lunes, 29 de abril de 2019

AUNQUE LA MONA SE VISTA DE SEDA, MONA SE QUEDA

Hasta el año pasado, la Liège - Bastogne - Liège concluía en la rue Jean Jeaurès de Ans, inmediatamente después de la subida de la calle Walther Jamar. De existir una competición que determinase la llegada más fea y anodina del ciclismo, la rue Jean Jaurès la habría ganado durante mucho tiempo (ahora le ha salido una dura competidora en la larguísima recta de meta de Oudanaarde). Alejada del glamour de la via Roma o de la singuralidad del velódromo de Roubaix, la clásica más antigua del calendario se conformaba con una meta situada en una vulgar calle de extrarradio de gran ciudad, con su gasolinera, su paso elevado sobre las vías del tren y su enlace, una vez pasada la meta, con la autopista de turno. Un lugar que de noche daría pie a un atraco a punta de navaja o a una reedición del famoso videoclip zombi del pederasta de Neverland



Muchos no conocíamos otra cosa. La última vez que la carrera llegó a la ciudad que le da nombre se remonta a 1991, en la que un cuarteto formado por Moreno Argentin, Claude Criquielion, Rolf Sørensen y el gran Miguel Indurain se jugó la victoria. Ganó el italiano, cómo no. Así pues, ASO por fin había decidido para este año volver a situar la meta en el llano de Lieja, eliminando las cotas finales de Saint-Nicolas y Ans, que tanto ataban la carrera. Si bien en los noventa y principios del siglo XXI la carrera se jugaba en la cota de los italianos (con exhibiciones como la de Vandenbroucke, aquel adorado cretino que fue el ídolo de juventud de muchos, entre los que me encuentro), últimamente la carrera se jugaba en Ans o directamente al sprint en la apocalíptica rue Jean Jaurès, para beneficio de corredores explosivos como Alejandro Valverde.

1991: Argentin una vez más por delante de Criquielion. Miguel Indurain y su mejor resultado en monumentos. 


La Roche-aux-Faucons iba a ser este año la última asperidad, a falta de 15 kilómetros para completar los 250 que tiene la clásica. La carrera ha ganado con el cambio. Sin embargo, tampoco hay que echar las campanas al vuelo, no ha sido una edición memorable. Veníamos de una Amstel en la que el tsunami van der Poel se había llevado por delante en unos pocos segundos todo el desarrollo de una carrera. Después de ese subidón, vino la "bajona" de la Flecha, de la que la Lieja ha sido una continuación, ligeramente mejorada. La carrera ha llegado rota a Lieja, lo que sería sin duda un motivo para el optimismo, pero quizá el destrozo habría sido menor de no ser por el tiempo de perros que han tenido que padecer los ciclistas durante gran parte de la prueba.  Pero no nos engañemos: en realidad los ciclistas han esperado una vez más al último momento y este desenlace con ataque la Roche-aux-Faucons también se vivió en 2009 con Andy Schleck, en 2011 con Philippe Gilbert y los hermanos luxemburgueses y el año pasado con Bob Jungels.

Ha sido el tiempo de perros el que ha condicionado la carrera. En la zona de Stavelot es habitual ese microclima frío, con nevadas y días espantosos. Sólo hay que recordar las ediciones de 1957, 1980, 1981 o la más reciente de 2016. A Eddy Merckx con doble maillot atacando a lo loco en 1971. A Hinault con un pasamontañas bajo la chichonera, adentrándose en un túnel de nieve que nada tenía que envidiar al del laberinto nevado de El Resplandor. Este año no se ha llegado a ese nivel de exigencia pero sí que la lluvia y el frío han sido determinantes. Tanto es así que Valverde ponía pie a tierra, al igual que poco antes lo había hecho Daniel Martin. El murciano se retiraba. Marchaba mientras tanto una fuga, la que Julien Bernard se distanció en la  de Wanne. Por detrás, Deceuninck-Quick Step marcaba el ritmo, el compás eterno de esta primavera.

Fin de ciclo

Después del encadenado de Stockeu-Haute Levée las cosas empezaron a ponerse interesantes. Los chubasqueros negros, los guantes, las perneras, los rostros embozados, de párpados hinchados por la lluvia y "ese punto de fatiga" eran las notas predominantes. Pero después de Haute Levée se formó un grupo delantero, muy numeroso, en el que figuraban nombres importantes como Greg Van Avermaet, Philippe Gilbert, Enric Mas o Maximiliam Schachmann. También Carlos Verona, a la desesperada después de la retirada de Valverde. Dieron alcance al hijo de Jeff Bernard y después de la larga subida a Rosier, de este grupo se desgajó una avanzadilla de 10 corredores. Los demás fueron alcanzados. No se trataba de una pactofuga como en otros años, casi con heroicos resultados (recuérdese siempre a Anthony Perez y a Stephane Rossetto), sino un grupo verdaderamente peligroso: Tanel Kangert, Omar Fraile, Damiano Caruso, Carlos Verona, Winner Anacona, Benoît Cosnefroy, Bjorn Lambrecht, David De la Cruz, Alessandro De Marchi y Michael Albasini. Un grupo con cazadores de etapas como Fraile o De Marchi, con buenos escaladores como Kangert, Caruso, Anacona o De la Cruz, con jóvenes promesas como Cosnefroy y Lambrecht, y con un vejete y un youtuber.  Esta vez Deceuninck-Quick Step no había colado a nadie delante y tocaba tirar: por una vez parecía que la estrategia no funcionaba.

