que sea flamenco) y una vez se dio caza al grupo del que había partido Gilbert, Boonen tuvo problemas mecánicos antes de su amado Taainberg.
El segundo momento decisivo: Gilbert se avanza en el segundo paso por el Oude Kwaremont |
Gilbert fue devorando los muros con solvencia, aporreando los pedales, con sus característicos chepazos, tan alejados del pedaleo redondo, mecánico e hiperfluido al que nos tenía acostumbrados Cancellara sobre estas rampas. Koppenberg, Taaienberg, Steenbeekdries, Krusiberg...iban cayendo uno a uno ante un Gilbert voraz, desconocedor de la fatiga. Mientras tanto detrás, en el último minuto, Sagan y Van Avermaet intentaban subsanar su catastrófico error de colocación en el Kapelmuur, dando caza a Felline y van Baarle, que marchaban intercalados, y llevándose consigo a Olivier Naesen y Yoann Offredo. A pesar de los síntomas evidentes de debilidad de Gilbert, la suerte se alió con él. En el último paso por Oude Kwaremont Sagan lanzó su desesperado ataque, pues el valón todavía gozaba de aproximadamente un minuto de ventaja. El eslovaco arrancó sentado, sin lograr despegarse de Van Avermaet y Naesen, aprovechando al máximo el exiguo espacio de tierra entre el adoquinado y las vallas. La maldición del arco iris le cayó a plomo, como en Vía Roma, y se fue al suelo después de enganchar el manillar con la chaqueta de un espectador. Tras él se empotraron los dos belgas.
El tercer momento decisivo: Sagan se va al suelo, junto con Naesen. Van Avermaet huye. |
La specialized del eslovaco acabó hecha trizas, como bien sabe por experiencia propia Contador con bicicletas de ese fabricante. En cambio, la BMC de Van Avermaet estaba completamente intacta, y allá que se lanzó a la caza de su ex-compañero de equipo. Gilbert alcanzó la cima del Paterberg con notable sufrimiento, y en el interminable y anodino llano hasta Oudenaarde fue un goteo continuo de segundos en favor del trío trasero, formado por Van Avermaet, van Baarle y Terpstra. Aun así, Gilbert tuvo tiempo de hacer la innecesaria estupidez de bajarse en los últimos metros de su bicicleta, cruzando la línea a pie y alzándola sobre su cabeza, a la manera de Simeoni y Rosa.
Una gran victoria fastidiada por una mala foto |
La victoria de Gilbert ha dado lugar a múltiples polémicas: si Gilbert actuó por libre al lanzar su ataque lejano, si fue una apuesta inteligente, si hubiese llegado sin la caída de Sagan... discusiones estériles, pues "a toro pasado" es indudable que tan determinante como la caída de Sagan fue el error de colocación de él y Van Avemaert en el Kapelmuur. Lo que para mí no hay duda es de que la victoria de Gilbert ha supuesto el triunfo del ataque lejano sobre las especulaciones y demarrajes salvadores de último minuto, algo que también intentó Cancellara el año pasado y le salió también mal; ha supuesto el triunfo del Kapelmuur, con todo su encanto, sobre la rampa insustancial del Paterberg; y también la victoria de un Gilbert que se "cuida" tanto como en 2011 sobre las "terapias de ozono" de Van Avermaet. Un Gilbert atacante que se agradece que vuelva a la primera línea del ciclismo internacional, al menos para introducir un poco de variedad en el dualismo Sagan-Van Avermaet de los últimos tiempos.
Exquisito relato de una magnífica edición.
ResponderEliminarA mí el gesto en meta, tampoco me ha gustado. Como a culquiera que le guste el ciclismo. Un beso en el manillar, y listo.
Exquisito relato, insisto. GRACIAS.
Gracias a ti, por supuesto.
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