domingo, 25 de abril de 2021

EL MEJOR SPRINT DE LO QUE LLEVAMOS DE TEMPORADA

Como una vieja dama que necesita simplemente aparcar un viejo vestido o quitarse un moño para parecer más joven, a la Doyenne le ha sentado bien el cambio. Frecuentaba malas compañías, le hacía falta volver a la ciudad. Desde que ha arrumbado a las cuestas de Saint-Nicolas y de Ans, está ofreciendo unas resoluciones muy interesantes, si se exceptua la primera exhibición de Fuglsang en 2019. Llegan grupos muy selectos y hay emoción hasta el final. Y si el año pasado la resolución estuva marcada por la payasada y el esperpento, esta vez ha ofrecido el mejor sprint de lo que llevamos de temporada.  

Cuánta diferencia entre estas selecciones finales y las de principios de siglo (vía Bettini photo)

 

Si el año pasado fue un cuarteto extraordinario, con Alaphilippe, Roglic, Hirschi y Pogacar, esta vez ha llegado un quinteto equiparable, con Alaphilippe y Pogacar repitiendo, viejos conocidos como Valverde y Woods y la relativa sorpresa de Gaudu. Previamente no se ha visto gran cosa, todo hay que decirlo. En cierta medida los ataques lejanos quedan muy bien para contarlos una vez pasado el tiempo al calor de la hoguera, sazonándolos con algo de cosecha propia, pero no deparan finales taquicárdicos como el de hoy. Este tipo de finales permiten arrinconar viejos discursos, esos de las "pelotas" y los "huevos sobre la mesa" propios del periodismo de la épica, que tanto huelen a habitación mal ventilada. Estos finales permitien que el olfato y el instinto cobren protagonismo. La inteligencia, en resumidas cuentas. Aunque tampoco hay que fliparse, pues la lucidez solo viene si llega sangre a la cabeza.

Las cosas no se han puesto serias hasta La Redoute. Por delante marchaba una escapada, de la que tan solo quedaban por delante Loïc Vliegen, Lorenzo Rota, Tomasz Marczynski y el voluntarioso Laurens Huys. Todos parecían vigilar al lagunar polaco, mientras por detrás Ineos comenzaba a marcar el ritmo de la subida. Contaban con cuatro hombres en la parte delantera del grupo, Geoghegan Hart, Carapaz, Adam Yates y Kwiatkowski. El pelirrojo británico comenzó a marcar un fuerte ritmo, arrastrando desarrollo y subiendo con la boca cerrada, lo que hizo creer a más de uno que estaba viendo el espectro de VDB encarnado en otro cuerpo. 

El ritmo de Ineos permitió dar caza a un grupo intermedio, formado por Padun, Donovan y Van Houcke, quedando por delante los cuatro supervivientes de la escapada, a merced de los intereses del pelotón. En Forges les llegó su turno, a Vliegen incluso con calambres. Los Ineos estaban juguetones, con Tao infundiendo miedo y Adam Yates a rueda. Solo Vingegaard y Pogacar parecían quererles seguir el juego. Llamaba la atención la mala colocación en el grupo de Alejandro Valverde y Julian Alaphilippe. Las tensiones provocadas por Adam Yates crearon la fractura y quedó por delante un grupo de una quincena de corredores, sin Roglic, Alaphilippe ni Valverde.

Hubiese sido una selección notable, pero Ineos lo lanzó todo por la borda. Richard Carapaz lanzó un ataque una vez coronada la cota de Forges. Por detrás hubo parón y reagrupamiento, de forma que los equipos pudieron reorganizarse, sobre todo Deceuninck, teniendo a tiro a Carapaz durante el tramo de bajada hasta el inicio de la Roche-aux-Faucons. Sin querer jugar al pro cycling manager desde el sofá, no pareció la táctica más acertada la de Caparaz, pues no sirvió en su labor de señuelo: las fuerzas estaban claramente desequilibradas en favor del grupo trasero, que lo tuvo controlado en todo momento. Para más inri, en el tramo de bajada ensayó durante unos segundos una posición cercana al supertuck, que luego le supuso la descalificación. (En estos casos, como en el de Alaphilippe el año pasado en esta misma prueba, la descalificación viene siempre una vez se sabe que no es el ganador de la prueba). 

Como cantaban "Maricón y Tontico": por la puntica na' más...
 

En la Roche-aux-Faucons se vio un notable trabajo de UAE. Formolo se abrió paso por el lateral para alcanzar a Carapaz, que fue absorbido sin problemas. Debería haber sido el momento de Adam Yates, pero en realidad fue el de Michael Woods. El canadiense, que siempre rinde más a medida que mayor es el porcentaje, lanzó su ataque y realizó la selección: tras él se marcharon Pogacar, Gaudu y...también Alaphilippe y Valverde. Sorprendentemente no estaba Roglic, de forma que hubo acuerdo en el quinteto. La aparente debilidad de Alaphilippe parecía haber sido un buen truco de teatro, pero de teatro del bueno, no del que luego comporta que te roben la cartera en la línea de meta. Hoy se ha visto una versión más modesta, más moderada, de Alaphilippe. Sin tener uno de sus grandes días, ha sabido reservar hasta el momento oportuno, como un buen corredor experimentado.

