Terminada la París - Roubaix, las imágenes se agolpan en la cabeza, buscando su orden correcto. Algunas reclaman más atención que otras, como niños llorones. En realidad no sé por dónde empezar. ¿Por la caída de Pogačar? ¿Por el bidonazo de un indeseable? ¿Por la fuerza bruta de van der Poel? ¿Por el reloj que causa heridas? Quizá por el tiempo, el más recurrente de los temas de conversación cuando no se sabe qué decir. Con respecto a este apartado, el sueño húmedo de algunos de una París - Roubaix mojada se fue al traste. El cielo estaba cubierto y lechoso, el sol no asomaba, pero las lluvias de la noche habían hecho que apenas hubiera polvo en los tramos adoquinados, y el tímido sol fue encargándose poco a poco de compactar el barro y de evitar cualquier imagen relacionada con la épica.
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La photo finish. |
¿Cómo seguir la crónica? (A ver, se puede continuar con las predicciones, es lo más socorrido.) No hacía falta recurrir al adivino de Astérix y Obélix para saber quién iba a subir al pódium, no son estos tiempos para apostadores ni entendidos. Todo lo que se saliera de una victoria de van der Poel o de Pogačar entraba en el terreno de la excentricidad, de la herejía incluso. La presencia de Pogačar era, como casi siempre sucede, una promesa de grandes momentos. Al parecer, el relato dice que había impuesto su participación ante sus jefes, al modo de un hijo que desoye los consejos del padre y decide estudiar la carrera de su agrado y no derecho. Pero, algo de planificación habría, digo yo. ¿Para qué si no habían fichado este año a Florian Vermeersch?
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Bien cuit en meta. Pero volverá. |
En realidad, si uno observa en conjunto la carrera de forma desapasionada, comprobará que no se ha alejado mucho a una de Fórmula 1, puesto que los incidentes mecánicos y las salidas de pista han sido determinantes. Para ser sinceros, yo en eso de los coches me quedé en los tiempos de Schumacher, así que mis referencias van a ir referidas a aquel periodo, ya del pasado siglo. Los cambios de neumáticos, incluso los repostajes, han sido determinantes, como si a los mandos del coche de UAE y Alpecin no fueran Fabio Baldato y el hermano enfadado de los hermanos-no-sé-qué, sino Jean Todt y Ron Dennis. Alargando un poco el chicle de la metáfora de los bólidos, ha habido incluso adelantamientos al límite y algún semi-atropello. Si no, que se lo digan a Pogačar.
Pero no adelantemos acontecimientos. La carrera amaneció loca, con muchos ciclistas luchando por meterse en la fuga. El viento era fuerte y favorable, y en la fuga de la jornada se colaron Jonas Rutsch (del Intermarché - Wanty) y Markus Hoelgaard (del Uno X), dos de los grandes protagonistas del día. También estaba Lazkano, pero a diferencia de los dos compañeros de fuga antes mencionados, el vasco no llegó entre los diez primeros, sino el último (quizá sea el momento de poner los pies en la tierra con ese tema). Una vez formada la fuga, se fueron pasando los primeros sectores, y la trouée de Arenberg se cruzó sin incidentes, con Pogačar en cabeza, más tarde sobrepasado por van der Poel. Van Aert pasó en posiciones más traseras, yendo de menos a más a lo largo de la jornada. En el grupo seleccionado de los favoritos, había corredores interesantes e inesperados, como Brennan, Fedorov o Kubiš.
Las sorpresas iban a durar poco. Los grandes tenían ganas de batalla en este ciclismo que se está pareciendo cada vez más a esas luchas callejeras televisadas en forma de deporte (esas en las que hay un hispano-georgiano), con un intercambio constante de golpes. También hubo su dosis esta vez de caras ensangrentadas (Piernodoyuna Küng, quién si no). Mathieu van der Poel fue el primero en lanzar su directo: en el asfalto, a falta de 87 kilómetros. Su acción seleccionó el grupo, reduciéndolo a cinco corredores: él mismo, más Pogačar, Pedersen, Philipsen y Bissegger. Este último invitado quizá haya leído mi entrada inaugural del año, en la que comentaba que debía reinventarse en otro corredor que disputase algo más que cronos. Dio una gran impresión.
