lunes, 16 de septiembre de 2019

LAS TRES EDADES DEL HOMBRE

Anochece en Madrid, después de la cabalgata innecesaria en la que se ha convertido de nuevo la última etapa.  Llega el momento del protocolo, desplegado como siempre a un ritmo premioso, en el que jefazos de diferentes corporaciones van paseándose por delante de los auténticos protagonistas, sobre el catafalco levantado justo delante del ayuntamiento en el que ya no luce la pancarta del "refugees welcome". Y es en ese decorado en el que tiene lugar la imagen de un trío que no solo resume lo mejor de la Vuelta, sino que se convierte a su modo en un ejemplo. El ex-saltador por fin ganador, luciendo una amplia sonrisa, para acallar quizá de ese modo a algunos buscadores de polémicas; el campeón del mundo, ya encorvado, enjuto como un Cristo de Semana Santa, contento como el primer día; y el ciclista emergente, que bien podría ser hijo del anterior, actuando como un niño algo perdido que no encuentra faldas maternas tras las que esconderse en un escenario tan amplio. Roglic, Valverde, Pogacar, el trío en el podium, las tres edades del hombre.

Abajo: Valverde, Pogačar, Roglič, vistos por Giorgione.

La Vuelta de 2019 al fin y al cabo no ha estado nada mal. Poco prometía con una participación bastante paupérrima y sin embargo los ganadores de etapa, salvo dos o tres excepciones, han sido todos de nivel. Las cuestas de cabras, menos numerosas que en otras ocasiones, se han diluido ante la importancia de otras etapas, con montañas de verdad o simplemente con la competitividad que otorga el viento sobre un páramo. El tríptico cantábro-asturiano ha pasado desapercibido y ha sido ninguneado por el pelotón, mientras que Castilla ha reclamado su protagonismo. Ha habido polémicas los días en los que poco o nada parecía que pudiera jugarse. Y el ganador ha sido el corredor más completo, contra el crono y en montaña, sabiendo jugar con inteligencia en los momentos de inferioridad numérica con respecto a sus rivales. Un corredor que, a pesar de algunas trampas miserables, aunque legítimas, en las que le hicieron caer, supo estar a la altura delante de los micrófonos, a diferencia de Miguel Ángel López. Un corredor completo que reclama con esta victoria su protagonismo en el seno de Jumbo para la próxima temporada. Un corredor, en definitiva, que ha sido llevado en carroza: por sus propias piernas, por su equipo y, cuando no contaba con éste, por equipos ajenos, inmersos en las luchas del puestómetro.

Junto a él está Valverde. A los 39 años, acumula un puesto más, algo que sería digno de elogio si no nos tuviese acostumbrados en demasía a actitudes conservadoras y reservonas. En su haber cuenta con un número más para la estadística, conseguido, como tantas otras veces, a pesar de un equipo que parece la horma de su zapato. Un equipo que ha hecho más el ridículo de lo habitual, sumando despropósitos a los ya acumulados en los últimos años. Los aspavientos de Soler camino de Andorra, impropios de un profesional; la bicefalia Valverde-Quintana que ha sido muchas veces una especie de cadena que ataba a ambos y les coartaba la libertad de movimientos, como si se tratase de un corredor ciego con su lazarillo; el gesto rastrero tras la caída de Roglic en Escalona, legímito pero oportunista; el ataque abortado de Valverde en Peña Negra... Tan sólo un momento de lucidez camino de Guadalajara demostró que a veces las cosas pueden hacerse bien. Sin embargo, han sido muchos los gestos que evidencian una necrosis interna en ese equipo, que al menos se renueva para el año próximo. Un equipo patrocinado por una empresa de comunicaciones que es el máximo ejemplo de ausencia de comunicación interna. Un equipo que corre para hacer podio y ganar la clasificación por equipos, que sin embargo vende "espíritu ganador". Un equipo que se ganó bastantes enemistades en el pelotón el día de la "jugada maestra ya planificada" camino de Toledo. Dadas las críticas de las que ha sido objeto el equipo, todas ellas justificadas, sorprende cómo la empresa patrocinadora no se ve resentida: sin duda ello se debe a que su aparato mediático va dirigido a obtener el respaldo de un público que sigue el deporte por las banderas. 