Tras él iba Valverde. Qué decir del murciano. Cumplía 41 años y ahí estaba, como siempre, tendiendo un puente entre dos épocas. Empezó con Bettini, Rebellin, Di Luca y compañía, y en el arco de su trayectoria deportiva, no exenta de caídas, ha visto la desaparición completa del clan italiano de Lieja y la irrupción de nuevos corredores que podrían ser sus hijos. En el sprint no ha sido el más hábil ni el más fuerte (poco podía hacer ante Pogacar y Alaphilippe), pero es tarde para exigirle. Es un corredor querido y respetado en el grupo, no solo por la edad (no hay que olvidar los "códigos" del pelotón), sino también por no tomarse ya la victoria o la derrota como nada más que un juego. Si fuese de otro país sería un mito, a pesar de sus sombras, algo parecido a un Poupou en sus últimos años. Pero ya se sabe qué pasa siempre aquí: tienen que venir de fuera a destacar el auténtico talento. 

Ahora que está de moda Eloy de la Iglesia: Colegas.

 

De esta forma se planteó un sprint a cinco muy interesante. Por detrás, a pesar del empeño de Mohoric y Schachmann, poco había que hacer. Ha sido sin duda sorprendente que una escapada con Valverde y Alaphilippe haya podido llegar a buen término. Pero con ellos iba alguien más listo. Poco antes de entrar en el último kilómetro, la maravilla eslovena iba en primer lugar. Se ha abierto sutilmente, dejando que pasaran otros. Alaphilippe ha pasado brevemente, pero dándose cuenta del lugar que estaba ocupando, casi un suicidio, ha reculado. Finalmente ha sido Valverde el que ha asumido la primera posición, siempre la menos idónea en un sprint. 

A falta de 250 metros, Valverde ha comenzado el sprint desde la primera posición. No ha sido un sprint desde su casa como aquel de Innsbruck, pero sin duda no lo estaba afrontando bien. Pensar que pudiera haber ganado a Alaphilippe o Pogacar era francamente una quimera. Pero tampoco lo ha podido hacer con Gaudu. Pogacar había cogido claramente la rueda buena, ha tomado la estela de Alaphilippe en el momento de su remontada y aun ha tenido fuerzas, cimbreando su bicicleta con fuerza, para superar al campeón del mundo por más de una rueda. Un sprint de los que se ven pocas veces.

No hay lugar para la duda.

 
Le ha venido bien el descanso del miércoles (vía @_blind_side)

Ha sido una lección de ciclismo por parte del más novato. Una lección que lleva a pensar en los posibles límites de la criatura, en sus auténticas capacidades, aquellas de las que hablaba Matxín metiendo miedo. En Pogacar hay algo de bello por fuera y negro por dentro. Hoy ha podido controlar a ese demonio que le salió en la última etapa de la Itzulia. Ha corrido como quien juega, y le ha salido bien. En la Itzulia exhibió sus cartas, se vio solo, perdió los nervios. Hoy ha corrido con una insuperable sangre fría. Por su parte, Alaphilippe consigue así un nuevo segundo puesto en la Lieja. Y por supuesto, ha sido grata la sorpresa (relativa, ya digo) de Gaudu. A las promesas francesas se las lanza al agua con una pesada losa como a los buceadores por apnea, en busca de esponjas. Todos tienen que ser Hinault, o al menos Fignon. Lo malo es que muchos no salen a flote. Amortizados Pinot y Bardet, a Gaudu le va a llegar este julio el turno de dar el salto al vacío. 

Lo que le espera a Gaudu.

 

jueves, 22 de abril de 2021

METEORITOS Y CHIRINGUITOS

Sin pararse un instante a llorar por las carreras aplazadas o canceladas, continua la frenética crónica del ciclismo realmente existente en este 2021. Toca el momento de las carreras ardenesas, en las que suelen entrar habitualmente nuevos protagonistas en escena. Los cánones hablan de la Flecha Brabanzona como transición entre las piedras y las colinas. Esta vez, esa transición ha sido brusca, con la irrupción de un nuevo fenónemo, uno más en estos tiempos plagados de niños prodigio: Tom Pidcock. Los expertos lo vaticinaban y así ha sido. "Ha ganado el Giro y la París-Roubaix sub-23, además de ser el tercero en discordia en el ciclocross, la nueva fábrica de talentos", pronosticaban. Siempre hay que escuchar a los locos de la plaza, porque algo de razón llevan. Y es que ha llegado un nuevo corredor dispuesto a ocupar el hueco dejado momentaneamente por el menudo y lenguaraz Evenepoel. En realidad, el inglés no le va a la zaga en lo que supone el uso de las piernas y de la lengua. Polivalente, de tamaño bettinesco y muy pagado de sí, es sin duda the new big thing.  

