domingo, 25 de noviembre de 2018

FRAGMENTOS DE LA MILÁN - SANREMO (III)

Comparto con todos vosotros dos crónicas históricas más de la Milán - Sanremo, para combatir así los rigores del parón otoñal-invernal, que ya está empezando a hacerse demasiado largo. En este caso, se trata de dos artículos que describen los años del dominio belga de la prueba y del ciclismo en general. El primero, salido de la pluma de Bruno Raschi, sobre la última de las siete victorias del caníbal Eddy Merckx en 1976. El segundo, firmado por Rino Negri, sobre el último triunfo de Roger De Vlaeminck en 1979. Estos dos artículos son los que más me han gustado de toda la serie, junto con el de la edición de 1940 que ya publiqué. También los que más me han costado de traducir, en especial el de Bruno Raschi, por su carácter más literario que los anteriores. Espero que los disfruten. 


HA FUSTIGADO A UN PELOTÓN DE “ESCLAVOS”, 20 de marzo de 1976, por Bruno Raschi.

Eddy Merckx ha ganado por séptima vez la Milán – San Remo llevando a cabo un milagro que ningún “analista” le habría humanamente atribuido. En diez años de carrera, increíble carrera, ha logrado destrozar el mito de Girardengo, a lo largo de una carretera que transmite todavía la leyenda de mojón en mojón. Pero quizá todavía no ha acabado. Teniendo en cuenta la manera en la que ha ganado, es necesario reservarlo para el año venidero. 

Protagonista del más bello ciclismo atlético que se haya visto nunca, este campeón parece amonestarnos por todas las reticencias y por todas las equivocaciones. Todavía esta mañana, mirándole a la cara, considerando su invierno (cinco Seis Días, un mes sin ver el sol), me parecía casi una obligación imaginarlo como el más vulnerable entre los favoritos. Partían doscientos para San Remo y por primera vez después de muchos años no era el hombre a batir.

El grupo buscaba en vano su nuevo “clavel rojo” (1). Ahora el ciclismo ha vuelto a ser de golpe el mismo de siempre. Eddy Merckx todavía es el rey de la melée. Es necesario escribir que este hombre, siempre joven como un muchacho y dotado de una fuerza misteriosa (de cuento de hadas, escribiría Vergani), parece haber alcanzado en bicicleta el don de la inmortalidad. Si perdonáis la hipérbole, que en casos de este tipo es necesario atribuir a la emoción, escribiré que esta victoria, por el número que la marca, tiene algo de bíblico. ¿Cuántas veces se puede apostar a que Merckx gana en San Remo? No siete veces, sino setenta veces siete. En fin, mirarlo y no tocarlo, como una hidra (2) que pedalea.

Pero toquemos tierra nuevamente junto a él, en aquel callejón en el que se ha convertido la carretera inmediatamente después de superarse la meta. Merckx ha alzado el puño al cielo – el saludo de los púgiles después del K.O.- y ha acabado en medio de un cordón de policías que apenas lo protegían. Vandenbroucke (3), veinte años, el sorprendente rival que lo ha acompañado hasta meta, permanece solo, con la cabeza erguida, a un lado de la calzada, junto a las vallas. Probablemente no cree ni en lo que ha hecho ni en lo que ha visto. 

Vandenbroucke es un magnífico ejemplar flamenco, al menos tan alto como Merckx aunque más fino. Es el único que ha corrido como adversario desde el Capo Berta en adelante, es decir, desde el momento en el que la Sanremo ha comenzado a ser una carrera. Los demás - aparte de Moser al inicio y Maertens hasta que ha podido - se han comportado como víctimas predestinadas, o incluso peor, tal y como señala la descripción al detalle que voy a haceros... 

Desde Porto Maurizio hasta el desvío del Poggio, en un espacio de aproximadamente veinte kilómetros por lo tanto, Merckx ha corrido como un poseso, repitiendo los ataques en una secuencia demoledora incluso para un adversario de su propio calibre. Ha atacado seis veces, siempre desde la posición de cabeza, que es naturalmente la menos táctica que existe, pero también la más perentoria, la más insolente. Es como decir a todos: preparaos para el golpe que me voy...