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Van der Poel no se aguanta. |
Entonces se vivió uno de los primeros momentos de la prueba: el repostaje. Los cinco ciclistas de cabeza pasaban en armonía a los relevos, pero Pogačar parecía cansado, como si la carrera se hubiese activado demasiado pronto y la situación no fuese del todo acorde a sus intereses. De hecho, Pogačar había pasado poco al relevo, gesticulando, tocándose los muslos. Faltaban 82 kilómetros para meta, un mundo. Este grupo de cinco no llevaba mucha ventaja con sus perseguidores, pero no fue impedimento para que el coche de UAE, conducido por Fabio Baldato, se presentase de golpe, adelantando como una exhalación a coches, motos y ciclistas, a fin de atender raudo a su líder en apuros. Fue una extraña situación de carrera: o bien el coche de Baldato se saltó todas las normas, o bien se le permitió pasar, incurriendo el director de carrera en un cierto favoritismo. La cuestión es que ahí estaba, surgido de la nada, dispuesto a embestir a todo bicho viviente que se interpusiese en su camino, como Christine, el coche asesino. Llegados a la altura de Pogačar, desde la ventanilla del copiloto Marco Marcato le alcanzó un botecito milagroso (un brebaje anticalambres), que le sentó francamente bien al esloveno, a la luz de los acontecimientos posteriores. El único riesgo de todo esto fue que, en la maniobra, su coche de equipo casi lo atropella. Más tarde, también van der Poel recibiría su bálsamo de Fierabrás.
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La dinamita. |
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Algún día los coches de UAE provocarán una desgracia. |
La carrera fue durante un tiempo cosa de estos cinco ciclistas, hasta que a Pogačar se le ocurrió devolver el golpe. En el tramo entre Tilloy y Sars-en-Rosières, a falta de 70 kilómetros, Pogačar lanzó su ataque, que vino acompañado de un pinchazo de Pedersen (otro malchanceux), por el cual quedó eliminado definitivamente para la victoria. Mathieu van der Poel recogió el guante, reduciendo con gran rapidez la distancia ganada por Pogačar, y una vez en el asfalto decidió no pasar al relevo, a la espera de que entrase Philipsen. Este llegó. Ahí estaba Philipsen, pegado a la rueda de las dos figuras indiscutibles, con su silueta compacta que tanto recuerda a la de especialistas como Van Petegem y Degelkolb. En su estilo había algo clásico, pues pasaba los adoquines cogido de la cruceta. Con esa presencia incómoda, Pogačar debería haber dejado de relevar, y lo hizo con más timidez a partir de entonces, aunque su temperamento fogoso e impaciente le impedía ser realmente ahorrativo.
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Sandwich de filete esloveno entre el primero y el segundo de las dos últimas ediciones (foto de Franck Faugère/L'Équipe) |
Así se llegó a uno de los momentos cruciales de la carrera (uno de los tantos que hubo). A la salida del tramo cinco estrellas de Mons-en-Pévèle, a falta de 45 kilómetros, Mathieu van der Poel se pone en cabeza sin ninguna necesidad. Su táctica hasta el momento había sido la de no forzar, favoreciendo las opciones de su compañero Philipsen, que iban creciendo. Pero Philipsen parecía padecer en todos los tramos de pavé. En realidad, en la cadera de Philipsen se veían los rasguños y rozaduras de una caída temprana en el asfalto. Llegados a ese punto, van der Poel se puso en cabeza y, sin medir sus fuerzas, destapó involuntariamente todas las cartas, mostrando la debilidad de Philipsen. Pogačar no tuvo piedad y decidió prolongar el esfuerzo de van der Poel, a fin de descolgar a Philipsen. Acababa de esa manera la posible pinza de los Alpecin, que habían perdido de golpe su superioridad numérica.