Continua la crónica.


¿Estrella fugaz o meteorito dispuesto a arrasar con todo? ¡Ah, la gran pregunta! Mientras tanto ya se ha llevado la semiclásica brabanzona, nada menos que venciendo al sprint a Wout van Aert. La carrera estuvo francamente entretenida, con una acción trasera iniciada por Trentin, que fue continuada por Pidcock y van Aert. Los tres se colocaron pronto en cabeza, después de devorar a los escapados, y en el último paso por meta Trentin decidió probar fortuna. Es normal, no confía en un sprint que siempre mengua cuando se abandona Quick Step. También hay que tener en cuenta que supera los treinta y no las tenía todas consigo frente a corredores más jóvenes. Una vez cazado, la resolución en Overijse (la localidad de la famosa curva de la iglesia) fue cuanto menos sorprendente. 
 
"Tú hazme caso, que te lo digo yo: Pid-cock"

 
Cuando por detrás parecía que Benoît Cosnefroy podría alcanzarles en un último intento, se lanzó el sprint. Trentin lo afrontó en cabeza y van Aert salió a su distancia. Había hecho una carrera satisfactoria, cerrando cortes, dando relevos, en su estilo. No se pueden ganar todas las carreras con ataques lejanos, al modo de Cancellara en 2010, y casi es mejor que así sea. Tenía el triunfo en bandeja, a pedir de boca. Lo que nadie esperaba es que de su estela surgiese el menudo corredor británico para rebasarlo en los últimos metros. 
 
Pidcock ya va por delante.

 
La Amstel Gold Race sería la siguiente fase de este particular duelo entre dos de los grandes del ciclocross, en ausencia de van der Poel. La carrera se recortó en kilómetros y se desarrolló en el circuito del Cauberg, que tanto recordaba al triunfo de Gilbert en el mundial de 2012, incluso en lo anodino. No hay que incurrir en el error de considerar que la resolución de la carrera, incluso su desarrollo, habría sido distinto de participar van der Poel. Las cábalas hay que dejarlas para los maestros del Talmud. En estas crónicas del ciclismo realmente existente solo se habla de los ciclistas que corren carreras. 
 
La última vuelta, con la subida al Bemelerbeg, ya deparó algún movimiento. De nuevo Pidcock, y con él van Aert y Schachmann. Valverde se quedó a poco de conectar. Aunque se haya convertido en una tradición, quizá sea injusto achacar a Valverde que deje pasar siempre las oportunidades. Ha superado la edad provecta de Horner: quizá simplemente no pudo, y debería ser lo normal. Así pues, la cosa se dilucidó de nuevo entre tres. Wout van Aert cambió de táctica y decidió afrontar el sprint en cabeza, una posición de debilidad, pues a menos que haya una superioridad clamorosa en el sprint, la primera posición impide ver el momento en el que saltan por detrás, perdiéndose unos preciosos instantes de reacción. Como sucedió en Overijse, Pidcock lo igualó y pareció incluso que lo superó en la misma línea. 
 
La llegada había sido francamente ajustada, como en pocas ocasiones anteriores. La realización tardaba en señalar al ganador. Se repitieron infinidad de tomas, desde el aire, desde delante, incluso una alejada toma lateral: ninguna parecía esclarecer la situación, a la espera de una foto finish que no llegaba. Finalmente, en un ambiente algo chapucero que no es del todo impropio de los países del norte, un juez enseñó una captura en su móvil ante la cámara y sentenció: van Aert. Entonces comenzó el debate. Se habló de injusticia, se habló de imprecisiones, incluso se llegó a apuntar a una manipulación fotográfica digna de los servicios secretos de Stalin. Lo que en principio pudo ser un juego entretenido, en el que poder aprender incluso sobre la colocación de las cámaras de la foto finish y la realización de este proceso, a las horas comenzó a convertirse en una pesquisa detectivesca redundante, que ha durado días. 
 
"¿Dónde está, que yo lo vea"

 
 
En general ha primado una cierta desconfianza ante el veredicto, una desconfianza que no comparto. Hay algo de obcecación en ese no querer dar el brazo a torcer. ¿Cómo una máquina va a determinar lo que mi ojo ha creído ver con completa seguridad? También hay algo de periodistas intentando rellenar vacíos. Ya se sabe, crear contenidos, generar chiringuitos. El ganador fue van Aert, punto. La foto finish lo dice. Lo dicen los jueces. Ya no estamos en los tiempos en los que un juez podía equivocarse en favor de un francés y en contra de un belga en el final de la París-Roubaix. Ya no estamos en los tiempos del ojímetro, por lo que la noción de ex aequo debe ser algo obsoleto, a descartar de no haber más remedio. 
 
"Gana van Aert" "¿Gana quién? ¿A que te meto?"