El primer ataque lo llevó a cabo con De Vlaeminck a rueda, pero De Vlaeminck se apartó para poner en su sitio a Maertens. Era un signo elocuente para entender el escenario sobre el que se produciría el duelo. Al segundo ataque respondía Vandenbroucke con una suficiencia que era ya reveladora del buen tono de este joven. El tercero le habría tocado a Van Linden, pero Van Linden se hizo a un lado con una elegante finta (4), lo que era una clara renuncia al combate. Tuvo que remediarlo una vez más Vandenbroucke por cuenta de todos.

Merckx no había acabado; pasaba a un segundo plano un instante en busca de una nueva intimidación y era el bravo Panizza a cogerlo a contrapié para dar paso a Moser y Baronchelli, que partían a su vez siguiendo su impulso. Más que un ataque verdadero era un rayo de sol en medio del temporal.

Merckx cambiaba de arma. Llegado a un cierto punto daba espacio a Vandenbroucke, quizá para incitarlo a consumirse rápidamente y para ver si Maertens estaba todavía vivo. Maertens no respondió más y entonces el “monstruo” llevó a cabo el último golpe tomando el desvío del Poggio. Cincuenta metros netos le reportó su última aceleración, el espacio exacto para subir de marcha y observar desde lo alto la teoría. La progresión de Merckx en subida ha sido menos espectacular que en otras ocasiones, pero no hacía falta más. A sus espaldas el grupo se había disuelto, aniquilado, daos cuenta, después de veinte kilómetros de ataques, después de una serie de recuperaciones que lo habían llevado lenta e inexorablemente a los límites de la agonía.

Se podía pensar en un Merckx todavía victorioso, pero no en un Merckx de esta especie, capaz de una obra maestra tan estudiada, tan intensa, tan perfeccionada. Pero no se puede correr la “San Remo” a fondo como se corre un maratón (5), en el ocaso (muy hipotético) de una carrera sin precedentes. Alcanzado a un kilómetro del Poggio por Vandenbroucke, Merckx ha preferido conocer al inesperado adversario, ahorrando al mismo tiempo fuerzas en una subida que la distancia hace a todos problemática. Sin embargo, no creo que haya sufrido ni siquiera leves palpitaciones en el sprint... 



(1) "garofano rosso" en el original. "Il garofano rosso" es una novela de Elio Vittorini publicada en 1948, que dio lugar a una película estrenada en 1975, dirigida por Luigi Faccini y protagonizada por Miguel Bosé, y a un disco de título homónimo de la banda Banco del Mutuo Soccorso en 1976. Como traductor "amateur", no he encontrado mayor relación entre estas obras y la expresión utilizada por Bruno Raschi que la coincidencia de fechas (estaría de moda entonces) y el hecho de que la obra de Vittorini se trate de una Bildungsroman o novela de juventud, lo que podría ponerse en relación con la necesidad del pelotón de encontrar una estrella emergente.   

(2) hidra: monstruo de la mitología grecorromana, que contaba con nueve cabezas. Si se le cortaba una, ésta renacía al instante. De esta manera, Bruno Raschi parece hacer referencia a la "inmortalidad" de Merckx, la dificultad para derrotarle. 

(3) Jean-Luc Vandenbroucke, del Peugeot - Esso - Michelin, tío del futuro Frank Vandenbroucke, perderá su segundo puesto al ser descalificado por dopaje. 

(4) "schermaglia" en el original, esto es, escaramuza. He preferido traducirlo por finta, que tiene más sentido en castellano. 

(5) "non si può correre la "Sanremo" come si corre il miglio" en el original, esto es, "no se puede correr la San Remo como se corre la milla". He preferido traducirlo como el maratón, para darle quizá un sentido más actual a la expresión. 
  




MOVERSE EN EL MOMENTO JUSTO, 18 de marzo de 1979, por Rino Negri.

El año pasado Roger De Vlaeminck ganó la Milán – San Remo aprovechándose de una acción de Saronni y protegido por Moser, que era su compañero de equipo (1). Ayer el astro flamenco ha logrado el bis aprovechándose primero del trabajo hecho por Moser en el Poggio, mientras Raas estaba marchándose, y después de la progresión del trentino en via Roma: ¡un compañero de equipo enrolado para correr de esa manera no habría sido capaz de hacerlo mejor! 

Y de este modo ahora De Vlaeminck se encuentra con tres victorias en la “Classicissima”. Son muchas para no ser Merckx y no ser un italiano. Aunque desde hace tiempo saca provecho de la organización de equipos italiana (incluso Giacinto Benotto ha llegado de México convencido de verlo vencedor), es muy difícil enlazar tres “Sanremo”...