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Philipsen descolgado involuntariamente por van der Poel. |
Las dos figuritas iban a disputarse el triunfo, la cuestión radicaba en saber cuál de las dos aguantaría más. El ansia fue de nuevo la peor consejera de Pogačar: decidió ir a por todas en el siguiente tramo, entre Thibault y Ennevelin. Lanzó su aceleración, e iba tan cegado por su deseo de destrozar a van der Poel y resolver de una vez por todas la carrera, que no vio que había una curva. Cogido de las manetas, se fue recto y acabó cayendo al suelo, sin graves consecuencias pero sí con una salida de cadena. Mathieu van der Poel, más experimentado y hábil en todo tipo de superficies, trazó la curva a la perfección. Pogačar intentó meter la cadena, rodeado de una barahúnda de aficionados, algunos con buenas intenciones, otros haciendo el ganso, todos nerviosos por la trascendencia del momento. El coche, tan raudo la anterior vez, dispuesto a pasar por encima de todo tipo de obstáculos al modo de un monster truck, tardó esta vez en llegar una eternidad, y el cambio de bici no fue todo lo rápido que hubiera deseado Pogačar. Tardó casi 30'' en resolver la situación. Van der Poel no esperó, puesto que en la París - Roubaix no se puede esperar: sería imposible esperar a todos los corredores que caen o pinchan. Quedaban 38 kilómetros para meta.
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La caída... |
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...y el caos.
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La salida de pista desde otro ángulo. |
De esta manera, comenzó una nueva fase de la carrera, una en la que se vivió un bonito duelo a distancia entre van der Poel y Pogačar. El esloveno pudo acortar diferencias en un primer momento, pero la distancia quedó estancada entre los 12 y 15 segundos. La posición de Pogačar parecía de nuevo demasiado erguida, frente a la más compacta de van der Poel. El pulso se mantuvo mucho tiempo, más del que debería ser recomendable por motivos de salud (tanto para los ciclistas como para los telespectadores). Finalmente, poco a poco, a la manera de granos de arena de un reloj, Pogačar fue cediendo. Pero hablando de relojes...El reloj pijo que luce Pogačar por motivos exclusivamente publicitarios le estaba comenzando a hacer una rozadura sangrante en la muñeca. Otro hubiera lanzado el reloj a la cuneta o lo hubiera machacado pasando por encima, pero Pogačar es un joven demasiado respetuoso, sobre todo con unos patrocinadores de pelaje complejo. De querer exagerar un poco, podríamos decir que el maldito peluco le estaba desangrando a la manera de un cilicio de un ultracatólico con la Semana Santa en el punto de mira. A todas estas, tampoco llevaba el computerino, olvidado en la primera bici que había tenido que cambiar a toda prisa.
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La moda me incomoda. |
El pulso seguía parejo y van der Poel entró en el tramo de Templeuve, a falta de 33 kilómetros. Se llegaba a tramos cada vez más abarrotados de gente, en ese estadio al aire libre que son los campos de la zona de Valenciennes. Entonces, un subnormal de los que le buscan las cosquillas a van der Poel, le tiró un bidonazo en plena cara. Un acto delictivo que merecería una noche en los calabozos. No fue el único tonto de la jornada, puesto que también le tiraron cerveza. Posteriormente el imbécil del bidón se acabaría entregando, arrepentido de una tontería quizá favorecida por el alcohol y por el ambiente hooliganesco con el que se vive la rivalidad van Aert-van der Poel en el ciclocross. De todas maneras, su acción fue deliberada, no un despiste o un acto atribuible a la excitación que genera en algunos la presencia de las cámaras. Debería haber recibido in situ un buen manotazo por parte de van der Poel, con esa mano grande de pelotari o de campesino que tiene (también digna de Gómez de la Serna).