 
 
De esta manera llegamos a la clásica de ayer, la Flecha Valona. La clásica quizá más previsible del calendario, pero ¿no tiene que haber también de este tipo de carreras en el calendario? Bien es cierto que entre todos destruyeron lo que esta carrera en un día fue, pero, una vez apaleado el cadáver, ¿no tiene también su encanto, aunque de una forma un tanto retorcida, ese final en cuesta? Como es habitual, nadie se movió hasta la subida final al muro de Huy. 

La carrera empezó con la ausencia de Pogacar por un positivo en su equipo. O falso positivo, como se ha querido señalar. En realidad el equipo de los emiratos se vacunó en masa en la pretemporada, haciendo gala publicitaria de los pinchazos. Ahora se han quedado fuera y no parecían contentos. De esta forma, la carrera perdía uno de sus posibles protagonistas, y dejaba la carrera en manos de Roglic, un Alaphilippe algo alicaído, y la posible actuación marciana de Pidcock. 

La carrera apenas tuvo más aliciente que la realización prodigiosa de ASO y la escapada de corredores voluntariosos, que expiró en los pies del muro de Huy. Como nos tienen acostumbrados, se notó la mano y el dinero en las largas tomas de helicóptero y en las suaves transiciones entre las diferentes cámaras de carrera, acompañando a esta sinfonía audiovisual los bosques de la zona y sus colinas, que caen en picado al Mosa. El grupo de valientes dispuestos a romper la llegada al sprint en cuesta estuvo compuesta por Sylvain Moniquet, Alex Howes, Sander Armée, Louis Vervaeke y Maurits Lammertink, una escapada variopinta, de notas predominantemente belgas. Todos ponían empeño en mantener la aventura: Moniquet, corredor ligero, con pinta de escalador, que ya se dejó ver en la Volta, el espigado Armée en su nuevo equipo, Howes con su maillot de campeón norteamericano y una bici del servicio técnico, el antaño prometedor Vervaeke...Cuando estaban a punto de darles alcance en la Côte du Chemin du Gueuses, Tim Wellens lanzó su ataque, por no faltar a la tradición.
 
Huy (@TuristaVuelta)

Vervaeke, Moniquet, Armée (vía Arnaud Guillaume/DirectVélo)

 
El neerlandés Lammertink fue el que más duró en cabeza, intentando conseguir algo de lucimiento para su equipo, el Intermarché - Wanty, después de un inicio de temporada bastante pobre. En la entrada a Huy destacaba la mala colocación de Valverde: sus compañeros de equipo habían sido incapaces de dejarlo bien colocado, teniendo que avanzar por la acera. Kwiatkowski comandó la primera parte de la subida, lanzando miradas atrás, buscando a Pidcock. En la parte más dura atacó Roglic, que aun no domina el tempo de esta particular subida, a diferencia de Valverde y Alaphilippe. El campeón del mundo le tomó la medida, le lanzó el lazo y lo superó en los metros finales. Llevaba un principio de año un tanto sombrío para lo que algunos esperaban, pero es un especialista de esta carrera, como lo ha sido Valverde. Si en algo es el nuevo Valverde es en su dominio de los tiempos en el muro de Huy. 
 
Ya tiene su portada (y como siempre, las mejores en el Pravda)

 
Mientras tanto, en el Tirol se está desarrollando el ahora llamado Tour de los Alpes, antiguo Giro del Trentino. Aparte de la resurrección de Gianni Moscon (uno de los pocos corredores en los que pueden seguir confiando los italianos, a pesar de sus marrullerías), lo más significativo ha sido el rendimiento de Simon Yates, poderoso en subida pero también en las bajadas de pedalear y en los falsos llanos. Un poco a la manera de ese Simon Yates de 2018 que humilló a sus rivales camino de Sappada, antes de desaparecer, medio grogui, en las rampas de le Finestre. De momento se presenta fuerte de cara al Giro, en el que puede ser favorito al triunfo final si no se tercia una pájara, un virus o cualquier otro infortunio. Es de los ciclistas tocados con la varita de la mala suerte, en especial en el Giro: como Kruijswijk, como Thomas, corredores que perdieron en Italia su oportunidad, y difícilmente se les volverá a presentar otra. Los rivales de Simon serán Bernal, todavía dolorido, y la incógnita de Evenepoel, que correrá en Italia recién "llegado de la playa".
 

sábado, 10 de abril de 2021

EL GRAN ÉXTASIS DEL CICLISMO ESLOVENO

Después del paréntesis de la Volta, ha vuelto la realidad del ciclismo actual, dominada por los eslovenos. No son  más que las oleadas de la historia, que se superponen unas sobre otras. De esta forma, el ciclismo anestesiado por Ineos, anterior a la pandemia, ha sido sustituido por el ciclismo esloveno, con sus trepidantes trampolines y sus espectaculares derroches de fuerza. En este caso acompañados por tácticas de equipo al límite de lo racional. Quién sabe si es más creíble este ciclismo que el anterior (hace tiempo que dejamos de creer en los dioses), lo que sí que está claro es que al menos es más entretenido.

