jueves, 18 de abril de 2024

¿GANÓ ZAMBANINI?

En pocas ocasiones anteriores la Flecha Valona había acaparado la atención de este espacio. Normal que así fuese. ¿Las cinco victorias de Valverde se habían podido distinguir entre sí? ¿O las tres de Alaphilippe? Todas se resolvieron igual, año tras año, en el mismo punto. Vista desde la distancia, podría decirse que esa repetición de momentos de año en año tenía algo de estético, de gesto ritual o esencialista, al modo de Ozu repitiendo siempre un mismo encuadre. Pero no nos engañemos, aquello fue un tremendo rollo. Reducida a una carrera de apenas dos minutos y medio de emoción, el campeonato del mundo de los sprints en cuesta se había convertido en un desfile de caretos importantes, antes de la estocada final. Ayer se vio algo distinto: quizá no caretos importantes, pero sí caretos congelados.

 

Stephen Williams tras su expedición en el Ártico.


La Flecha Valona de ayer fue una de las ediciones más duras de los últimos tiempos. Aunque acabó como siempre, la carrera llegó a la última ascensión completamente destrozada, a causa de un tiempo muy adverso, con lluvia intensa, frío e incluso aguanieve en algunos momentos. ¿Habría existido espacio para la sorpresa de no haberse dado esas condiciones, inhumanas casi? El disfrute ante una Flecha Valona diferente dejaba de esta manera un regusto amargo a otros tiempos, aquellos en los que tan poca consideración se mostraba por el bienestar físico de los atletas. De hecho, terminaron la prueba solo 44 ciclistas, con algunos equipos abandonando en pleno, como UAE, Ineos o Intermarché - Wanty. Los grandes favoritos sobre el papel, Pidcock, Hirschi y Skjelmose, se descolgaron completamente congelados en el segundo paso por el muro de Huy. Ayuso lo había hecho incluso antes. También es verdad que Hirschi y Skjelmose rodaron durante un tiempo bastante desabrigados. 

Gotas de lluvia, gabbas y vahos de respiración.


La carrera quedó en manos de nombres secundarios. En ese segundo paso, con sesenta kilómetros para meta, Soren Kragh Andersen lazaba su ataque en el falso-llano inmediatamente posterior al coronamiento de la colina de Huy. Todo un tiro al pie en los años de diktat valverdiano, en los que los ataques de Wellens y Jungels siempre morían en la orilla. Pero este año todo era posible, dadas las condiciones: ¡ y además era el Alpecin del día!  Kragh Andersen ganó pronto mucha ventaja y se le veía rodar con fluidez. ¿Sería capaz de completar una larga marcha semejante a las que realiza últimamente su jefe de filas? Por detrás algunos equipos aun mantenían una precaria estructura, como Groupama - FDJ, Decathlon - Ag2r y los sorprendentes Uno - X, que contaban con siete corredores para defender las opciones de Tobias Johannessen. En el penúltimo paso por Huy, Santiago Buitrago forzó el ritmo, llevándose consigo a Stephen Williams. Este remató la faena en los últimos metros, adquiriendo cierta ventaja. Poco después se le uniría por detrás el propio Buitrago, y además Kévin Vauquelin, Richard Carapaz y Maxim Van Gils. Nadie era consciente todavía de que el galés de Israel simplemente había hecho un test. 

Emulando al Nietísimo (mientras este estaba en Calpe).


Sin embargo, Uno - X no desistía por detrás, contando también con la ayuda del Visma, con Staune-Mittet muy activo (la cosa andaba entre noruegos). A medida que se disipaban los nubarrones y afloraba un tímido sol, los noruegos fueron recortando distancias, hasta engullir a todos los escapados en las primeras rampas de la Côte de Ereffe, a falta de unos 14 kilómetros. Quedaba pues la resolución final, bastante incierta dada la ausencia de grandes nombres. Como por selección natural, en la última y definitiva ascensión volvieron a destacar los hombres que se habían mostrado más fuertes previamente. De nuevo en cabeza aparecían Williams, Carapaz, Van Gils, Vauquelin y Buitrago, acompañados por Cosnefroy, Tobias Johannessen y Guillaume Martin como nuevos invitados. Como ya sucediera en el penúltimo paso, Stephen Williams acabó destacándose. 

El Uno-X fue el equipo del día (y ganó muchos puntos, como también Arkéa).

El suyo fue un ataque seco, realizado en la parte más dura, con algo de precipitación dados los parámetros anormales que suelen imperar en la prueba. Su fisonomía recordaba a la de Daniel Martin. Carapaz, Cosnefroy y Johannessen fueron incapaces de responder, y en pocos metros el galés fue obteniendo una ventaja irrecuperable. Vauquelin intentó acercarse a él, lanzando su aceleración en el sector en el que el duro porcentaje comienza a remitir, pero le faltaron unos metros para dar alcance a Williams. Quedó segundo y con hambre de más. Van Gils obtuvo la tercera posición, llegando a meta completamente aterido. En el podio todavía tiritaba. A pesar de que Cosnefroy había corrido resguardado en el grupo durante gran parte de la carrera, siendo el que tenía una experiencia previa más positiva (un 2º puesto tras Hirschi en 2020), llegó en cuarta posición, muerto por completo. 

A pesar de la sorpresa, Stephen Williams no es ningún jovenzuelo. No pertenece a la nueva generación ciclista, sino que ya cuenta con 27 años, aunque su nombre apenas haya salido a relucir hasta el momento. Es sin duda el mejor triunfo de su carrera, y en meta, quizá a causa del frío, simplemente parecía aliviado. Tampoco en la entrevista se mostró muy eufórico. Su cuenta de triunfos era hasta el momento bastante escueta. En ella destacaba el Tour Down Under de este año, además de una etapa en Suiza. Recuerdo entonces que Fermín de Eitb lo confundió con Zambanini: y yo lo di por válido, pues no tenía ni idea de quién era Zambanini, ni tampoco Williams, la verdadera identidad de aquel corredor del Bahrain. Williams también ha ganado la Arctic Race y la vuelta a Croacia: nada del otro mundo, en definitiva. Por mucho que digan, su nombre era uno de tantos hasta hace relativamente bien poco, sin apenas oportunidades de lucimiento y mucho de anonimato, aunque sus datos de joven eran prometedores. Parecía estancado, reservado al calendario menor y sin oportunidades en dos equipos (Bahrain e Israel) plagados de gente veterana. Su eclosión es en cierta manera paralela a la de Joe Blackmore, talento de su equipo de desarrollo, ganador en Rwanda, Taiwán y la Lieja sub-23, pero que ya se ha dejado ver en carreras de mayores como la Flecha Brabanzona. Quizá todo sean cosas del sportswashing. 

Vauquelin (este sí joven) se quedó a unos metros de la victoria.

Quién sabe qué se dirá de esta Flecha en el futuro. ¿Un día para los valientes o un reducto de un ciclismo a extinguir? ¿Una jornada inusual, ganada por un outsider, como la Sanremo de Ciolek, o la eclosión de un nuevo talento británico, en edad relativamente madura, como Froome cuando saltó del anonimato a la atención pública en la Vuelta de 2011? Yo me limito a escribir la crónica, el futuro dirá. 

¿Cantará de nuevo el domingo?

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