El Tour está pidiendo desesperadamente terminar, ofreciendo al aficionado un par de etapas alpinas para olvidar, por completo anticlimáticas. ¿Ha sido la primera semana, disputada con gran intensidad, la que ha deparado esta tercera semana anodina? ¿Por qué Pogačar pone a trabajar a su equipo, para al final acabar cediendo la victoria? ¿Por qué Vingegaard sigue diciendo a la prensa que todavía queda Tour, si finalmente no ataca en el último día más o menos complicado? Está siendo una semana que exige mucha paciencia. Mientras tanto, Arensman ha conseguido su segundo triunfo de etapa, algo con lo que el Ineos no contaba, precisamente en un momento en el que se está hablando del pasado más turbio del equipo.
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Segundo triunfo de etapa para Arensman en este Tour. Saliendo esta vez desde el grupo principal. Solo nueve equipos han ganado etapa de momento. |
El día comenzó con la noticia del recorte de la etapa. No se iba a subir Saisies, de manera que la etapa pasaba de 129 a 95 kilómetros. El motivo: una posible protesta de ganaderos, debido al sacrificio de unas reses afectadas por una enfermedad contagiosa. De todos los motivos de recorte de etapa, este era realmente novedoso.
La etapa no tuvo mucha historia, se puede resumir de un plumazo: en el primer puerto, el Col du Pré, se marcharon por delante Roglič, Lenny Martinez y Valentin Paret-Peintre. Roglič, al que le da igual hacer cuarto que noveno en la general, buscaba la etapa. Por detrás, UAE mantuvo la situación más o menos bajo control, por debajo del minuto, y en el llano posterior, cuando la lluvia comenzó a arreciar, Tim Wellens hizo una nueva demostración de fuerza, dando caza a todos los fugados.
Parecía que UAE sí iba esta vez a por la victoria. Pero los hechos sucesivos iban a desmentir esa apreciación inicial. Al principio de la subida de La Plagne Arensman atacó, esta vez desde el grupo de favoritos. Pogačar respondió a su primer ataque, pero no ya al segundo. Parecía esperar que fuese Vingegaard el que respondiera, pero el danés se mantuvo soldado a su rueda, sin ademán de pasar delante. Por su parte, Vingegaard parecía tener miedo de salir en persona a por Arensman, para luego ser rematado por Pogačar en meta. Mientras Arensman abría un hueco no demasiado holgado, Pogačar marcaba un ritmo más o menos cómodo detrás. Aun así, solo le seguían Vingegaard y Lipowitz.
La diferencia de Arensman disminuyó en el último kilómetro, pero le valió de todos modos. La aceleración tardía de Vingegaard dejó a la parejita a 2 segundos del ganador. El sprint de Pogačar no fue lo que se dice brillante. Recordaba al de Le Lioran, sentado, con dificultad para imprimir fuerza a los pedales. Vingegaard hizo segundo, perdiendo así su gran opción de ganar una etapa. Aun así, la diferencia de velocidad era tan grande entre Arensman y los otros dos, que Pogačar, algo tostado, no pudo evitar colisionar con un miembro de la organización que se puso por en medio para empujar a Arensman una vez pasada la línea de meta.
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Un "espontáneo" va a liarla. Pero en circunstancias normales, Pogačar lo hubiese intentado esquivar un poco. |
Por su parte, Lipowitz parece que ha acabado afianzando su tercera posición. La mala gestión del día anterior por parte de su dirección de equipo había dejado a Onley a un paso del pódium, pero tras sacarle una pequeña diferencia podía respirar un poco más tranquilo. Su compañero y sensei Roglič, que tanto le ayudó en la subida al Ventoux (el último momento realmente interesante de este Tour), se desentendió durante la subida de La Plagne de todo compromiso con la general, abocado a un desgaste quizá demasiado temprano durante la etapa.
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Roglič a 12 minutos. No tiene nada que demostrar ya. |
Para descanso o decepción de muchos, el récord de la Plagne sigue intacto, en manos de Miguel Indurain. La desidia, el marcaje, el desgaste mental y físico, quizá la enfermedad, y un tiempo lluvioso, habían producido que una etapa corta, que podía haberse disputado al ritmo loco de aquella de Riis en 1996 en Les Arcs, se hubiese disputado a un ritmo por fin normal.
En fin, una etapa un tanto sosa, finalizada con cierta desidia. Pogačar parece cansado, no se sabe por qué causa, si por la presión constante del Visma, por el agobio mediático del Tour o simplemente porque está acusando la última semana. No da tanto la impresión de enfermedad como de cansancio mental, con varios días en los que no puede mostrar su poderío. Como si se le hubiese impuesto no hacerlo. Por su parte, Vingegaard no ha hecho intento alguno de aprovechar esa supuesta debilidad de su rival. También él parece agotado, mental y físicamente, por la impotencia de no poder inquietar a su rival y también, cómo no, por ese mismo ambiente asfixiante del Tour. Una presión mediática y grupal constante que parece que este año se está convirtiendo en una losa más pesada que la propia carrera.
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