domingo, 3 de diciembre de 2017

ALGUNOS TESTIMONIOS RECOGIDOS EN "GIRO 100" DE HERBIE SYKES

Para el aficionado al ciclismo con  el otoño llega la larga travesía del parón invernal, lo que vienen a ser varios meses sin su droga. Tradicionalmente el mono se combatía con ciclocross, algo de ciclismo en pista y en los casos más extremos, con etapas repetidas en Youtube. Pero ahora también la lectura puede ser un remedio para mantener controlada la adicción. De hecho, la literatura sobre ciclismo está viviendo ahora una "edad dorada" (o burbuja). Más bien se diría que se está convirtiendo en normal lo que en otros países es ya algo habitual, aunque en el caso español es más bien un fenómeno a rebufo del empuje anglosajón. De esta forma se han publicado biografías, autobiografías, libros de recortes periodísticos, libros de relatos e incluso alguna novela. Se ha tenido acceso en castellano, entre otros, a las fantásticas autobiografías de Kimmage y Fignon o a los artículos de Buzzati sobre el Giro de 1949.   

Sin embargo voy a hablar hoy de un libro que he leído este año y que no tiene edición en castellano ni en ninguna otra de las lenguas oficiales: Giro 100 de Herbie Sykes. Se trata de un bonito homenaje del escritor británico al centenario del Giro, publicado por Rapha. El mismo escritor y la misma editorial habían publicado ya anteriormente Maglia Rosa, un cuidado libro con fabulosas fotografías y textos igual de interesantes sobre los entresijos de la historia del Giro. En él se habían relatado los grandes hitos del Giro, los grandes duelos y las grandes gestas, y cómo no, también las múltiples "teorías conspirativas" que rodean a ciertos momentos. Es bien conocido el objetivo de la marca de ropa/editorial británica: acercar al público anglosajón la historia del ciclismo en toda su elegancia y riqueza, pero sin obviar los detalles peliagudos del dopaje, con la pretensión de airear la falsa idea de que el ciclismo actual (más anglosajón que europeo) es más limpio y más transparente que el del pasado. En definitiva, que el ciclismo "ha cambiado". Pero los libros de Sykes son tan buenos que podemos pasar por alto ese burdo detalle.



En el caso de Giro 100, Sykes no relata la "gran historia del Giro" sino que da voz a las vivencias personales de antiguos participantes del Giro, ya sean ciclistas, directores deportivos, periodistas, fotógrafos o simples aficionados. Los testimonios más suculentos son los de los ciclistas anónimos, que cuentan sus inicios (siempre humildes, siempre esperanzadores, siempre frustrados) y sus padecimientos (en las largas etapas de montaña, bajo la tiránica batuta de un líder caprichoso, en fugas condenadas al fracaso). Todo ello acompañado de fotografías sacadas de los archivos personales de los protagonistas.

Destacan testimonios conmovedores como el del siciliano Benedetto Patellaro, ganador de una etapa en el Giro de 1981 que dedica a su padre enfermo, o las "grandes epopeyas" del modesto equipo Filcas en 1974 o del Alexia alluminio en 2002, ganador del Giro con Paolo Savoldelli y dos gregarios más. Sin embargo, lo más interesante es lo que dicen los pequeños ciclistas acerca de los grandes. Es curioso que los testimonios, en su mayoría de ciclistas italianos, incidan siempre en dos cosas: la admiración hacia los grandes campeones extranjeros (Anquetil, Merckx, Hinault, Indurain) y el desprecio hacia los de casa, a los que se suele acusar, sin muchos reparos, de tiranos o tramposos. Gimondi y Moser se llevan los palos más gordos. Entre los italianos, sólo se salvan Coppi y sobre todo Bugno.

Nada más acabar la lectura del libro, elaboré un pequeño compendio de estas impresiones sobre los grandes ciclistas, italianos y extranjeros, en general chismorreos, "batallitas", anécdotas o prejuicios. En parte, destripo algo del contenido del libro, pero quizá a alguien le interese para abrir boca. Aquí os lo dejo:




<<Adorni, Vittorio

Según Marino Vigna, D.S. del Faema, Adorni le solicitó que sería bueno crear de un “fondo de financiación”, para disponer de dinero durante el Giro de 1968.

