Después de la etapa del Ventoux, corrida a gran velocidad, el pelotón se tomó la etapa de ayer de forma relajada, dando lugar a una etapa bastante insulsa. En otro tiempo, esta etapa de transición habría sido para la fuga, pero con los tiempos de fuera de control tan laxos de los últimos Tours, los equipos de los sprinters están apenas desgastados. De hecho, Girmay y Merlier se aprovecharon de la medida de gracia de la ampliación del fuera de control antes de la crono de Peyragudes.
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Milan consigue su segunda victoria, Italia respira. |
La ampliación del fuera de control fue una de las tantas medias del años del covid que vinieron para quedarse. Con esta medida, el organizador se congraciaba con los equipos y se quitaba de encima posibles marrones, como el de las repescas masivas de corredores. Esta medida le vino fenomenal a Cavendish para poder acabar su último Tour, a más de seis horas del ganador. No en vano era una atracción para cierto público, él y su récord. Ya sin Cavendish, este año el organizador se ha sentido con las manos libres para poner menos etapas de sprint en el menú.
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Etapa tranquila: el líder quiere chocolate, pero su multimillonario equipo no tiene. |
La etapa de ayer partía de Bollène, una localidad que hace siglos formaba parte de un enclave papal, el condado Venaissin, junto a la ciudad también papal de Avignon. Este pequeño territorio fue de los papas hasta la Revolución Francesa. El final de la etapa estaba localizado en Valence, ciudad de fundación romana (como todas las valentia), a las orillas del Drôme.
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En marrón, en pequeño, el condado Venaissin y Avignon. Pasó a ser Francia después de un plebiscito en 1791. |
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El enclave papal en detalle. El Mont Ventoux, entre Bédoin y Carpentras, era de los papas. |
De salida se formó un cuarteto fugado, con el que el pelotón estuvo jugando al gato y al ratón durante casi toda la etapa. Estaba formado por Bourgaudeau, Pacher, Abrahamsen y Albanese, algunos nombres bastante habituales y que ya han brillado en este Tour. La etapa no tuvo más emoción que ver a van Aert escaparse a destiempo, mientras Milan penaba en la cola en las pequeñas ascensiones de la jornada. Abrahamsen fue el que alargó más la fuga, entrando en los últimos diez kilómetros.
Castillo de Suze-la-Rousse, de estilo renacentista, al inicio de la etapa.
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Abrahamsen haciendo méritos para que le den la combatividad en París. Pero este año, habiendo ganado una etapa, no sé si le concederán este premio de consolación. |
En este último tramo comenzó a llover, lo que añadió peligrosidad a una etapa en la que apenas se estaba luchando por la posición. Entonces, en la entrada al último kilómetro, llegó el habitual estrechamiento de la calzada, provocado por el vallado y la pancarta: un clásico de Preudhomme, Gouvenou y compañía, junto con la meta en curva. Cómo no, la caída tuvo lugar, esta vez en posiciones bastante delanteras, de modo que unos diez velocistas quedaron por delante para disputarse la victoria, mientras el resto del pelotón quedaban bloqueado por la caída. Con Merlier cortado y Girmay caído, Milan no tuvo mucha oposición. Tan solo Meeus se le acercó, mientras que De Lie casi hizo el afilador con el gigantón italiano. Con esta segunda victoria, Milan afianza su posición en la clasificación de las metas volantes, perdón, la clasificación de los puntos.
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Girmay, uno de los más afectados por la caída. Veremos si sale hoy. No está siendo su Tour. |
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