En la previa, De Vlaeminck juró que se haría el espabilado (2), porque quería llegar a la fuente que hace de mediana al inicio de vía Roma con las energías indispensables para saldar cuentas con los velocistas que, como él, hubiesen sido eventualmente capaces de conservar las piernas después del Poggio. Se hizo el espabilado, y no sólo una vez, incluso su majestad Eddy Merckx: imaginaos si no lo podría hacer él, que nunca ha osado compararse con Merckx. De Vlaeminck ha comenzado a pedalear a rueda de Moser en el Capo Berta. Después, cuando ha visto que Moser metía el desarrollo largo para colmar el hueco que lo separaba de Beccia y del cuarteto de Raas, De Vlaeminck se le ha pegado a su rueda. Determinó que Moser era el adversario que lo llevaría hasta el punto justo y en las condiciones ideales para alzar el vuelo. Y acertó.

Lógico que De Vlaeminck elogiase a Moser. El vencedor no debe ser nunca avaro en alabanzas con los adversarios. Si lo fuese no valoraría el propio éxito...

Cuatro París-Roubaix, tres “Sanremo”, una Flecha Valona, una Vuelta a Flandes, una Lieja – Bastoña – Lieja, dos Milán – Turín, un Campeonato de Zürich, un Tour de Suiza...Ha coleccionado, desde que en 1963 comenzó a correr, algo así como cuatrocientas victorias. Sin embargo goza de aplastante popularidad. Es un tipo que habla mucho. De entre las figuras, además, es seguramente el que ha disputado menos competiciones por obligación. Es difícil que los organizadores consigan alentarlo: o le dan todo lo que pide o no se mueve de su villa de dos plantas de Eeklo, a pocos kilómetros de Gante, la capital de Flandes. El año pasado, después de haber aceptado correr junto a Moser en la Sanson, se declaró arrepentido. Disuelta la Brooklyn, había tenido mucha prisa por firmar. Y después tenía ganas de que acabase la temporada ya. No logró ganar gran cosa después de la Milán – Sanremo, la Sassari – Cagliari y el Giro del Friuli. Habituado a los triunfos, tuvo que contentarse con las migajas. Y parecía acabado, tanto que aceptó las condiciones de Antonio Scibilia, patrón de la Gis, que son claramente inferiores a aquellas que un campeón ganador de su categoría puede imponer en Bélgica.

Roger tendrá 32 años el 24 de agosto. Si lo desea, podría correr durante otras dos o tres temporadas. Pero no se le tiene que imponer nada. Porque cuando es asaltado por la nostalgia nadie le puede impedir salir corriendo hacia Eeklo, para ver a su mujer Marleene y a las pequeñas Nadia y Sheila...Solo allí en ese momento, sereno y relajado, vuelve a tener 44 pulsaciones, a veces 38, y ríe contándolo, porque dice que le parece que no siente el corazón, el mismo que ha soportado esfuerzos tremendos. Desde joven, porque desde que era un muchacho De Vlaeminck ha sufrido mucho. Iba por la noche a trabajar a la fábrica para poder entrenar con la luz del sol. Por esto, cuando habla de sus éxitos, remarca que han sido todos “sudados”. Como esas cuatro París-Roubaix, un récord. Pero para llegar en la punta de forma a las grandes citas, se ha visto obligado a disputar el miércoles la Gante – Wevelgem y después volver a casa en bicicleta, tras moto, cargando con otros trescientos kilómetros. Quien ha intentado imitar su entrenamiento ha acabado destrozándose las piernas.


(1) En Sanson - Benotto. En la presente temporada, 1979, corren para equipos distintos: Moser sigue en Sanson pero De Vlaeminck corre para Gis. 

(2) "cascamorto" en el original. La traducción más correcta sería "mujeriego" o "ligón", pero en este contexto he considerado más acertado traducirlo por "espabilado". 




domingo, 18 de noviembre de 2018

FRAGMENTOS DE LA MILÁN - SANREMO (II)

Continúo con los artículos traducidos extraídos del libro Milano - Sanremo, 100 anni leggendari, en este caso sobre las ediciones de 1949, ganada por Fausto Coppi, y de 1958, con victoria de Rik Van Looy. El primero es simplemente un elogio al triunfo del campeón del momento, Coppi; el segundo, el análisis de una Sanremo dilucidada al sprint, en la que sorprende la inicial comparación de la clásica italiana con la París - Roubaix y la París - Tours. 