Anquetil, Jacques

Según Angelo Ottaviani, Anquetil era todo un caballero. En una etapa que terminaba en Pesaro, Ottaviani pinchó a falta de 40 km. Fue cazado por el grupo de Anquetil, que había pinchado previamente, y cuando uno de los gregarios de Anquetil le acercó un bidón al campeón francés, éste se lo ofreció a Ottaviani para que bebiese primero.

Según Franco Cribiori, Anquetil fue el más fuerte de los ciclistas, pero no el mejor ciclista. Señala que solía rodar a cola de pelotón; cuando se formaba una fuga peligrosa y era advertido por su D.S. para que ganase posiciones en el pelotón, decía “ça va” y a continuación se ponía a tirar él mismo hasta que acababa con la fuga. Una vez cazados, volvía a cola de pelotón.

Pietro Zoppas señala que Anquetil era todo un caballero, que lo trataba siempre como si fuese un campeón.

Armstrong, Lance

Según el D.S. Domenico Cavallo, tanto Ullrich como Armstrong fueron muy dañinos para el ciclismo en general y el Giro en particular. Provenían de países sin tradición ciclista y su focalización exclusiva en el Tour fue muy perjudicial para el Giro.

Bartali, Gino

El corredor de la San Pellegrino Fiorenzo Tomasin señala los defectos de Bartali como D.S., especialmente en materia económica. Sólo disponían de un masajista y de apenas ropa, porque Bartali solía regalar los maillots del equipo a los sacerdotes. Para ahorrar, prefería que el equipo pernoctase en una residencia religiosa o convento que en un hotel.

Basso, Ivan

El periodista Claudio Gregori señala que Basso es un buen chico (lo que reafirma diciendo que conoció a su mujer, a sus adorables hijos y a su perro Birillo), pero ello no le exime de una sanción de por vida después del caso Fuentes. Es plenamente responsable de sus actos, pues tomó la decisión táctica de doparse, y volver a la competición “no le absuelve”.

Bitossi, Franco

Ugo Colombo señala que Bitossi, aun siendo compañero de equipo suyo durante muchos años (en concreto su líder en Filotex), se alió con Gimondi en el Giro de 1971 para arrebatarle la maglia rosa.

Bugno, Gianni

Según Gianluigi Stanga, Bugno en el Giro 1990 en ningún momento vio peligrar la maglia rosa. Lo califica de persona tímida y modesta, pero extremadamente carismática.

En el litigio entre el neoprofesional Florido Barale y Pierino Gavazzi, su experimentado líder, durante el Giro de 1990, Bugno consoló al joven corredor, muy molesto con la actitud cascarrabias de su líder, diciéndole que en su primer año de profesional en Atala, Gavazzi le había hecho exactamente lo mismo (es decir, no hablarle si no era para llamarle la atención).

El fotógrafo Fabrizio Delmati utiliza a Bugno como ejemplo para señalar lo que ha cambiado el ciclismo. Según él, no tenía inconveniente en llamarle para realizar una sesión de fotos, sin intermediarios, algo impensable hoy en día.

El periodista Paolo Viberti habla de su buena relación con Bugno (sus hijos son de casi la misma edad, y cuando se encontraban no hablaban de ciclismo, sino de sus hijos), sintonía que estuvo a punto de venirse abajo cuando Viberti publicó un artículo en 1994 sobre Bugno y su amante (“Bugno, escapada por amor”). Bugno le recriminó su acción, diciéndole que qué pensaría su hijo si viese la misma noticia con él como protagonista.

Enrico Zaina señala que Bugno era un campeón con mucha dignidad, a diferencia de Chiappucci.

Chiappucci, Claudio

Según Gianluigi Stanga, Chiappucci no tenía la misma clase que Bugno, ni con la bici ni sin ella.

Enrico Zaina señala que Chiappucci tenía “importantes defectos como persona”, a diferencia de Bugno.

