domingo, 27 de julio de 2025

DÍA 20. NANTUA - PORTARLIER (184,2 KM)

El Tour se aproxima a su final, con toda la clasificación general inalterable. ¿Toda? ¡No! Un irreductible francés, del que casi nadie había oído hablar al principio de este Tour, consiguió ascender a la décima posición: Jordan Jegat. Eso sí, a más de media hora del líder. Todo ello aprovechando un día para las escapadas. Amaneció con lluvia en Nantua y esta no les abandonó hasta la meta en Portalier, en un recorrido ondulado por el Jura, en paralelo a la frontera suiza. La resolución de la fuga fue muy sorprendente, con la victoria de un sprinter en solitario, Kaden Groves. Un sprinter que ha demostrado que se defiende bastante bien en las subidas, a pesar de sus tremendos gemelos, y que dio a Alpecin su tercer triunfo de etapa, con su tercera estrella, ya que las otras dos ya estaban en casa.

7 etapas en la Vuelta, 2 en el Giro, 1 en el Tour. Otro que se une al club de etapas en las tres, como Wellens.


La fuga costó mucho en formarse, dado que era la última oportunidad para muchos corredores. Muchos parecían tener esta etapa apuntaba en el calendario. De esta forma, se rodó a muerte durante los primeros sesenta kilómetros, con ataques de casi todos los protagonistas del Tour en lo que supone desquicio por las fugas: Abrahamsen, Schmid, Simmons, Healy...Finalmente, tras los dos primeros altos de montaña, se formó un gran grupo, con Tim Wellens, Matteo Jorgenson, Ewen Costiou, Pascal Eenkhoorn, Simone Velasco, Iván Romeo, Harry Sweeny, Jake Stewart, Frank van den Broek, Romain Grégoire, Matteo Trentin y Jordan Jegat. 

La posición peligrosa de Jegat en la general comprometía la viabilidad de la fuga, de modo que recibió un trato especial por parte de la mafia, consistente en manos alzadas, amedrentamientos e insultos. Van den Broek, con su cara del niño de Mad, recibió instrucciones directas a tal efecto desde el coche. Velasco lo hizo de una forma más sibilina y discreta, con insultos constantes. Incluso también recibió alguna reprimenda de Sweeny cuando se marcharon los dos por delante. En fin, la mafia del pelotón expresándose en todo su esplendor. También Groves tuvo unas palabras con Wellens, que quería de nuevo ratear relevos: el fornido cuello de Groves, más recio que el de Fernando Alonso, debió intimidar a Wellens, que finalmente acabó pasando como uno más. 

Parole, parole, parole. O parolacce. 

Sweeny no quiere compañía y lo expresa de mala manera. 


Sweeny se quedó delante a falta de cincuenta kilómetros. ¿Podría hacer la de Wellens el otro día? Este australiano llevaba completando un Tour bastante bueno, casi siempre como sostén del indomable Healy. De todas maneras, por detrás había ritmo todavía. Cuando se quedaron por detrás Wellens y Jorgenson, los dos corredores que daban más miedo, el resto comenzó a forzar. Absorbieron a Sweeny en la última cota e Iván Romeo comenzó a forzar la marcha, con la mala pata de hacerlo en la bajada. A falta de 21 kilómetros, entró pasadísimo en una curva y el asfalto deslizante hizo el resto: se metió una buena torta, acabando con todo el costado magullado. Con él cayó también Grégoire, que corría en casa y tenía anotada la etapa. La realización se quedó pendiente de la reincorporación de Grégoire al grupo, mientras todo se jugaba por delante. 

Romeo en la cuneta, después de la caída. 


Mientras tanto, por detrás los Jayco finalmente cedían en su persecución. Habían luchado para que Jegat no arrebatara el puesto a O'Connor, pero en realidad no contaban con efectivos en el pelotón principal: primero había sido Schmid el que marcaba el ritmo, completamente destrozado tras una caída, y más tarde tuvo que ser el propio O'Connor el que diese la cara. Tras mucho tiempo con el viento de cara, O'Connor decidió desistir: en realidad él ya había conseguido su etapita. 

Tras la caída de Romeo y Grégoire, quedaron solos delante Groves, Stewart y van den Broek. Van den Broek, sabiéndose el más lento, se mantenía a rueda. La realización se comió el ataque ganador, solo mostró a Stewart reprendiendo a van den Broek por no responder al ataque de Groves. El sprinter australiano se había marchado. Faltaban 16 kilómetros a meta. 

Pontarlier reconstruida, después de ser arrasada en 1639 durante la Guerra de los Treinta Años, por parte de las tropas franco-suecas (la ciudad pertenecía al Franco Condado, de la Monarquía Hispánica de los Habsburgo). 


¿Podría aguantar? Y tanto que aguantó. El resto de corredores de la fuga marchaban disgregados y agotados, y en el semblante de Groves, oculto bajo unas horrendas gafas aerodinámicas, no se veía asomo de fatiga. Su cuello se tensaba, su cuerpo de toro intentaba acoplarse al máximo a una posición aerodinámica, mientras sus gemelos, como antebrazos de Popeye, subían y bajaban. Los directores de Alpecin le metieron un poquito el coche para tapar viento lateral, y de esta forma consiguió su etapa en el Tour, a añadir a las conseguidas ya en Vuelta y Giro. Los Alpecin habían podido sobreponerse a la caída inicial de Philipsen y a la retirada esperada de van der Poel. 

No recuerdo a un sprinter ganar en solitario desde Abdujaparov en 1996.


En resumen, la etapa estuvo muchísimo más entretenida que las últimas de montaña. A falta del último día, puede decirse que este Tour ha tenido etapas de llano y media montaña más entretenidas que las etapas de montaña. Tan solo ha tenido dos o tres días realmente no disputados, dos de ellos ganados por Milan, un corredor que ha aprovechado al máximo la sobredimensionada puntuación de las metas volantes y su colocación al principio de la etapa en los días de montaña. En realidad, la regularidad no se aleja mucho de aquellas clasificaciones que ganaba Miguel Ángel Iglesias. 

Firmando maillots como quien cuenta con rayas en la pared de la celda los días que quedan para obtener la libertad.  


 

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