EL TRIUNFO DE UN CAMPEÓN Y DE UNA IDEA, 20 de marzo de 1949, por Emilio De Martino.

Fausto Coppi ha vencido por tanto. Todos predecían la victoria del as de la Bianchi, pero pocos, poquísimos, pensaban en la formidable media horaria que ha caracterizado el nuevo triunfo del ciclismo italiano. El famoso récord de Olmo – media de 38,517 de hace once años – ha sido largamente superado y no solamente por el fenómeno Coppi, sino también por los mejores protagonistas de una carrera maravillosa que se ha presentado de principio a fin como un único sprint...La travesía de Milán había ya suscitado los primeros entusiasmos. Mucho público, pero perfectamente en orden y sobre todo una nueva mentalidad en todos, de manera que la Celere, que había sido movilizada dado el recuerdo de los pavorosos altercados del año pasado, ha permanecido en descanso. Y hemos llegado al colmo; que Giuseppe Ambrosini, incomparable director de carrera, ha logrado dar la salida seis minutos antes del horario establecido...

...(Inmediatamente) Una fuga a más de 50 km a la hora de dos reclutas: Leoni y Teruzzi...Y detrás de los dos jóvenes que hacían de liebres, un desfile de otras fugas que tuvieron en belgas y franceses sus principales protagonistas...(y) entre Casteggio y Voghera los dos audaces...liebrones eran alcanzados. Más tarde, siguiendo el impulso por el premio de la pancarta, intentaba un bello gesto el belga Claes. A él se unían De Santi, Zanazzi y Monari justamente en la entrada en Tortona. Media: por encima de los 45 km horarios. Un espectáculo... Si decimos que en la cima del Turchino pasaba primero De Santi, precediendo a Claes – famoso por dos victorias en la París – Roubaix – y a una media récord de 42 km, habremos hecho el mejor elogio de este muchachote triestino...

Sabíamos muy bien que los dos actores del Turchino no llegarían primeros en Sanremo. Claes, que había impresionado justo hasta las primeras vistas del mar, ha cedido posteriormente. De Santi ha resistido mejor e incluso lo vemos muy bien situado en el orden de llegado final. Pero en Savona todo tenía que empezar de nuevo. Único inconveniente, el cierre del paso a nivel de Cogoletto a Savona. Los culpables eran los propios corredores: habían corrido demasiado rápido, precipitándose sobre los controles casi media hora antes de lo previsto...

En el Capo Mele los franceses de la France Sport han dado batalla. En primer lugar Lazarides, después, por sorpresa, saltaba Fachleitner. Y se fugaba con una decisión y una autoridad de campeón. Hemos comprendido que estábamos en los momentos decisivos. Así pues, delante de nosotros el mejor Fachleitner, atleta que habíamos visto en el Tour de Francia de hace dos años, el famoso protagonista junto a Robic del golpe de teatro final.

Confesamos que nos quedamos muy perplejos durante varios minutos. La marcha de Fachleitner era aquella del hombre decidido a intentar el gran golpe. Nuestros colegas franceses, erguidos sobre sus vehículos, vivían un gran momento. Goddet nos dice, más con el gesto que con las palabras: “Va en serio, quizá lo consigue...” E íbamos con la memoria a hojear el libro de oro de la “carrera al sol”, a 1934: desde entonces ningún extranjero ha ganado la “Sanremo”...

Miramos a Bartali: Gino nos hace un gesto señalando la rueda. Ha pinchado, ha vuelto a entrar pero no iba bien del todo. Miramos a Ortelli, Fiorenzo Magni, Coppi que seguía como una sombra a Camellini...Más allá Vincenzo Rossello dio el señal para la reconquista; lo siguieron paulatinamente Pasquini, Leoni, Fiorenzo Magni y también Ortelli con la maglia tricolor. ¿Y Coppi? Volvemos a mirarlo, le gritamos para incitarlo. Parecía ausente. Marchamos todavía una vez más hacia adelante para decir a Ortelli, a Magni, a Rossello nuestra palabra de fe. Coppi estaba lejos. Más lejos todavía Bartali...