El gran éxtasis del ciclismo esloveno (fotograma de Der Große Ekstase des Bildschnitzers Steiner)



Se han acabado las carreras maniatadas, al menos hasta próximo aviso. Ahora todo parece marchar en la cuerda floja, a punto de caer al precipicio. Todo se ha vuelto más impredecible, más aleatorio, más interesante. También es verdad que se trata de la Itzulia y no del Tour, lo que permite que sea un lugar más propicio para inventos. Pero ya se vio qué pasó precisamente en el pasado Tour. En esta ocasión, el descalabro lo ha experimentado por primera vez el equipo de Matxín. En la etapa de Hondarribia, Jumbo y UAE jugaron una particular partida de ajedrez desde los volantes. Un Karpov contra Kasparov, pero en mal. Después de extrañas decisiones, vanguardistas casi, los protagonistas principales han tenido que reclamar su puesto destacado en la función. Y estos actores protagonistas, Primoz Roglic y Tadej Pogacar, se lo han tenido que jugar camino de Arrate de una forma casi personal. Esta vez ha salido ganando Roglic, tomándose su particular venganza.

 

La sensación que se vive en Jumbo

Todo comenzó con una sabia decisión en Bilbao. En Jumbo decidieron colocar a Roglic y a otros compañeros de equipo, como Vingegaard y Foss, entre los primeros en tomar la salida, a fin de aprovechar mejor el viento. Les salió bien la jugada, ya que Pogacar se dejó 28''. Como contrapartida, Roglic tuvo que aguantar en la incómoda silla caliente a que terminara el último participante. Se pasó el rato mirando el móvil, ensayando diferentes posiciones en la silla, como quien espera que le toque el turno en la peluquería. 

Pogacar se había dejado demasiado, algo sorprendente dadas sus últimas cronos, en especial la de San Benedetto del Tronto (tras van Aert, Küng y Ganna). Sin embargo, su compañero de equipo Brandon McNulty se marcó una crono muy buena, a dos segundos de Roglic. Los otros grandes rendimientos fueron los de Jonas Vingegaard y Tobias Foss. El prometedor noruego desaparecía a las primeras de cambio, pero no así el danés. Las segundas espadas comenzaban a brillar y, en el fondo, iban a embarullarlo todo.

foto: Maika Salgueiro.


En la etapa con meta en Sestao se vio la esperada eclosión de Álex Aranburu, después de haber obtenido buenos puestos en este principio de temporada. Realmente aprovechó su conocimiento del lugar y la auténtica encerrona del descenso de La Asturiana, con varias curvas de hormigón rayado. Aranburu se lanzó en un descenso mojado, cogido de forma inusual de las manetas. Abrió un hueco interesante, que le permitió afrontar con algo de solidez el repecho final. Fraile esprintó por el segundo puesto, quitándole algunos segundos preciosos a Pogacar, que quedó tercero.


Bajada tercermundista

 

Faltaban muritos en el menú y por fin llegaron en la tercera etapa: la subida a Ermualde. Los eslovenos jugaron con los demás cuándo y cómo quisieron, dejando la cosa en un mano a mano que al final se llevó Pogacar, con miradita a su rival incluida en la celebración del triunfo. A pesar de que vendan la relación entre los dos eslovenos como algo casi paterno-filial (Pogacar a modo de cuidador de los niños de Roglic), algo de mal rollo debe estar creciendo entre ellos. Roglic cuenta con el apoyo popular, por aquello de provenir del auténtico deporte rey del país. Pogacar, a pesar de su juventud, aun se tiene que ganar a su público. Por detrás llegaron Valverde, Landa y Adam Yates, apenas a cinco segundos (era un murito). Algo más de tiempo se dejaron Vingegaard y McNulty, pero nada significativo.

Una foto habitual (Photo Gomez Sports)

 

Así llegó el día de Hondarribia en el que los directores jugaron a innovadores estrategas. Como siempre, fueron los holandeses los más innovadores, casi a lo Mondrian; luego les tocaría el turno a los árabes, que harían todo un pastiche como el de Nouvel con su nuevo Louvre arabizado. Tras coronar Erlaitz se formó un grupo con Ion Izagirre, Pello Bilbao, Emmanuel Buchmann, Esteban Chaves y... Brandon McNulty y Jonas Vingegaard. La escapada fue cogiendo diferencia, de forma que McNulty tomaba el liderato. Jumbo dio por buena la escapada, pues aunque perdían el liderato, colocaban a Vingegaard delante. La estrategia parecía extraña, rebuscada cuanto menos, aunque al final dio sus frutos. Vingegaard lleva un inicio de temporada impresionante y el equipo parecía así confiar en él. Al final ha resultado una involuntaria obra maestra, auque en un inicio tuviera toda la pinta de ser una típica metedura de pata holandesa. 