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El momento del botellín. Poco antes le da en plena cara. |
Entonces, cuando la diferencia iba aumentando a ritmo lento, Pogačar decidió parar inexplicablemente a cambiar de nuevo de bici. Faltaban 20,9 kilómetros para meta. Este segundo cambio no fue provocado por un pinchazo, como se dijo en un inicio, puesto que la presión de ambas ruedas parecía la idónea. Esto dio lugar a todo tipo de especulaciones, las que existen desde Cancellara. Poco después se sabría la verdad: el freno le rozaba, o quizá el propio Pogačar, apreciando sus fuerzas menguantes, empezaba a notar enemigos en todos lados, incluso en la mecánica. La ventaja a favor de van der Poel estaba aumentando, ese roce se le estaba colando en el cerebro, cuando quizá todo fuese falta de fuerzas: a saber. La cuestión es que decidió cambiar de bici y el pulso se pudo dar por finalizado: la carrera ya estaba en manos de van der Poel, de camino a igualar a Lapize y Moser con tres Roubaix consecutivas.
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Canyon ganó a Colnago. |
Aun hubo un pequeño giro de guion, con un pinchazo de van der Poel en el Carrefour de l'Arbre. El neerlandés fue menos considerado con su bicicleta. La tiró directamente al suelo, pero propició un cambio rápido, que apenas le hizo perder resuello. Sucedió pues lo mismo que en Glasgow: un poquito de spicy en el final, pero poco más. Van der Poel gozaba de ventaja suficiente como para tener un imprevisto.
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El último imprevisto. |
Mientras tanto, el grupo de los mortales perseguía con van Aert, remontando desde atrás, Pedersen, Bissegger, Florian Vermeersch y dos supervivientes de la fuga inicial, Rutsch y Hoelgaard. La fatiga le llegó a Philipsen, que sería superado por estos e incluso por otro grupo trasero. De ese grupo perseguidor se destacaron van Aert, Pedersen y F. Vermeersch, los que todavía contaban con más fuerzas en la recámara, y por un momento dio la impresión de que podían dar alcance a Pogačar, francamente destruido. Tampoco van der Poel iba mucho mejor, pero su reloj de pijo, de la misma marca que el de Pogačar, no generaba estigmas en su coriácea piel. Apretando los dientes, resoplando, con un rostro enrojecido digno de Trump, parecía padecer incluso en el liviano tramo Crupelandt, ese que los campeones suelen sobrevolar como si nada.
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La lucha por la tercera posición entre Wout van Aert, Mads Pedersen y Florian Vermeersch. |
De todas formas, Mathieu van der Poel tuvo tiempo de celebrar, con levantamiento de bicicleta incluido. Había maltratado a una Canyon con anterioridad, pero ahora había llegado el momento de hacer buena publicidad. Levantó los dedos, indicando tres a la manera germánica (véase Malditos bastardos), un número que quizá sea provisional. Pogačar iba a entrar a 1:18, algo recuperado, saludando y sonriendo. Podría decirse que había pagado la novatada, pero se habrá quedado con ganas de volver. Por detrás Pedersen ganaba el sprint a van Aert y Florian Vermeersch, entrando los tres a 2:11. El danés dejaba así la cuestión de los pódiums dentro de la normalidad. Más tarde les llegó el turno a Rutsch, Bissegger y Hoelgaard. Completarían el top-ten Fred Wrigth y Laurenz Rex, llegados desde atrás y a los que la realización apenas enseñó en ningún momento de carrera. Es la séptima vez que Pogačar y van der Poel comparten pódium de una gran carrera (Flandes 2023, Glasgow 2023, Lieja 2024, Zürich 2024, Sanremo 2025, Flandes 2025 y Roubaix 2025).
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Tres.
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Pedersen consigue el tercer puesto. |
Ha sido una clásica plagada de momentos, de imágenes. Habían ganado los actores esperados, pero al menos habían llegado tostados a la meta, bien cocinados, a la parrilla casi. En el pódium continuaba la agonía, con Pogačar haciendo muecas raras, de dolor, de cansancio, de ganas de irse a casa ya, mientras a su lado van der Poel escuchaba el himno con cierta marcialidad. Unas tímidas patas de gallo asomaban en su rostro serio, e incluso en las entrevistas había parecido emerger bajo su rostro, al modo de una sombra, la cara de viejo afable de su abuelo. Había habido lucha, incidentes, polémica y miradas de estrés postraumático. Había ganado el nieto de Poupou, escribiendo una página más de su mito personal. El ganador del Tour había rendido como nadie lo hacía desde los tiempos de Merckx. El público podía irse a casa contento.
