lunes, 29 de junio de 2020

LA TREGUA

Pocos acontecimientos inducen a escribir una nueva entrada, pero hay que dejar constancia de alguna manera de lo que está sucediendo en estos meses extraños. Porque en realidad la historia está más en el recuento por escrito de los acontecimientos que suceden que propiamente en lo que sucede en realidad. Así pues, hay que levantar acta de estos días extraños. En ellos se ha producido un leve destello en mitad de las tinieblas: la vuelta a la competición en Eslovenia, de la que luego hablaré. Dentro de unas semanas veremos si no ha sido una apuesta demasiado arriesgada, como la de sus ex-compatriotas serbios con el tenis.


Aunque sin duda lo que ha copado las noticias estos días – dada la ausencia de noticias sobre temas tan poco trascendentes como los deportivos – ha sido la irrupción efímera de un nuevo patrocionador en el World Tour. La archiconocida Manuela Fundación. Su paso por los pelotones, con diseño de maillot incluido, ha sido tan fugaz como polémica. Habían embaucado incluso a Stefano Garzelli y parece ser que a parte del staff de los australianos de Mitchelton también. Sin embargo, el culebrón parece que todavía no ha acabado.


Todo esto ha venido a demostrar dos cosas: la mafia en la que se ha convertido el World Tour, con su sistema cerrado de licencias que induce a la endogamia y al “pasar por caja”, y la nueva realidad de los patrocionios ciclistas. Sobre este apartado habla en uno de sus últimos artículos Sergio Palomonte en su blog de referencia.


Detengámonos un momento en este último punto. Ha pasado ya el tiempo en el que el ciclismo era un deporte popular, con un seguimiento más o menos masivo, sobre todo en algunos momentos señalados del año. En Italia, el ciclismo con el Giro hacía su entrada espectacular en la televisión y la prensa una vez acababa la liga de fútbol. En España, la Vuelta podía coincidir con las últimas jornadas ligueras, mientras que en Francia el fútbol nunca fue competencia, pero sí los días de vacaciones permitían a la gente tener un relato del que poder hablar en ese periodo de tregua en el que las obligaciones y la política cesan. Ese tiempo ya ha pasado, con sus luces y sus sombras. Se podría decir que el tiempo en el que el ciclismo era seguido por gente “ajena al mundillo” o no practicante del ciclismo ya es historia, y a ello ha contribuido sin duda alguna el propio ciclismo, cavándose su tumba con una sucesión ininterrumpida de casos de dopaje, a los que no ha sabido ni querido poner freno. En ese sentido, las sustancias cambian pero la esencia ha permanecido, en un mundo demasiado cerrado y acostumbrado a prácticas ilegales, perpetuadas de generación en generación. A ello se añade un nuevo aficionado, con tendencias talibánicas, que aparta de su deporte al aficionado puntual. Es una tendencia en la que todos hemos incurrido en algún momento, dadas también las características de este “aficionado puntual”, cada vez más adocenado por una prensa deportiva de calidad menguante. Como daño colateral, se ha apartado del ciclismo al aficionado no practicante. Algo extraño: imagínense que en el fúbtol todos los aficionados que llenan los estadios, incluidos aquellos de banderas y símbolos dignos del periodo de entreguerras, supieran no solo chutar un balón, sino aguantar el ritmo de todo un partido.


Pues eso es lo que sucede en el ciclismo. A resultas de lo cual han ido desapareciendo aquellos patrocinadores destinados a un consumidor masivo y anónimo, para dar paso a tres tipos de patrocinadores: las marcas de bicicletas, las empresas paraestatales y las empresas tapadera. Hagamos un poco de historia. Las primeras empresas en entrar en el ciclismo se asociaban a productos “varoniles”, como los licores y las bebidas alcohólicas (Saint-Raphaël, Carpano, Cynar, Margnat, Licor 43, Wiel's, Pelforth...). Pero si uno revisa los equipos que existían en los años 60, 70, 80 y 90 se encuentra empresas de todo tipo. Empresas de alimentación y bebidas (Ghigi, Molteni, Kas, La Casera, Safir, Maes, Vini Riccordi, Cantina Tollo, Tonissteiner, Gerolsteiner). Empresas relacionadas con el nuevo boom económico de los 60-70, como automóviles (Ford, Fiat, Renault), televisores (Philco, GBC, Televizier, Werner tv, Sonolor) o electrodomésticos (Ignis, Fagor, Super Ser). Empresas de textiles y de modas (Filotex, La Redoute, Z vetements, Navigare). Empresas relacionadas con el hogar, en todas sus vertientes: pinturas (Histor), muebles de cocina (Salvarani, Scic, Ferretti, Del Tongo, Gemeaz, Teka, Jolly), parqués (Collstrop), muebles (Rokado, Vermeer Thijs, Novostil), cerámica y azulejos (Jollj, Ariostea, Refin). En los 80 irrumpieron incluso las empresas japonesas (Toshiba, Panasonic, Hitachi), aprovechando el momento del boom de Nakasone previo al colapso de principios de los noventa. A cuenta gotas, con el aumento de seguimiento del ciclismo, fueron apareciendo empresas de servicios, como aseguradoras (Helvetia, Gan) o bancos (Banesto, Credit Agricole, Rabobank), superficies comerciales (7 Eleven, Supermercati Brianzoli, Castorama, Mercatone Uno, Casino, Bigmat) e incluso las apuestas estatales (Lotto, Once, Française des Jeux). Aunque en general pervivían marcas modestas, con productos claros y definidos: colchones (Magniflex, Dormilón, colchón CR, Relax), helados (Gis, Sammontana, Miko, Sanson, Magiglace, Ijsboerke, Capri Sone), puertas (Alfa Lum, Mavisa), empresas lácteas (Alpilatte, Clas, Brescialat, Milram)...En los 2000, como caso particular español, las campañas turísticas de las comunidades autónomas hicieron florecer los equipos sufragados con dinero público, a fondo perdido, algo muy propio de la época (Illes Balears, Xacobeo, Euskadi, Andalucía, Costa de Almería, Comunidad Valenciana...). En muchos casos, se daba el caso de la irrupción de marcas que se hacían la competencia: Kas-La Casera, Sanson-Gis, Patatine Pata - Amica Chips, Panasonic-Toshiba-Hitachi...