Duelo entre amigos (foto vía @faustocoppi60)

 

Después de la etapa de transición de Ondarroa, con exhibición de los lobeznos (triunfo para Honoré), llegaba la etapa reina, con final en Arrate. Una etapa corta, de distancia ridícula, propicia para ir a tope desde la salida. De las que gustaban a Contador, de las que gustan a los maestros de los circuitos de ciclocross alargados. Por delante marchaba una escapada numerosa, con corredores como Mauri Vansevenant, Hugh Carthy, Enric Mas, Antwan Tolhoek, Sam Oomen, Marc Hirschi o Richard Carapaz, entre otros. Por detrás, en la subida de Elosua - Gorla, UAE marcaba el ritmo con Ulissi y Majka, que luego desaparecerían del mapa (algo parecido iba a pasar con Carapaz). Todo cambió en el momento en que los de Astana decidieron ponerse juguetones en la bajada. 

De nuevo un estilo sui generis en las bajadas (@faustocoppi60)

 

Álex Aranburu fue el que tomó la delantera, con Ion Izagirre a rueda, dispuestos a mover las cosas con un descenso rápido. No fue ni mucho menos un descenso peligroso, pero el ritmo que imprimió Aranburu cortó el grupo, de forma que delante tan sólo entraron Gaudu, Rubén Fernández, Valverde, Roglic y Landa. Por detrás, los primeros en cortarse fueron McNulty y Pogacar. Un despiste o exceso de confianza que iban a pagar caro. Quedaban todavía 60 kilómetros para meta.

La diferencia de 10 segundos entre el grupo de Roglic y el de Pogacar comenzó a aumentar de forma considerable al agruparse en cabeza el grupo de Roglic con el grupo de escapados. Se formó una feliz alianza entre Jumbo (con Tolhoek y Oomen), Astana (con Aranburu y Fraile) y Movistar (con Mas y Verona) que iba a poner muy complicadas las cosas a UAE. Pogacar comenzó a desgastarse en solitario, tirando para McNulty, tardando un poco Hirschi en descolgarse. La balanza ya estaba decantada en favor de Roglic.

El líder del equipo tirando para el líder de la carrera

 

La subida a Krabelin fue la gota que colmó el vaso. Pogacar comienza a imprimir ritmo para cazar en plena ascensión, pero McNulty flojea, de forma que llegan las dudas. La táctica errática y fallida pasaba ahora al campo del UAE, que caía en la cuenta de que estaba sacrificando su mejor opción de victoria por defender a un líder exhausto. Una zozobra que es aprovechada por Roglic con picardía, que comienza a abrir distancia, seleccionando al grupo en la parte más dura. Finalmente Pogacar se decide a marchar en pos del grupo de Roglic y McNulty queda a su suerte, pero es quizá demasiado tarde. Roglic corona solamente con Carthy y Gaudu como compañía, quedándose poco antes de coronar Landa y Valverde, sacando a Pogacar, Adam Yates, Vingegaard y Vansevenant solamente 17 segundos. Por detrás, McNulty pasaba con Bilbao a 1'13''.

Roglic comienza su particular exhibición. Se desentiende de los compañeros de escapada y comienza a tirar él solo. Parece que la victoria sobre su compatriota se haya convertido en una cuestión muy íntima. A pesar de que a Roglic parece que no le importen las derrotas, da la impresión de que las tenga muy presentes en el momento en el que corre con tanta determinación. Por detrás, Pogacar se muestra especialmente inquieto. Da la impresión de que le han desbaratado por completo las tácticas de equipo. Ha intentado jugar a buen gregario, pero su ambición personal le obliga a rebelarse contra ese falso papel de compañero fiel. Gesticula, se recoloca los mechones que le salen por las ranuras del casco, escupe, va al coche. No está tranquilo, no tiene controlada la situación. McNulty da la impresión de poder conectar, pero Pogacar parece que trate de evitarlo, acelerando el grupo. Detrás no lleva precisamente una compañía dada a colaborar. Solamente Adam Yates se presta; los demás no tienen interés o simplemente no han sido en sus largas trayectorias muy proclives a la colaboración (como el caso de Valverde o Chaves). De hecho, los relevos de Valverde son más bien arreones que rompen el ritmo. Vingegaard se mantiene bien soldado a la rueda de Pogacar, por supuesto, esperando su turno si su líder falla. Una vez confirmado el naufragio de McNulty, Pogacar se las tiene que apañar solo y parece llevar el día bastante cruzado. 

¿nervioso o tranquilo? (foto vía faustocoppi60; abajo: Maika Salgueiro)

 

Las tornas cambian. En la Planche de les Belles Filles era Roglic el desencajado y Pogacar el relajado. El joven esloveno parece ser de los que tampoco dan mucha importancia a perder o ganar, pero esta vez parece estar especialmente descontrolado, haciendo gestos a sus compañeros, desesperado. Intenta descolgarlos, sin éxito (sale Valverde a su rueda). En Trabakua se quita los guantes y decide tirar hasta el final, decide morir matando. En realidad lleva tirando todo el día: para un líder que no era el líder, para reducir una ventaja que es mínima, para perseguir a su enemigo íntimo. Por delante, Roglic conseguía por fin la colaboración de Gaudu y en menor medida de Carthy.