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Pogacar le robó a van der Poel el protagonismo en las duchas.... |
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...pero con truco. |
Ya que comentas el tema del "brebaje". Sé que son casi seres mitológicos tocados por la varita de la genética y tal...Pero todos los que hemos montado en bicicleta hemos tenido pájaras y desfallecimientos y sabemos que una vez que entras en ese umbral, no recuperas hasta pasados horas o incluso días. Pogacar no echa un trago al líquido-elemento; simplemente se moja los labios. Cuando lo vi en directo, y luego la estratosférica recuperación, no daba crédito.
ResponderEliminarPor otra parte, a Philipsen se lo carga su propio compañero de equpo. Se ve claramente desde la toma aérea del helicóptero: Pogacar, muy hábil, huele la sangre y ve que es el momento de eliminarlo para igualar la contienda.
Gracias por el post. Acorde una grandiosa carrera
El momento del "brebaje" fue como señalas, apenas un trago. Según dicen, es una bebida a base de electrolitos y sales, y la recuperación fue francamente milagrosa. A mí en general me sorprendió mucho Pogačar, puesto que, aunque sabía que lo haría bien, esperaba más dominación de van der Poel en los tramos de pavé. Realmente la diferencia se produjo por una mayor habilidad y conocimiento del terreno por parte de van der Poel, así como por un mejor material.
EliminarSobre el movimiento de van der Poel, fue un error táctico, aunque más pronto o más tarde Philipsen habría acabado cediendo. Se le veía sufrir bastante, y aunque no pudieron ejercer ambos presión sobre Pogačar, las cuentas les acabaron saliendo. Por parte de Pogačar sí que hubo demasiado altruismo en los relevos, pero siempre corre así, desinhibido, y parece difícil poder cambiarlo a estas alturas. Su estilo ofensivo le funciona, y de qué manera; no tiene motivos para cambiarlo.
Aunque estos ciclistas actuales sean algo realmente histórico, de ver para creer, y ofrezcan carreras antológicas prácticamente cada fin de semana, sí que agradecería la aparición, aunque fuera puntual, de algún corredor nuevo. Es el ingrediente que le falta a este "nuevo ciclismo".
Muchísimas gracias por tu comentario, Pablo.
La verdad es que a mí el rendimiento de Pogacar me sorprendió enormemente. Volvemos a ese punto en el que si no es por Van der Poel, probablemente hubiera ganado de manera relativamente fácil. La primera vez que corre en Roubaix (aunque no su primera experiencia en adoquines). Es alucinante, más allá de lo creíble que pueda resultar a cada uno, claramente es un fenómeno único. Y ya no solo por sus capacidades, sino por su ambición y por su interés en ser uno de los grandes históricos.
ResponderEliminarSobre lo que comentáis, sigue corriendo de una única manera, pero a mí me dolían los ojos al verlo relevar en una fuga de 3, siendo dos de ellos compañeros (y 1º y 2º en los últimos años). Como ya se comentó hace unas crónicas, echo en falta esa pillería de no querer relevar cuando no te interesa.
Y por último, comentar los dos episodios más lamentables que vi. El primero lo del bote a Van der Poel, que representa todo lo malo de la sociedad, sinceramente. La frustración, el odio... me pareció muy triste. Y lo segundo lo del coche de UAE adelantando de manera engorilada para llegar a Pogacar. He leído que esos botes mágicos que cortan los calambres existen, si es que era eso, pero de toda la vida tenía entendido que esto no era así, y sobre todo, no de manera tan rápida, que no hay nada que tenga tal efecto súbito cuando deviene un problema muscular que causa calambres. Pero bueno, supongo que habré andado confundido toda la vida, o que UAE está por encima de todo.