Esta fuga fue comiéndose subidas: Macquisard, La Redoute (ultrajada, como viene siendo habitual) y Forges. Al acabar estas cotas, los dos Movistar habían sido alcanzados al igual que Albasini, mientras que el estonio Kangert se marchaba por delante. En Forges del grupo trasero atacó Patrick Konrad y posteriormente Tim Wellens y Daryl Impey. El impetuoso belga, con su estilo de caballo loco, siempre ataca un poco a destiempo, puesto que su ataque acabó en las primeras rampas de La Roche-aux-Faucons. El grupo había estado esperando, una vez más, a su momento justo y fue Jakob Fuglsang el que lanzó el ataque. Era de suponer, puesto que lleva la mejor primavera de su vida, nada menos que con 34 años y con un TUE as needed. Cosas del ciclismo que cambia, que diría aquel. Tras él sólo le pudieron seguir Michael Woods y Davide Formolo. Un Education First y un Bora, siempre los mismos equipos. Pero esta vez faltaba Quick Step: Alaphilippe comenzó a perder puestos delanteros, en una caída al vacío paralela a aquella de Innsbruck. 

El trío de cabeza se distanciaba, por detrás se formaba una pareja con David Gaudu, el prometedor escalador francés, y Dylan Teuns. En la segunda parte de la subida, el ritmo machacón de Fuglsang logró descolgar a Woods (que no había podido quitarse una de las perneras) y posteriormente a Formolo. El danés se quedó solo en la situación ideal para lanzarse hacia la victoria. Una victoria que pondría muy contento a Vinokurov. Lo que quedaba hasta Lieja era una bajada pedaleable, con el incoveniente de que estaba algo mojada en las zonas de sombra. Por detrás de él todavía marchaba Formolo y tras éste se configuró un grupo de siete corredores, con David Gaudu, Dylan Teuns, Vincenzo Nibali, Mikel Landa, Adam Yates, Michael Woods y Maximilian Schachmann. Después de que a Fuglsang se le apareciera la virgen y todo el santoral belga en una de las curvas, con una librada digna de Valentino Rossi, ya no había más inconvenientes hasta la meta. Fuglsang primero, Formolo segundo y Schachmann gana el sprint del grupo.

Fuglsang, Woods y Formolo en la Roche-aux-Faucons.


A Fuglsang se le apareció "la chica de la curva"



Tercera victoria de los kazajos en Lieja, aparentemente la más limpia de todas. La de 2010 tiene un asterisco del tamaño de Júpiter al lado del nombre de su ganador: recuérdese el infame billeteo que rodeó la victoria del Jefe Absoluto. En 2012 fue Maxim Iglinskiy el gran protagonista, dándole un sorpasso a Nibali en la misma cuesta de Ans. Finalmente la de ayer, ganada por Fuglsang. El danés ha sido siempre un habitual de los puestos de honor al que le ha costado ganar. Pero un habitual, todo sea dicho, de las vueltas de una semana, no de las clásicas. Pero este año, con 34 añazos, está cosechando su mejor temporada: Vuelta a Andalucía, 2º en Strade Bianche, 3º en Tirreno - Adriatico con una etapa, 4º en País Vasco (que podría haber sido tercero) y la traca final, 3º en Amstel, 2º en Flecha y 1º en Lieja. Para poner estos datos en valor, sólo ocho ciclistas habían conseguido terminar entre los tres primeros en las tres carreras del tríptico de las Ardenas en un mismo año. Otro dato sintomático es el rendimiento de los Bora: si algunos parecen situados en el plato que se eleva de la balanza (Formolo, Schachmann, Konrad), otros han tocado fondo (Sagan). Lo que a unos les siente muy bien...(completen ustedes la frase).

El grupo perseguidor: Gaudu, Adam Yates, Landa, Nibali...



Así llegamos al final de las clásicas, como siempre con un punto melancólico. Gran parte de lo mejor de la temporada se ha esfumado, una percepción que ya se empieza a notar en la ceremonia final en el velódromo de Roubaix, pero que este año había tenido una prolongación de la euforia tras el triunfo de Mars Attacks de van der Poel. Se avecina el Giro y aparecerán nuevos actores, algunos de ellos ya han ido plantando sus migitas de pan a lo largo de la temporada. Esperemos que en la ronda italiana el abanico de equipos dominadores (Astana, Deceuninck, EF y Bora) se amplie un poco más.

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Para aderezar la espera hasta el inicio del Giro, he propuesto vía Twitter una encuesta acerca de los mejores momentos de la historia del ciclismo. Es muy simple: cada uno tiene que elegir los cinco momentos más interesantes, más emocionantes, más sorprendentes, más épicos, más "lo que quiera", de la historia del ciclismo, vividos como espectador o no. Vale cualquier cosa. La idea es realizar una entrada con los resultados. Si alguien no tiene twitter, puede señalar sus cinco momentos en los comentarios de esta entrada.  

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