La subida a Usartza simplemente confirmó lo que ya se veía venir. Gaudu conseguía el triunfo con enorme merecimiento, gracias a su colaboración final con Roglic, y por detrás Valverde y Adam Yates disputaban el tradicional sprint en bajada a Pogacar. La maravilla eslovena ni siquiera había podido desbancar a Vingegaard, muy sólido durante toda la etapa, teniendo que conformarse así con la tercera plaza. Una plaza demasiado amarga para alguien que venía de arrasar en los Emiratos y en Tirreno. Un triunfo a lo grande para Roglic, superando su maldición del último día.

Si colaboras, Roglic deja ganar. (via @ccvolata)

 

Roglic consigue así por fin resarcirse de un inicio de temporada tormentoso, a pesar de sus triunfos parciales en París - Niza. La fama de pancartero que muchos le achacan (los asiduos a los canapés, los del "no saluda") ha quedado completamente desmentida. Por su parte, Pogacar tendrá que aprender a dominar su genio en situación complicadas, siendo consciente de que no cuenta con un equipo que pueda ayudarle en los momentos delicados. En UAE no pueden ganar con cualquiera, al menos no todavía: no son Ineos, no son Deceuninck. Quizá sea una buena lección para que evite confiarse demasiado: fuerzas le sobran. En definitiva, el duelo esloveno no acaba más que comenzar y de momento está eclipsando al duelo de los niños del ciclocross en las clásicas, donde Asgreen y Stuyven (y en menor medida van Aert) llevan la delantera.


lunes, 5 de abril de 2021

LO IMPORTANTE ES DURAR

Se ha disputado el segundo monumento de la temporada, con una segunda no victoria de los tres tenores, los tres mosqueteros, o los tres lo que sea (coloquen el calificativo hortera que consideren más oportuno). Ya lo dije a propósito de la Milán - Sanremo: el ciclismo en ruta no es un Madrid - Barça, ni siquiera un Madrid - Barça - Atleti, gracias a dios. Aunque en este caso tendríamos que exonerar de toda responsabilidad a Alaphilippe, que en ningún momento ejecutó más tarea que la de señuelo. Sus objetivos parecen ser otros. 

En una carrera ciclista siempre hay más contendientes y esta vez ha ganado el que ha jugado mejor a lo que juegan las dos estrellas del ciclocross. Kasper Asgreen ha ganado con la misma táctica de dar la cara en todo momento y de forma incansable, yendo a tope siempre, sin reservar. Una táctica sacada del ciclocross (la última hora a tope) que a los otros dos les falló al final. A van Aert a falta de 17 kilómetros, en el último paso por el Oude Kwaremont, y a van der Poel en los últimos 50 metros. Asgreen es de los que duran, como ya ha demostrado tantas veces, mientras que hay otros que petan. Elijan el bando que prefieran. 

Mal momento para que te fallen las fuerzas (via @OutofCycling)

 

La carrera empezó bastante adormecida, con una escapada consentida que alcanzó nada menos que 12 minutos. En realidad, la actual Ronde, en cuanto producto estrella de Flanders Classic, se asemeja demasiado al resto de clásicas flamencas, aunque alargándose en kilómetros por el principio. Pero como siempre pasa, esos primeros kilómetros "intrascendentes" son los que hacer aflorar las debilidades que al final separan la victoria de la derrota, aunque sea en los últimos 50 metros.  

En Alpecin, aprendiendo de los "mayores". O de Vito Corleone.
 

El que más duró del grupo fue Bissegger, excepcional corredor que lleva un inicio de temporada deslumbrante. Cuando aun marchaba por delante, en el pelotón se produjo una caída multitudinaria, que afectó a gran parte de los Deceuninck. A un corredor de Alpecin pareció partírsele en dos la bicicleta en marcha, y por detrás tuvieron que echar pie a tierra Alaphilippe y Asgreen, entre otros. No hubo problema alguno para reenganchar, pues no hubo intención de hacer sangre. 

Bissegger fue alcanzado en el Koppenberg, a falta de 44 kilómetros, cuando todo empezó a moverse. Fue Alaphilippe el que, una vez más, ascendió con pasmosa facilidad esta cuesta antaño terrorífica. Al alcanzar al rodador suizo aun le hizo un gesto para que pasase a relevar: estaba claro que el campeón del mundo no iba a lanzarse a una aventura en solitario de 40 kilómetros, pero aun así, por detrás, los de siempre picaron. ¡Cuánto tendrían que aprender de Van Petegem!

Van Aert y van der Poel, empeñados en despedazarse mutuamente (cuando corren 173 ciclistas más).