Alcanzamos a Fachleitner que ha superado ya el Capo Cervo y estaba a punto de afrontar el Capo Berta, última subida. No marchaba con la seguridad de diez minutos antes. Nos giramos a ver la estela. Allí vemos la maglia tricolor de Ortelli. Más tarde...más tarde avanzaba a grandes ráfagas una maglia blancoceleste. Nos frotamos los ojos, pero no estábamos soñando. La maglia blancoceleste es la de Coppi. Fausto parecía una furia desencadenada. El hombre que parecía ausente, casi resignado ante la fuga del francés, estaba en cambio meditando su ataque...

Dejamos a la imaginación lo que sucedió en el Capo Berta cuando se vio despuntar la maglia blanquiazul de Fachleitner, la tricolor de Ortelli y la blancoceleste de Coppi. La gente parecía enloquecer... Coppi ha cogido a Ortelli, después ha atacado una vez más, siempre como una furia, alto sobre el sillín, rabioso en el esfuerzo, e incluso sublime en la convincente hazaña plena de potencia, pero también de estilo. Justo en la cima Coppi atrapaba a Fachleitner, y después se lanzaba hacia Imperia. Allí abajo el sol pegaba de lleno sobre Sanremo y sobre la nueva victoria de nuestro formidable campeón...




UNA FUGA, UN RÉCORD, UN SPRINT, 21 de marzo de 1958, por Giuseppe Ambrosini.


La ausencia de publicación del periódico de ayer (huelga) quita a estas notas sobre la “Sanremo” del sabor de la inmediatez, pero también, quizá, de la imprecisión de las prisas y les añade la ponderación que no puede separarse de la calma y de la frialdad de la reflexión...

El primer hecho excepcional a subrayar es el nuevo récord de la media. Sabemos muy bien que en la París-Roubaix y en la París-Tours se han alcanzado cimas más altas; pero sabemos igualmente que los recorridos de estas dos pruebas francesas son completamente llanos, o casi, y que cuando fue batido el récord, los participantes fueron empujados por un viento de popa durante casi toda la duración de la carrera, desarrollándose ésta más o menos siempre en la misma dirección. Ayer, por contra, ni en la llanura padana, ni en mitad de los montes, ni a lo largo del mar los corredores contaron con el viento como aliado...¡Y qué diferencia de recorrido entre las dos pruebas que he citado y ésta! En la “Sanremo”, si se tienen en cuenta tan sólo los desniveles marcados en el mapa, hay 800 metros a superar, sin contar las innumerables rampas que no contribuyen poco a romper el ritmo y las pedaladas; tampoco deben ser olvidadas aquellas miles y miles de curvas que, especialmente en la Riviera, obligan a una continua cautela.

Así pues, en estas condiciones los 42,179 hechos por un grupo de unos sesenta hombres dan la sensación de lo sobrehumano, de lo increíble. Desde el nivel ya elevadísimo de los 40,688 de Poblet del año pasado, se ha dado un salto de 1491 metros, que desafío a cualquiera a haberlo previsto o de haberlo considerado posible. Y el hecho parecerá todavía más sensacional si se recuerda que en la primera “Sanremo” de la posguerra venció el gran Coppi en solitario a 35,950 y que antes de la guerra se alcanzaron sólo una vez los 38 y medio (Olmo, 1938).

¿Hay que decir pues que el nivel de clase de los corredores de hoy es claramente superior? No me atrevería a llegar a tal deducción. Por tanto se tiene que buscar en otro lugar, a mi parecer, la explicación del hecho extraordinario. En primer lugar, en la variedad del espíritu competitivo general. La ausencia de un dominador favorece el equilibrio de las fuerzas y su más valiente e independiente uso. El equilibrio rompe las cadenas de la jerarquía y difunde desenvoltura y audacia incluso entre los modestos, los lanza a la dispersión no ya con las preocupaciones eventuales de una humillación, sino más bien con tantos sueños de victoria...

La segunda característica de la carrera ha sido su linealidad durante 240 km aproximadamente...La carrera se ha mantenido invariable en el planteamiento asumido desde la salida, ligeramente cambiada tan sólo por la progresiva reducción de nueve a seis componentes en el grupo de fugados...La solidez de los dos bloques, respectivamente atareados en la fuga y en la persecución, ha sido otro factor del récord; y un tercera ha sido todavía la no excesiva distancia entre ellos, que ha hecho sentir en todo momento a las liebres el ladrido de los perros, y a éstos el olor de las liebres delante de las narices.