El tercer escalón lo ha ocupado el veinteañero Pogacar. Para mí ha sido la confirmación de una trayectoria muy prometedora, que venía anunciándose desde que, hace dos años, se colase entre los mejores de la vuelta de su país con tan solo 18 años. Lo más grato de este corredor es su capacidad para el ataque y para el sufrimiento, su adaptación al frío, su forma de no ceder. En su debe, en cambio, está Matxín, que ha actuado como si tuviera de nuevo a un Riccò entre sus manos. Ahí ha estado de nuevo como un doctor Caligari con un objeto dúctil entre manos, una mezcla de pulidor de diamantes y corruptor de jóvenes. A pesar de ello, en el pedaleo de Pogacar han estado algunos de los mejores momentos de esta Vuelta: su ataque en els Cortals d'Encamp, después del granizo y el barrizal, aprovechando el desconcierto de Movistar y, sobre todo, su impresionante ataque a falta de 30 kilómetros de meta en la última etapa de verdad, manteniendo una ventaja aproximada de un minuto y medio con un grupo en el que Movistar puso toda la carne en el asador. Su cuerpo no es el de un niño regordete como el de Remco. Su rostro adolescente recuerda un poco al primer LeMond, al igual que sus rítmicos cabeceos asemejan a una agonía a lo Daniel Martin algo atenuada. Sin embargo, ver su rostro todavía adolescente abrazado por el cadavérico Mauro Gianetti en la meta de Gredos da escalofríos, al igual que las declaraciones de Matxín ("todavía no habéis visto lo mejor de él"), en plan profecía. Qué se le va a hacer...

 Abajo: Pogacar acompañado de Matxín y Gianetti, vistos por Lucas Cranach


Volviendo al desarrollo de la carrera, la Vuelta empezó en Torrevieja con una serie de caídas en la crono por equipos que perjudicaron precisamente al dúo esloveno del podio. Una piscina hinchable rota, o algo semejante se dijo, fue la causante de crear un regato de agua previo a una curva peligrosa, que ninguno de los dos equipos pudo trazar sin caer al suelo. La etapa siguiente en Calpe fue emocionante, sacando todo el partido posible a la ascensión al Puig de la Llorença, que diezmó a un pelotón ansioso de vacaciones y que catapultó en la bajada y el repecho de Benitatxell a un sexteto formado por Quintana, Roche, Urán, Nieve, Aru y Roglic hasta meta. En el último repecho Quintana atacó como un clasicómano y se llevó uno de sus triunfos más bonitos, por insólito. Continuaron las etapas por la Comunidad Valenciana, con una etapa de Javalambre en la que apenas hubo batalla y en la que Madrazo se convirtió, con su agónica ascensión, en el héroe de la jornada. Camino de Ares del Maestrat se vio un bonito duelo entre Dylan Teuns y Jesús Herrada, en el que hubo reparto de ganancias. En Mas de la Costa se llevó el triunfo Valverde, un olvidable final en rampa. Más que esa pista forestal pavimentada debería ser recordado (y visitado de nuevo) el puerto del Salt del Cavall, con un descenso bastante peliagudo. Se pasó a Catalunya, con victoria de Arndt en la meta de Igualada, tras un paso por Montserrat condicionado por una impresionante tromba de agua. Y así se llegó a la última etapa previa al día de descanso, la etapa andorrana de todos los años, en la que una granizada nos privó de las imágenes televisadas por un paso sterrato convertido casi en lodazal, y en el que Pogacar se llevó el primer triunfo, haciendo llorar al clan andorrano. 

Tras el día de descanso, Roglic infligió una dura lección contra el crono a sus rivales. Pogacar y Valverde cedían minuto y medio, López dos (después de ser doblado y seguir descaradamente la estela del esloveno) y Quintana tres. La Vuelta comenzaba a sentenciarse. Los ciclistas volvieron a tomarse un día de relax camino de Urdax, una etapa que sigue maldita. La victoria de etapa fue para Mikel Iturria, del Murias, marcando de esta forma el inicio de la recuperación del equipo vasco, bastante desapercibido hasta el momento. Al día siguiente, la victoria de Philippe Gilbert en Bilbao sirvió para subir el nivel de los ganadores de etapa: Aranburu y Barceló dieron muestras de su calidad, pero nada pudieron hacer con el valón en su segunda juventud. Comenzaba así la parte más anodina de la carrera: las cuatro siguientes etapas fueron fumadas apoteósicas. En Los Machucos, Roglic regaló el triunfo a Pogacar para obtener así un aliado. Lo más decisivo de la etapa de Oviedo fue una caída masiva poco antes del último kilómetro, en la que salió malparado Pogacar. Finalmente, las etapas del Acebo y de la Cubilla entran dentro de ese tipo de etapas de las que poco o nada se recuerda, a pesar de haber sido consideradas etapas reinas. No lo fueron, ni mucho menos.