 

Después del esperado reagrupamiento, la carrera volvió a moverse en el Taaienberg, a falta de 37 kilómetros. Marco Haller se había avanzado por delante, y en la subida Kasper Asgreen ya empezó a dar muestras de su infatigable forma de correr. Se puso delante y empezó a imprimir ritmo, sin levantarse del sillín. Sin darse cuenta había abierto ya un hueco con el grupo. Podría interpretarse que estaba tirando "demasiado" para Alaphilippe, que no había medido sus fuerzas y que los estaba dejando a todos atrás. No era así, en absoluto: Asgreen era el auténtico líder del equipo. Lejos de emplear la táctica de salir a todos los cortes que emplearon en la E3, en Deceuninck habían apostado todo al trotón danés. Quizá pensando en el corazón de sus compañeros.

Van der Poel entró inmediatamente al capote y se puso a tirar como un bestia, para reducir el grupo a cinco corredores: él mismo, Asgreen, van Aert, Alaphilippe y Teuns, que cogería in extremis. Más tarde alcanzarían por delante a Haller y llegaría por detrás Anthony Turgis, que está completando una temporada de clásicas de ensueño. 

Como en el año de Terpstra, los Deceuninck aprovecharon un momento aparentemente anodino para lanzar la carrera. En un tramo de falso llano, a 27 kilómetros de meta y aprovechando un avituallamiento, Asgreen atacó con todo y van der Poel salió tras él, llegando más tarde van Aert. En ese momento parecía extraño que Asgreen entrase sin atisbo de duda al relevo, con las dos fieras a rueda y habiéndose dejado atrás a su supuesto líder. Pero como decía, el líder desde el principio era Asgreen. Lefevere, quizá acariciando un gatito en un despacho con las persianas bajadas (no sé si emplear esta imagen es conveniente, pues en el fondo les gusta), había maquinado que fuese el cyborg danés el escogido este año para el triunfo en su carrera.

Algunos ya veían una repetición de 2020. (foto Pro Shots)
 

En el último paso por el Oude Kwaremont, van Aert fue el primero en cascar. A van der Poel le gustan las carreras por eliminación, las arrancadas constantes y rodar siempre en cabeza, y parecía dispuesto a marcharse ya en solitario: pero Asgreen lo cogió sin problemas, con dos zancadas. En el Paterberg, esa cuesta imposible sin el encanto suficiente como para ser el emblema de un gran clásica (como sí lo era el Kappelmuur), las cosas empezaban a verse claras: Asgreen lo subió por el centro, sin titubear, como si fuese llano y asfalto; van der Poel prefirió hacer equilibrios en el estrechísimo margen no adoquinado, apenas una banda, mientras por detrás van Aert subía haciendo eses (algo que no se veía desde Froome en San Luca...).

La facilidad de Asgreen.

La Ronde discurre por caminos estrechos durante su parte central pero se resuelve en carreterazas, al menos en este nuevo recorrido. En ellas se turnaron sin dudar los dos corredores en cabeza. Podría pensarse que Asgreen estaba pecando de pardillo al pasar tanto al relevo, que el nietísimo se lo iba a merendar. Pero una imagen era bastante signficativa del estado de fuerzas de ambos. Asgreen, con la boca cerrada, pasaba con ese pedaleo tranquilo y eficiente que lo caracteriza, los brazos completamente extendidos y una mirada que, bajo las gafas, podría ser parecida a la de las mil yardas; van der Poel ya empezaba a crisparse, con la boca abierta y la cremallera del maillot bajada hasta la altura del pecho. En realidad, se le nota demasiado cuando la batería empieza a entrar en la zona roja: quizá sea su forma de homenajear a un ciclismo clásico del que abjura a diario. 

El sprint fue una sorpresa o simplemente la confirmación de que ganar es más difícil en la realidad que en las previas. A van der Poel le faltaron 50 metros. Podría haber empezado más tarde el sprint, pero aun así el gigantón danés le habría pasado por delante. No tenía nada que hacer. Uno llegó fresco, el otro tostado. No es que uno se amparase más en el trabajo de equipo que el otro, ninguno de los dos lo hizo. Quizá sí el campeón holandés acusó un inicio de temporada sin descanso, enlazando de forma casi inhumana exhibiciones en el ciclocross con cabalgadas un tanto inútiles en muchas carreras intrascendentes. Los pupilos de Lefevere tienen alguien que les dice cuáles son las carreras importantes; el nietísimo parece rebelarse contra la historia, contra la tradición, contra su propia familia quizá, y disputa con la misma intensidad una clásica que quita y da la gloria, una etapita intrascendente o una semiclásica que puede caer en el olvido. 

Van Avermaet conquistó el tercer puesto, adelantándose al grupo y batiendo a Stuyven, mientras que en el grupo trasero fue Van Marcke, por primera vez discreto y sin mala fortuna, el que se llevó el sprint del grupo por delante de van Aert. Sin París - Roubaix a la vista, termina así una temporada de clásicas de adoquines. En el particular marcador, van Aert lleva una Gent - Wevelgem y van der Poel una Strade Bianche, ambos dos etapas en Tirreno - Adriatico y van der Poel una etapa más en el Tour de los Emiratos. Mientras tanto, lo gordo se lo han llevado Stuyven y Asgreen. Proficiat!