Cintas de vídeo PDM (Peter Van Petegem), cosméticos Malvor (Robert Dill-Bundi), aluminios Reynolds (Julián Gorospe), sucedáneos de café Leroux (Seamus Elliott).



Las crisis económicas y la crisis inherente al ciclismo ha ido cambiando todo este panorama. Se mantienen las apuestas estatales o las empresas paraestatales, así como portales turísticos, aseguradoras y servicios financieros. Pero fueron las marcas de bicicletas las que invirtieron en el ciclismo para hacer de él su particular escaparate, aprovechando y fomentando un consumismo creciente en torno al deporte (BMC, Cervélo, Cannondale, Trek...). Como contrapartida, como resultado de esta extensión masiva y contemporánea de la salud y la práctica del deporte (y la presunción a él aparejada),  ha aparecido otro tipo de practicante de la bicicleta que apenas tiene interés en el deporte ciclista, algo completamente ajeno a otros deportes. Imaginen a alguien que se junta con los amigos los fines de semana a jugar a fútbol o a baloncesto y que no tenga ni idea de sus respectivos deportes, no solo de nombres, sino de reglas y tácticas básicas...


Pero lo más interesante y característico de estas últimas décadas de tribulación ha sido el aterrizaje en el ciclismo de los oportunistas y de las satrapías (Astana, Katusha, UAE Emirates, Bahrein). Unos buscan el lavado de dinero, otras el lavado de imagen. Hubo casos anteriores de “emprendedores” que apostaron por el ciclismo, con marcas de dudosa fiabilidad o que ni siquiera se sabía qué vendían. El caso más conocido quizá sea el de Bernard Tapie y su La Vie Claire. Pero en estos últimos tiempos se ha visto una sucesión de personajes y marcas que se desconoce qué venden (High Road, Leopard, Tinkoff). La Fundación Manuela no era más que un apéndice en esta lista, aderezado con el componente cañí.


Cambiando de tercio, del otro apartado del que quería hablar es de la vuelta a la competición. Una competeción circunscrita solo a Eslovenia, donde se han disputado los campeonatos nacionales. Una competición que hubiese suscitado un interés muy tangencial de haber sido otras las circunstancias: pero en estos días, ha sido un faro en mitad de la niebla. El ciclismo esloveno está viviendo una edad de oro y el resultado de la prueba en ruta ofrece un podium espectacular, al igual que la de crono. Aunque sin duda lo que más llamó la atención fue la desastrosa retransmisión del evento, que tuvo un seguimiento masivo dada la sequía actual de competición que estamos viviendo. El desastre fue mayúsculo, aunque será recordado con simpatía. Las cámaras de la moto enfocaban al dúo delantero, Roglič y Pogačar, cómo no. Entraban en el último kilómetro de ascensión. Primero el saltador, segundo el wunderkinder. De golpe la realización picha la cámara de meta, en la que se ve entrar en solitario a Roglič. Un salto temporal impresionante, un teletransporte que ni en La Mosca. Tercero fue Mohorič, el predestinado. La crono, que no tuvo imágenes, ha sido para Pogačar, en este tanto monta-monta tanto característico de los últimos tiempos. Esta vez el tercero ha sido Jan Polanc.


Poco más hay que contar. Quizá el revuelo que causó el divertido vídeo de Sagan como connaisseur de arte, y la polémica añadida de su participación en el Giro en detrimento de las clásicas pedrusqueras. Una polémica artificial, para hablar de algo. Sin duda vale más una París-Roubaix que una etapa en el Giro, pero Sagan es libre de optar por aquello que más prefiera o que más dinero le reporte. Desgraciadamente, aún quedan unos meses para la vuelta real a la competición.


3 comentarios:

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  2. Muy interesante el estudio publicitario. Me gustaría añadir que en los casos de Tinkoff y Tapie, más que una marca comercial, lo que éstas personas pretendieron vendernos es su supuestamente exitoso modelo de vida. Nos intentaron vender su propio ego. Eso es lo que quisieron vendernos. El común denominador de ambos es que han acabado con problemas tanto en los tribunales como ante sus respectivas haciendas

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    1. En efecto. Porque, como me comentaron por twitter, realmente La Vie Claire sí era una marca reconocida con anterioridad al patrocinio del equipo ciclista y la llegada de Tapie.

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