A estas características se ha prestado la carrera hasta Savona...Pero otras figuras han aparecido en sus fases finales... Si el acercamiento a Privat ha sido obra de todos, el enlace hasta el mismo límite de Sanremo con el hombre de cabeza ha tenido en Defilippis el protagonista de un extremo tentativo de fuerza. Desaparecidos uno después del otro, desde el Mele al Berta, los tres corredores de la Carpano, que habían constituido el cerebro y el nervio de la fuga, el turinés ha improvisado un golpe por sorpresa, con el cual esperaba quitarse de encima a los velocistas belgas y franceses y a Poblet, con el que no tenía excesivas probabilidades de cruzar primero la meta. Pero el ataque, aún siendo oportuno y enérgico, no le salió bien...

Sesenta y nueve corredores al sprint después de una carrera llevada con una media récord pueden parecer una inexplicable contradicción y un envilecimiento del tono competitivo de la carrera. Sin embargo, no son otra cosa que la enésima y clamorosa prueba de que ni siquiera la velocidad más elevada basta para provocar una clara selección si se hace en masa y a ritmo regular, como ayer: a este objetivo son más útiles diez kilómetros a base de ataques que doscientos a 40 o 44 de media.

En la entrada del rectilíneo de meta – esto es, a 300 metros del telón – la lucha giró en torno al duelo entre Poblet y Darrigade (el español pensaba que la rueda del francés sería para él la más útil), pero a los 150 metros, donde me encontraba, Van Looy, rozando el vallado de la derecha, salió, quizá no avistado en el momento, con una acción de tal potencia atlética que para nada valió el golpe de riñón de Poblet. A pesar de que los tres puestos de honor han sido ocupados por extranjeros, pienso que en conjunto el comportamiento de los nuestros ha sido más satisfactorio que el año pasado.



miércoles, 7 de noviembre de 2018

FRAGMENTOS DE LA MILÁN - SANREMO (I)

Ahora que la temporada ha llegado a su fin y apenas hay noticias que contar, para evitar que este espacio caiga en el silencio me dispongo a publicar una serie de artículos históricos sobre una de las carreras más bellas del calendario, la Milán - Sanremo. Estos artículos aparecen recogidos en el libro Milano - Sanremo, 100 anni leggendari, publicado por RCS para conmemorar el centenario de la prueba en 2007. La traducción ha corrido a mi cargo, así que me excuso de antemano si hay errores flagrantes o puntos oscuros. No me dedico ni mucho menos a ese menester y ha sido una labor más motivada por el amor al ciclismo y a la prueba en cuestión, que por intereses puramente filológicos. 

Me dejo de preámbulos: aquí van las dos primeras píldoras. Sendos artículos sobre las ediciones de 1929, ganada por Alfredo Binda, y la de 1940, con victoria de Gino Bartali.


ESPLENDOR DE UNA GRAN VICTORIA, 20 de marzo de 1929, por Emilio Colombo.

Si Alfredo Binda hubiese disputado el Campeonato del Mundo, el año pasado en Budapest, en las mismas condiciones de forma demostradas hoy, al ciclismo italiano no le faltaría el segundo clamoroso éxito en la prueba por el título absoluto. No evoco sin ton ni son una fea página del deporte profesional nacional. Intento hacer el mejor elogio al atleta que ha ganado con superioridad la XXII Milán – San Remo y establecer, o remarcar, que la abrasadora jornada húngara no marcó la regresión de uno o más atletas italianos, sino que nos vio batidos de mala manera, ya que nuestro mejor representante fue, por baja forma, una sombra del gran vencedor en Adenau. El campeón de Italia ha resurgido...

En el cuadro, verdaderamente fascinante, ya sea desde el punto de vista deportivo, como del pictórico, destaca la figura del triunfador. En un segundo plano asoman algunos jóvenes: el romano Frascarelli, que sale de la carrera con galones de mariscal; el apuesto romagnolo Caimmi; el modesto y bravísimo varesino Catalani, del mismo equipo que el dominador; aparte de estos, a pesar del esplendor del día veraniego y de las favorables condiciones del recorrido, pocos valientes, combativos y tenaces más para vergüenza del ímpetu desarrollado por el leader...

