"Cycling isn't for people who want definitive answers. Like readers of novels or film fans, cygling aficionados constantly move between wild abandonement and cold hearted post-race analysis. That's what passion is all about: being dazzled, but also wanting to understand."
Esta precisa descripción de la esquizofrenia del aficionado ciclista leí ayer en Rouleur. El aficionado se debate entre el apasionamiento y la sospecha, entre el "ser deslumbrado" por la belleza darwinista de la competición, y el "querer conocer" la verdad que se oculta tras ésta.
Leí esto a propósito de un artículo dedicado a un libro sobre ciclismo de un escritor belga, llamado curiosamente Herman Chevrolet, titulado Het feest van list en bedrog, algo así como Un festín de astucia y traición. El libro aparentemente parece ser la enésima recopilación de momentos de la historia ciclista, tan plagada de épicas y leyendas de dudoso origen. Pero la aportación de Chevrolet va más allá. No se detiene y se regodea en la repetición y el acrecentamiento vulgar de la leyenda, sino que más bien se centra en aquellos momentos en el que las astucias, jugarretas, trampas, chupadas descaradas de rueda o intereses profesionales y económicos han decidido carreras. Los momentos en los que se han intercambiado sobres de dinero entre las ammiraglie. Los momentos en los que quién pasaría primero la línea de meta se ha decidido en una conversación en italofrancoespañol a un quilómetro de meta entre un ciclista belga y otro italiano. El libro parace intentar descubrir también las motivaciones que se ocultan tras un corredor que no da relevos, u otro que en cambio los da cuando no debería hacerlo por intereses de equipo, u otros compartamientos aparentemente inexplicables que muchas veces se han dado en el ciclismo.
Este tipo de "apaños", que se esconden detrás de ciertas victorias tanto o más que el doping, engrosan en parte la literatura ciclista. Son conocidos o sospechados, e incluso algunas de estas transacciones pueden convertirse en leyenda. Muchas veces no son solo decisivos los acuerdos económicos, sino también las simples enemistades, deseos de venganza o intereses egoístas. El auténtico aficionado al ciclismo da todo esto por sentado, aunque pueda parecer raro a algún neófito: se considera una "particularidad" del ciclismo en cuanto deporte profesional. En el ciclismo coexisten de forma no siempre equilibrada los egoísmos y ambiciones individuales con las lealtades y subordinaciones al colectivo, o al que paga. En pocos deportes, como con cinismo y cariño mostraba Le Vélo de Ghislain Lambert, se da una relación tan esclavista como la que existe entre un líder y su gregario: pero también en pocos deportes los premios se reparten equitativamente entre los miembros de un equipo (e incluso repartiendo un poco también entre los de otros con tal de que no ganen).
Aquí algunas perlas del tal Herman Chevrolet, cargadas algunas de ellas de un sutil cinismo:
"Actually, cycling is not a sport. (...) It's closer to film and literature. The riders are heroic figures. To understad (cycling), we need to look at the motives for creating road races in the first place - to sell newspapers and bicycles.
Fair play was way down on the agenda - and still is, but for some reason we insist on judging riders on irrelevant criteria. Film buffs don't ask Hollywood stars how they achieve their performances; actors don't receive doping bans"
(Sobre el ciclismo limpio)
"It's a real tragedy, because clean cycling wouldn't be cycling. Filth and dirt is at the very core of the drama that is cycling."
"Greed, not moral hygiene, is the driving force"
(Sobre Vinokourov, prototipo de personaje siniestro, mafioso y astuto)
"Vinokourov looks set for a career in politics. He's definitley got what it takes. Cycling is the perfect school".
(Sobre Armstrong, otro que tal baila)
"The Texan's journey would make a great Scorsese movie"
"To become a great rider you have to kill your mother and father first."
"Cycling is a Catholic thing. It may seem trivial, but it partly explains why it isn't understood in non-Catholic countries. (...) In Catholicism sins are forgivable and thus seen more leniently."
Todas estas citas hay que leerlas con ironía (supongo). Como se explica en el artículo, el autor no es un partidario de la "barra libre", al menos total, sino más bien alguien cansado de la "histeria" del anti-doping, alguien que reconoce estoicamente que doping y deporte profesional es un binomio inquebrantable, y que relaciona las actuales cruzadas en pos de la limpieza con una sociedad en excesivo moralista y frívolamente preocupada por la salud (por el tofu, señala). Tampoco creo que el escritor en cuestión sea un defensor a ultranza del homo homini lupus hobbesiano en todos los ámbitos de la vidal: aunque en el terreno de la competición ciclista, lo considere un buen desinfectante frente al buenismo. En mi opinión, los principios morales, tan útiles para convivir en sociedad, no tienen nada que decir ni aportar en el ámbito del deporte y el arte. Con ello no me refiero al doping, sino a la defensa que hacen muchos del fair play, sin entender en el fondo las motivaciones egoístas e interesadas que se esconden tras éste (muchos no se dieron cuenta de que cuando Indurain dejaba ganar, lo hacía más para ganarse aliados que por "deportividad", de la misma forma que cuando Cancellara paró la carrera en el Tour de 2010 no lo hizo porque se hubiese caído medio pelotón, sino para que se reincorporase Andy Schleck). Si lo miramos por el lado irónico, las sanciones por doping incluyen cierto dramatismo a las carreras.
Se puede acusar a tales opiniones de ser conscientemente cínicas. Puede ser. Ante una temporada que se augura gris e insustancial, sobrevolada por sospechas, prefiero tomármelo a guasa. El ciclismo es un deporte que exige una fidelidad a prueba de ídolos y patriotismos. Exige una fidelidad a veces por encima incluso de la moralidad (pues el aficionado verdadero puede encontrarse sumido en el dilema moral de disfrutar de algo aun sospechando de su naturaleza fraudulenta). Precisamente por ello, el ciclismo no es para el aficionado que quiere respuestas directas o definitivas, como decia en la cita inicial el periodista de Rouleur. No siempre gana el mejor, ni siquiera el mejor preparado, sino el más astuto, el que tiene menos escrúpulos.
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