Lo bueno de todo esto, al igual que en Sanremo, es que Pogacar volverá. Y a su favor tiene esos cuatro años de diferencia con Van der Poel, aunque habiendo empezado a arrasar tan joven, a saber cuánto dura esta capacidad de rendir casi sobre humana.
Gracias por las crónicas y los comentarios! Saludos!
La picardía en los pequeños grupos es algo que parece perdido, y a algunos corredores, en exceso generosos, les vendría bien recuperarla. En el caso de Pogačar supongo que influirá el hecho de haber tenido que recurrir pocas veces a la táctica, dadas las piernas que tiene siempre. Otros corredores ganarían algo más si no pensasen solo en pasar fuerte a los relevos: pero es lo que impera ahora, el buen rollo, a veces excesivo.
EliminarSobre lo del bote, la verdad que no soy experto en esos temas, pero sorprende el efecto casi instantáneo que produjo. Yo de todo ese asunto me quedo con el salvaje adelantamiento del coche de UAE, sancionable bajo todos los puntos de vista.
Garcias por comentar, como siempre. Los comentarios completan la entrada de la mejor manera posible.
Ironías del destino, Pogacar con su táctica arrasadora es el mejor gregario para un MVDP que ve como el otro le va eliminando a rivales tan o más rápidos que el holandés en un sprint reducido (incluso a su compañero Philipsen), con lo cual su táctica (en todos los monumentos de este año) se limita a seguir la rueda de Pogacar en los ataques, y luego a jugar con el fuego sin quemarse de entrarle al relevo.
ResponderEliminarEl esloveno por su parte, no es que esté sacando lo que se dice malos resultados (más de uno y de dos habrían vendido su alma a Eufemiano/Michelle por estos podios), pero se está topando contra un muro que por ahora sólo sabe abrir por fuerza bruta (Flandes)... y en este equilibrio de fuerzas, eso que ganamos los aficionados.
¿Debería Pogacar correr más tapado para buscar algo de sorpresa (Sanremo-2024) o esperar el momento de poder contraatacar al holandés? Pues aún sin saber la respuesta, las veces que hemos visto doblar la rodilla a Van der Poel también han sido porque lo han llevado a la extenuación y/o ha topado con alguien más rápido que él al sprint que además sabía que tenía que buscar ese sprint largo para desfondarlo.
En la previa, en uno de los múltiples análisis del material que usan los ciclistas, rescato dos detalles:
- Van der Poel iba a correr con la bici aero, que gracias a su técnica era capaz de volar sobre el adoquín.
- Van Aert iba a correr con el sistema de control de presión de neumáticos.
Ignoro si finalmente fue así, pero eso explica/justifica que el duelo final en asfalto vaya para el de Alpecin; y por otro lado la remontada del otrora segundón, y ahora abonado al cuarto puesto.
En cualquier caso, es sencillamente fantástico el rendimiento de Pogacar en su primera participación en una carrera que se supone de especialistas, y no solo por el resultado sino por la forma de afrontar los tramos siempre colocado con solvencia -y eso que UAE desaparece relativamente pronto-. Me quedo con este detalle, para pensar que volverá y eso que ganaremos los aficionados.
Precisamente ayer se impuso Pogačar en la Flecha Valona, la otrora prestigiosa clásica, que es la que menos táctica requiere y sí más fuerza bruta.
EliminarEs una incógnita saber si en la Lieja logrará desmarcarse del todo de Evenepoel o si este último podrá darle alcance en el tramo final en bajada hasta Lieja. Contra todo pronóstico, cuando Pogačar parece más necesitado de tomarse un respiro, inflige a sus adversarios una paliza mayor (Plateau de Beille el año pasado, este ayer en Huy).
En cuando a la París -Roubaix, el material influyó, también el conocimiento del terreno, aunque para ser su primera participación puede considerarse todo un éxito. Es curioso que los UAE no hayan apostado casi en las cla más por esa horrenda colnago aero, después de haberla cacareado tanto. Tan solo la han llevado en Sanremo.
Un saludo y gracias por comentar!
"en las clásicas", quería decir.
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