...pero la calidad del éxito del “cittigliese” debe ser por completo ilustrada por la elocuencia de las cifras, más que por los esfuerzos de las palabras. Binda ha recorrido los 286 km y medio en 9h3'30''. Doy un poco de luz a estos datos. Cabe recordar que en Pavía y en Voghera los corredores han pasado por fuera de la ciudad, a través de la circunvalación, y por tanto han alargado aunque sea un poco el trayecto. Cuando venció Defraye en 1913, y la media nos pareció sensacional, se atravesaba Pavía y creo que también Voghera; y por si fuera poco, el belga encontró en la Riviera el viento favorable. Igualmente cuando venció Ganna. Hoy, el clima era delicioso pero sin ninguna ayuda del viento, ni antes ni después del Turchino.

Sin embargo, si no caigo en error, la media del primer llegado supera los km 31,500. ¿No ha sido así? Salta a la vista por tanto, a partir de los números, el valor del aplastante éxito de Binda...

Nadie creía volver a encontrar al as de la Legnano en unas condiciones tan espléndidas. En cambio el atleta ha reaparecido a punto físicamente, armonioso en el estilo y en los músculos, compuesto, seguro, dueño de sus propios medios. También sobre la máquina me ha parecido mejorado con respecto al año pasado. El sillín ligeramente más alto, el golpe de pedal más recto y centrado, la acción más continua y por tanto más fácil...

Caen, ahuyentadas por la inconfundible autoridad de los hechos, las reservas y las dudas expresadas a propósito del fatigosísimo sistema de preparación que Binda prefiere. Imagino cual haya sido el trabajo mantenido por el atleta en vista de esta Milán – San Remo. Él mismo, ya hacia el final de su marcha triunfal, nos ha hablado, como recordando en plena alegría del éxito, de una suma de sacrificios, de esfuerzos, de fatigas, de privaciones que harían empalidecer incluso a los más obstinados devoradores de kilómetros.

La bondad e intensidad de la preparación han dado frutos innegables. El campeón ha ganado de manera fuerte aboliendo todas las discusiones y sorprendiendo probablemente, en primer lugar entre todos, a sus adversarios. Quienes a partir de este momento tendrán que buscar refugio...

...En la jornada luminosa de Binda, recordando todavía las medias horarias: de Milán a Ovada a aproximadamente 34 a la hora; de Milán al Turchino, de Milán a Arenzano, de Milán a Savona, medias oscilantes entre los 32,500 y los 33, 500 km. Todo esto era necesario para que el atleta pudiese superar por más de una cabeza la estatura de los más aguerridos adversarios.

...Binda ha cubierto en solitario aproximadamente los últimos 112 kilómetros del recorrido. Desde el momento en que Negrini fue atrapado por la mala suerte, ningún otro hombre de los que se habían distanciado en la subida del Turchino podía ya ser tomado como un peligro para Binda y para el “molarese”...

Se me permita entonces afirmar que, dejando aparte la impresionante performance de Alfredo Binda – impresionante en cuanto que la ha ofrecido sin aparente esfuerzo excesivo, diría que con evidente facilidad – los batidos, salvo Frascarelli, Caimmi y Catalani, los dispersos, los caídos (se entiende que haciendo la más obligatoria de las excepciones en lo que respecta a Negrini: la suerte le ha quitado el segundo puesto quizá, el más peligroso adversario del “cittigliese”, pero no ha podido impedirnos constatar que el alumno de Girardengo camina verdaderamente bien), todos los demás, en resumen, no han conseguido hoy resultados apreciables y satisfactorios.



UNA PELÍCULA BONITA PERO DE TRAMA POBRE, 20 de marzo de 1940, por Bruno Roghi.

La carrera ha sido rápida y rica en episodios vivaces. Los corredores que se han lanzado de cabeza en la aventura de las fugas han sido varios. A Sanremo se ha llegado deprisa y la media horaria destaca entra las más elevadas de la larga serie. Ha vencido el atleta más popular y más fuerte. Todos estos son hechos comprobados que deberían inducirnos a confeccionar en seguida un balance positivo de la “Classicissima” de Primavera. Pero la pluma es renuente. ¿Somos muy exigentes con la Milán – San Remo o ha sido esta Milán – Sanremo la que con todos sus fuegos de artificio nos ha dejado en las manos un poco de cartón churrascado?...