Chioccioli, Franco

Mario Beccia señala que Chioccioli seguramente fue avisado del recorte imprevisto de la subida al Gran Sasso en el Giro de 1985. Este recorte pilló desprevenidos a tres de los cuatro escapados, Lejarreta, Visentini y al propio Beccia. 

El periodista Paolo Viberti señala que la imagen de Chioccioli temblando en el hotel, con la maglia rosa puesta, medio inconsciente, después de la etapa del Gavia en 1988, es una de las imágenes que más recuerda del Giro.

Cipollini, Mario

El periodista Claudio Gregori muestra su malestar por la presencia de Cipollini (el Pavarotti del ciclismo) en la presentación del Giro, habiendo estado relacionado con el doctor Fuentes.

Coppi, Fausto

Pietro Zoppas señala que Coppi le trataba como a un ahijado y le dio un importante consejo que no puede revelar, aunque finalmente acaba haciendo: que tomase “la bomba”.

De Muynck, Johan

Franco Cribiori, su D.S. en Brooklyn, señala que perdió el Giro de 1976 con Gimondi por ser demasiado deportivo. Esperó a Gimondi cuando se cayó en la etapa 18, y en la etapa que llegó a Bérgamo fue demasiado conservador, reservándose para la etapa posterior, una crono, cuando debería haber atacado a Gimondi, que estaba bastante maduro. Según Cribiori, a De Muynck le faltó ambición y por ello mismo “el Giro de 1976 lo perdió él solo”.

Aldo Gios señala que De Muynck fue el más fuerte del Giro de 1976. Añade que si la crono final se hubiese disputado en Flandes y no en Bergamo -ciudad de Gimondi-, De Muynck habría ganado el Giro.

Baronchelli señala que Moser prefería que ganase el Giro de 1978 De Muynck a un italiano, porque De Muynck no competía con él por ganar el favor popular de público italiano. 

Gavazzi, Pierino

Florido Barale, que compartió equipo y habitación con Gavazzi en su primer Giro, en 1990 (teniendo Gavazzi 39 años), señala que apenas le dirigía la palabra. La única vez que le habló fue para regañarle por tirar sin sentido, interviniendo en la discusión Bugno (ver Bugno).

Gaul, Charly

El gregario Angelo Cestari señala que Gaul no tenía muchos amigos en el pelotón porque era muy tacaño con sus gregarios. Sólo tenía de su lado a su fiel Marcel Enrzer. Los demás querían que perdiese el Giro, sobre todo Bobet: por ello en 1957 se unieron para atacarle mientras orinaba.

Gimondi, Felice

Aldo Gios señala que ganó el Giro de 1976 gracias a que la contrarreloj final y decisiva frente a Johan De Muynck se disputó en Bérgamo, su ciudad. “Que cada uno saque de ello las conclusiones que quiera”.

El ciclista Simone Fraccaro señala que Gimondi le obligaba a empujarle en las subidas.

Ugo Colombo señala que en el Giro de 1971, cuando Gimondi había perdido el Giro, le atacó cuando llevaba la maglia rosa, llevándose consigo a Pettersson y Van Springel. Según su versión, Gimondi había conseguido el acuerdo de prácticamente todo el pelotón para desbancarlo, pues no podía tolerar que un italiano “del montón” liderase la clasificación.


Pietro Guerra, gregario suyo en Salvarani, señala que habitualmente tenía un carácter gruñón, que se acrecentó notablemente en el Giro de 1971 cuando Motta, aquel año en Salvarani, atacó al resto junto a Gösta Pettersson camino de Potenza.

Hinault, Bernard

Ennio Salvador cuenta una anécdota relacionada con Hinault y el Giro de 1982. Salvador corría su primer Giro y decidió atacar al comienzo de una etapa. Cuando fue cazado poco después, el propio Hinault le cogió del maillot y comenzó a insultarle, de manera que Salvador también le insultó. Al finalizar la etapa, el DS de Salvador le dijo que debía disculparse con Hinault, porque cuando había atacado estaba orinando y los equipos de los sprinters se habían puesto a tirar, hecho que había sido aprovechado por Bianchi para poner en dificultad a Hinault.
Al día siguiente, en el control de firmas, Salvador se sentía intimidado para hablar con Hinault, buscaba las palabras justas para disculparse. Sin embargo, fue el propio Hinault el que le llamó aparte y se disculpó por su actitud durante la etapa anterior.