Cuando todo parecía decidido, el viento se convirtió en un aliciente nuevo. En Guadalajara, la etapa más larga de la carrera, se vio todo un espectáculo de abanicos y equipos tirando a la desesperada. Por delante Movistar jugó bien sus bazas, colocando a un Quintana muy espabilado en el grupo delantero. Quintana siempre ha sido un maestro a la hora de coger los cortes buenos y chupar las ruedas indicadas, y una vez más lo demostró. Las locomotoras de Deceuninck y Sunweb hicieron su labor: habían colocado por delante a Knox y Kelderman respectivamente, y su acción, motivada por el puestómetro, puso en jaque la carrera. Fue una delicia ver rodar a esos expresos que son Tim Declercq y Maximilian Walscheid. Por detrás, Jumbo se deshacía ante el empuje del viento. Sus gregarios se iban descolgando como naipes lanzados al aire por un vendaval. El líder estaba solo y Movistar, en la única jugada maestra de la carrera, acabó de desarbolar sus defensas en un repecho. Entonces UAE y Astana pusieron la cama. Sobre todo los segundos, con mayor potencial. Luis León Sánchez limitó pérdidas para seguir manteniendo las opciones de su líder López, contribuyendo así a salvar el pellejo a Roglic en uno de sus días más comprometidos. La victoria de esta etapa prodigiosa fue de nuevo para Philippe Gilbert.

Arriba: Gilbert ganando en Guadalajara. Abajo: Quintana cogiendo el corte bueno.


En la etapa de la sierra de Madrid, Quintana y Pogacar perdieron tiempo y Sergio Higuita se llevó un hermoso triunfo. Llegaban así las dos últimas etapas. En Toledo se vivió uno de los momentos más polémicos, cuando Movistar aprovechó una montonera en la que se habían visto implicados Roglic y López para lanzar la carrera. Se trató de un acto bastante rastrero del que desistieron al poco de darse cuenta de la mala publicidad que estaban dando. Por detrás, en un acto desesperado e ilegal, el coche de Jumbo ayudaba a Roglic, demasiado tranquilo, a ir adelantando grupos. Pero los acontecimientos no terminaron ahí. Conseguido el reagrupamiento general, el viento volvió a soplar y delante Movistar, Astana y Bora lanzaron de nuevo la carrera. En el grupo delantero se habían colado todos los corredores principales, excepto Roglic y...Quintana. Movistar dejó de tirar, López entraba mal a los relevos, con lo cual ese corte que podría haber sido decisivo (Roglic estaba de nuevo solo) no prosperó. La victoria (espectacular) fue para Remi Cavagna, que ha ido toda la vuelta con un petardo metido en el culo. Las estúpidas declaraciones de López al finalizar la etapa demostraron que se trata de un corredor inmaduro, indigno de figurar en ningún cuadro de honor de la carrera.

La última etapa de verdad, disputada en su parte final sobre una cresta abierta al viento, con continuos sube y bajas entre canchales y páramos inhóspitos, un paisaje digno de un documental de Rodríguez de la Fuente, vio el triunfo de un nuevo depredador: Pogi. Soler y Pedrero tiraban por detrás mientras Pogacar, deseoso de culminar un salto en telemark como los de su compatriota, saltaba del quinto al tercer puesto, poniendo en riesgo incluso la segunda plaza de un dubitativo Valverde. 

Nueva "fauna ibérica"

Esa etapa de Gredos, en un paraje digno de animales salvajes, fue el colofón de una Vuelta entretenida, alejada del cuestacabrismo infame de ediciones precedentes. Una Vuelta que parece haber marcado un camino distinto, que seguramente no será explorado, como atestiguan los vergonzosos artículos de algunos periodistas habituales, para los que el triunfo de un ciclista serio y profesional, que piensa más en su descanso que en hacer cucamonas ante los micrófonos, ha sentado como un jarro de agua fría. Así pues, me temo que para el año próximo se volverá por la senda del "espectáculo".

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