¿Por qué menospreciamos una carrera que ha enlazado una serie continua de fugas y escaramuzas? La menospreciamos, quizá con exceso de severidad, porque severidad ha faltado en su expresión mayúscula, en la lucha directa y desenfrenada entre los campeones que gozan de la mayor popularidad y de los mayores estipendios. Gino Bartali, que en definitiva los ha puesto a todos en su sitio, puede decir que tenía sus buenas razones para esperar, esperar, esperar que la carrera lo proyectase automáticamente al proscenio. Ha ganado: le basta, le debe bastar. ¿Pero qué han hecho los demás para atacarlo, para mostrarse en cabeza, para organizar un simulacro de gran carrera? La nada más absoluta en el más pneumático de los vacíos. Ha sido la “Sanremo” de los campeones mirando el paisaje. Ha sido la “Sanremo” de los campeones tumbados a la bartola, mientras por delante suyo, con temerarias arrancadas, los corredores de escasa notoriedad daban espectáculos de saltos mortales. Ha sido la “Sanremo” del “espera tú que voy yo”, del “ven tú que espero yo”.

¿Cuándo, amigos del deporte, habéis visto en posición de ataque a uno de los grandes equipos en liza? ¿Cuándo habéis tenido la ventura de husmear, en la explicación de uno de los equipos, la existencia de un plan táctico de carrera? ¿Cuándo habéis podido identificar en un grupito de fugados a un corredor de alto nivel?...Diréis que Bartali, asediado por un equipo rival, tenía todo el interés de contemporizar. Será, pero aparte del hecho de que el golpe Bartali no lo ha dado más que en el sprint y por su cuenta, es necesario preguntarse si él no debería haber hecho maniobrar a su equipo con más vivacidad a fin de debilitar el ímpetu de los velocistas que podían inquietarlo en la llegada. Más afiladas son las saetas que se pueden disparar en dirección de los blancocelestes. Es verdad que Bizzi ha sido traicionado por la suerte en la fase culminante del sprint y que la “Sanremo” habría podido ser suya. Es verdad que Leoni ha dado ejemplo de encomiable despreocupación quemándose, con otros, en fugas durante un buen tramo de la via Aurelia. Pero la escuadra, en conjunto, no ha tenido orden, orientación, iniciativa, valentía. Cuando se tienen tantos campeones en el saco es necesario saber sacrificar a alguno, a propósito y a la desesperada, para llevar con el gancho a los antagonistas, para calentar la carrera...¿O la consigna que se da a un as es esa de seguir siempre, no fugarse nunca?...

Gino Bartali, finalmente, ha puesto a todos de acuerdo. El corredor toscano no es un corredor de solo un tipo de victoria. Tiene dos flechas en su arco. La más bella, recta y franca, es esa que dispara en las fugas en subida, es la flecha que atraviesa de parte a parte a todo adversario. La otra flecha es más sutil y certera. Es aquella que dispara desde el arco del sprint, cuando se llega en multitud a la pancarta de último kilómetro pero se debe llegar en solitario bajo la pancarta de meta. Bartali tiene también este arma, y ya lo había demostrado a raudales anteriormente. Potente como es, auténtico corredor de larga distancia, él pasa sobre los cadáveres, como se dice en el argot colorido de los deportistas, cuando la larga fatiga ha exprimido las fuerzas de los otros. Su sprint entonces es más mordiente que desenvuelto, más imperial que elástico. Es el sprint del que tiene más resuello, no del que es más veloz en sentido absoluto. Gino Bartali, después de una carrera astuta y opaca, no ha logrado retorcer el cuello de todos sus rivales en la escalada de la última colina. Parecía por un momento que el “adiós y gracias” del toscano debía resonar para los pocos supervivientes que habían logrado formar una patrulla de ocho corredores. Ha sido una impresión de un breve instante, pues Bartali no ha logrado irse solo...Pero desde aquel momento Bartali ha pensado en la clara posibilidad de ganar al sprint como en otras ocasiones olvidadas. No ha vencido solo, como gusta a nuestro espíritu romántico, pero ha vencido por encima de todos: y es esto, en definitiva, lo que importa. Importa igualmente constatar que Bartali, después de reprimir las veleidades de sus rivales durante el recorrido (veleidades muy platónicas) ha inscrito su nombre por segunda vez consecutiva en el cuaderno de la más bella carrera italiana. 


Última victoria de Bartali en Saremo en 1950.