Phil Edwards, gregario de Moser, señala que en el Giro de 1980, en una etapa en los Apeninos, Hinault se colocó en cabeza, lanzó una mirada a sus adversarios como la de un poseso, y lanzó un ataque devastador, que fue la mayor demostración de fuerza que vio durante toda su carrera deportiva.

Indurain, Miguel

El ciclista Marco Saligari señala que Indurain no solo le felicitó por su victoria de etapa en 1992, sino que encargó una botella de champagne para que Saligari y su equipo (Ariostea) lo celebrasen en el hotel.

Franco Cribiori señala que Indurain era consciente de que no necesitaba ganar etapas para hacerse con la clasificación general.

Merckx, Eddy

Según Marino Vigna, D.S. de Faema, fue él quien convenció a Merckx de “dejar ganar” de vez en cuando al resto, a fin de ser más diplomático. De todas formas, no lo pudo conseguir hasta después de la mítica etapa de las Tre cime di Lavaredo.

Según Matteo Cravero, Merckx le impresionó durante la disputa del Giro de 1969. En una etapa con viento camino de Terracina, se formaron abanicos y Merckx, no contento con rodar en cabeza, decidió escaparse en solitario. En esa misma etapa, y principalmente debido al fuerte viento, una grada portátil se vino abajo, muriendo un niño aplastado. Cravero atestigua que Merckx estaba muy afectado.

Simone Fraccaro señala que Merckx se convirtió en su “fan” después de que terminase tercero en la Tirreno-Adriatico de 1974. Señala también que se apiadó de Fabrizio Fabbri en una subida. Fabbri había estado empujando durante casi toda la subida a su líder, Felice Gimondi, y viendo su padecimiento, Merckx decidió empujarle a él. Después les preguntó a Fabbri y Fraccaro cómo se dejaban tratar así.

En 1971 Giancarlo Bellini se convirtió en gregario de Merckx en Molteni. Cuenta cómo en la Milán-Sanremo de ese año se encontraba falto de fuerzas y rodaba a cola de pelotón. Entonces Merckx se descolgó hasta su posición y con mucha educación y cortesía le explicó cuál era la función de un gregario: contribuir a su victoria para conseguir parte del dinero del premio.

Gianni Motta reconoce que él no era un auténtico campeón, mientras que Merckx sí que lo era, porque sin tener unas cualidades físicas mejores que las de los demás, era capaz de llevar a su cuerpo más allá del límite del dolor, haciendo cosas imposibles. 

Moser, Francesco

Su masajista Bruno Ragona señala que contó con un preparador polaco, Zmuda, quien, aparte de diseñar planes de entrenamiento que solo alguien con las aptitudes físicas de Moser podía cumplir, le enseñó la importancia de los valores sanguíneos.

El ciclista Gianni Zola cuenta que, como gregario de Moser, era consciente de que el campeón trentino exigía una disponibilidad al 100%, pero como aspecto positivo, ser gregario suyo daba mucho dinero, pues siempre estaba en las plazas de honor. Para Zola, Moser es el corredor más dotado que ha conocido y verle fuera del top ten de cualquier carrera era tan raro como “ver llover en el Sáhara”. Cuenta cómo se cabreó mucho con la actitud individualista de Harald Maier en la París – Roubaix de 1986, y cómo quería siempre algún suizo o austriaco en el equipo “por razones fiscales”. Zola abandonó el equipo de Moser y el ciclismo en general después de las cosas que vio en el Giro de 1986, relacionadas con los doctores Ferrari y Conconi.

Baronchelli recrimina a Moser ser una persona rencorosa, que tan solo corría pensando en su popularidad de cara al público italiano. Tenía a la prensa en el bolsillo y sabía manipularla: “quería ganar el Giro con la boca porque no podía hacerlo con las piernas”. Ganaba a los rivales en la “guerra psicológica”. Lo compara en ese sentido con José Mourinho. Contaba también con un grupo de tifosi dispuesto a empujarle en las subidas y a bloquear a los corredores rivales.

Pantani, Marco

Según Gianluigi Stanga, director del Polti, Pantani dio positivo en Madonna di Campiglio y los que dicen que hubo una “mano negra” detrás o no saben de ciclismo o quieren hacer negocio de su muerte.

Paolo Lanfranchi señala que Pantani era una persona muy reservada, que no parecía tener muchos amigos, pero que era correcto con los demás. Señala que no confiaba en la gente, de manera que los pocos con los que hablaba debían sentirse agradecidos, pues Pantani les dirigía la palabra sólo si consideraba que merecían la pena.

El periodista Claudio Gregori recuerda la discusión que mantuvo con un un presentador de TV a raíz de la expulsión de Pantani en 1999. El periodista pensaba que Pantani si había engañado debería irse a casa, el presentador en cambio se llevaba las manos a la cabeza, pues decía que Pantani les hacía ganar 7 millones diarios.

Saronni, Giuseppe

Alessandro Paganessi señala que Saronni le pidió que tirase para él (cuando militaban en equipos diferentes) simplemente con una mirada. Se conocían de tiempo, pero Paganessi prefirió jugar sus opciones en la etapa a tirar para Saronni a cambio de dinero.

Gianbattista Baronchelli señala que la llegada de Saronni y su rivalidad con Moser supuso definitivamente el final de sus aspiraciones como ciclista en el Giro, pues vinieron “siete u ocho Giros imposibles de ganar”.

Ullrich, Jan

Según el D.S. Domenico Cavallo, tanto Ullrich como Armstrong fueron muy dañinos para el ciclismo en general y el Giro en particular. Provenían de países sin tradición ciclista y su focalización exclusiva en el Tour fue muy perjudicial. En concreto, Ullrich tomaba el Giro como una carrera preparatoria.

Venturelli, Romeo

Romeo Venturelli era conocido como “el nuevo Coppi”porque batió a Anquetil en una crono. Pietro Zoppas cuenta una anécdota sobre el año en que se lució la maglia rosa. Se presentaba la etapa del Terminillo y Venturelli se había atiborrado de pepinillos en vinagre la noche anterior. Antes de la subida, Venturelli comenzó a sentirse mal y le dijo a su gregario Zoppas que iba sediento: éste le cedió su bidón, que apuró de un trago. Sin embargo, Venturelli seguía sediento. Zoppas tuvo que salirse de la ruta para buscar un bar y conseguirle una botella de champagne. También él estaba sediento. Cuando se la acercó a su líder, éste no le dejó ni una gota. Al llegar al Terminillo le vino una tremenda pájara. Zoppas dice que Meo Venturelli era un tipo tosco y maleducado, pero no por propia voluntad, sino por la educación que había recibido.

Visentini, Roberto

Según Davide Boifava, su director deportivo, Visentini perdió el Giro de 1987 en Sappada a causa de un colapso psicológico, no físico. Si hubiese tenido la cabeza de Roche, habría conseguido lo que se hubiese propuesto como ciclista, incluso ganar el Tour.

Remo Rocchia fue gregario de Visentini en el Giro de 1978. Señala que Visentini no era muy diplomático. Cuando estaban ascendiendo un puerto, Visentini le dijo que se descolgase para cogerle una gorra para afrontar el descenso. Rocchia se descolgó, cogió la gorra del coche de equipo, volvió a remontar posiciones con mucho esfuerzo y se la entregó a Visentini, pero éste protestó porque no le había traído “la gorra roja”.

Marco Groppo destacó en el Giro de 1982 como gregario de Van Impe en el Metauro mobili. Sin embargo, en el Giro de 1983 su rendimiento fue peor al mismo tiempo que vivía un romance con una azafata de la carrera. Tuttosport y De Zan airearon el asunto, tanto que Roberto Visentini, el auténtico playboy del pelotón, le dio las gracias personalmente, ya que los medios le habían dejado por fin en paz.>> 



Cuando pase el tiempo, será bastante curioso saber qué se dice de los corredores actuales, de Contador, Quintana, Nibali, Froome y demás. 

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