lunes, 24 de julio de 2017

DEFINIENDO LO ANODINO

Todos los julios pasa lo mismo, mucho ruido y pocas nueces. La expectación es enorme, pensamos que este año sí, este año va a saltar todo por los aires, este año vamos a volver a enamorarnos del Tour como cuando éramos chavales, y luego llegan las amargas decepciones. Si el Tour de 2016 era difícil de superar, éste lo ha conseguido con creces. Aquel fue un Tour nefasto, a la altura de 2002 o 2004. Aún así, ya se sabe que el paso del tiempo todo lo edulcora y lo nefasto se tiende a olvidar. De 2016 quedará el extraño descenso de Froome del Peyresourde, el abanico montado por Sagan, Froome, Bodnar y Thomas, y cómo no, el esperpento del Ventoux. Pero, ¿qué hay de este año? ¿Ha habido algo "memorable" que no tenga que ver con caídas o expulsiones inmerecidas? En serio, no sé qué recordaré de este Tour, uno de los más anodinos que recuerdo.  

Propongo un pequeño vocabulario, para así acordarme de algo sobre el Tour de 2017 cada vez que me de por releer esta entrada. De esta manera, también el lector puede escoger libremente en qué centrarse, si en la A de "ausencia de ataques", en la L de "Landismo" o en la O de "omertà". Porque repito, ha sido un Tour para olvidar. 

A: Ataques, ausencia de

Este Tour, como el Giro de este mismo año, se ha caracterizado por la igualdad, por mantener a los primeros clasificados con diferencias mínimas hasta el último día. Algunos lo llaman "emoción", otros preferimos decir que realmente no hay diferencias porque no pasa nada. Pero la diferencia notable entre el Giro y el Tour es que en la corsa rosa había una contrarreloj digna, anterior al núcleo más importante de etapas de montaña, mientras que en el Tour no. En un caso los escaladores se vieron forzados a inventar algo (tampoco mucho), mientras que en el caso que nos ocupa no. En el Tour sólo ha habido una primera crono de 14 km. y otra final de 22 km. Una birria si se compara con la apabullante cantidad de contrarreloj que se estilaba hasta hace bien poco en julio.

Todo ello ha determinado etapas de montaña en las que ha predominado la vigilancia e ir a rueda. Sky marcando un ritmo infernal de la mano de Kwiatkowski y todos los demás esperando su oportunidad una vez pasada la pancarta del último km. La etapa pirenaica fue vergonzosa en ese sentido: una etapa de tres puertos convertida en una etapa de final en el murito de Peyragudes. Ahí hubiese ganado Purito. 

B: Bardet, Romain

Romain Bardet vuelve al podio, en este caso al tercer escalón, y de milagro. El francés subalimentado ha ido de más a menos, siendo quizá el momento más recordado de todo su Tour la pésima contrarreloj de Marsella. La organización le había preparado un recorrido a medida, con finales en descenso, etapas de montaña cortas o sin excesivos puertos, muritos y poca crono. Todo ello ha contribuido a que este nuevo "hombre-Tour" estuviese en la pelea de forma irreal en todo momento, a pocos segundos de Froome. Luego la contrarreloj lo ha puesto en su sitio. El pobre no podía ni mantenerse de pie en la subida de Notre-Dame de la Garde, y sólo ha podido conservar el podio por haber esprintado al límite de sus fuerzas en los últimos metros (cosa que no hizo su rival para el tercer puesto, Mikel Landa). En fin, el corredor francés parece haber alcanzado su tope. Habría que verle en un Tour de los de antaño, con cronos larguísimas, con largas rectas abiertas al viento, y etapas con un auténtico encadenado de puertos.


C: Contador, Alberto

La prensa patria había comprado una vez más la teoría de un Contador al asalto de París, pero la dura realidad ha vuelto a colocar al pinteño y a las soflamas "marca España" en su sitio. Algo que se auguraba después del positivo de André Cardoso, sin duda un toque de atención previo al equipo, un "no os paséis". Sin embargo, Contador ha sacado esa variante suya, cada vez más habitual, de ataques suicidas y lejanos de meta que, si bien no llegan a nada, ponen bastante interés a la carrera.

Contador dice que no volverá al Tour y es evidente que no está para ganarlo. Desde 2011 alterna años de ataques suicidas con otros de abandonos por caída. Pero al menos ha sido la nota discordante en un Tour marcado por la monotonía y el tran-tran. Él fue el que armó la marimorena en la etapa de Foix, llevándose consigo a Landa, y más tarde a Barguil y Quintana. También lo intentó en la etapa de Serre Chevalier, donde se le atragantó el Galibier, para el que "necesitó" todo un "ventolinazo" (ver V: ventolinazo).  E hizo una contrarreloj en Marsella muy notable que le ha permitido asentarse en el top-ten. Algo escaso para alguien que atesora siete grandes vueltas.  

D: De Gendt, Thomas

¿Qué sería de una carrera sin Thomas De Gendt? Es más, ¿qué sería del ciclismo sin este tipo de corredores en vías de extinción, ciclistas que prefieren que les de el aire a ir agazapados y protegidos en la panza del pelotón? De Gendt ha puesto la salsa a muchas etapas intrascendentes. Ha convertido lo anodino en memorable. Y sin embargo no se ha llevado una etapa. Ni siquiera la combatividad. Delgado, ese suplicio de comentarista no preparado, ha dicho constantemente, con un tono de burla nada disimulado, que De Gendt corre sin cabeza y gasta muchas fuerzas innecesariamente. En la escapada de la etapa de Peyragudes, De Andrés no ocultaba sus simpatías por el anciano tueizado Cummings, un auténtico filibustero de la bicicleta.

Pero más allá de estas pequeñas mezquindades, De Gendt nos ha alegrado la vista con infinidad de escapadas condenadas al fracaso, machacando los pedales, con una entrega sin par en las etapas de la primera semana para su sprinter Greipel. En definitiva, un corredor que ataca y marcha en solitario debe ser siempre elogiable. Así que también  es justo acordarse de otros protagonistas de escapadas, como Offredo, Backaert, Van Keirsbulck, Gesbert, Perichon, Bodnar, y ya en los últimos días, Pauwels, Mollema, Boasson Hagen, Matthews y Chavanel.



E: Expulsión

En la llegada de la cuarta etapa en Vittel tuvo lugar uno de los momentos más bajos de este Tour, en general por los suelos: la inmerecida expulsión de Peter Sagan por lanzar supuestamente un codazo a Cavendish. Twitter echaba humo esa tarde con opiniones para todos los colores: que si Cavendish se metió  donde no debía, que si Sagan lanzó el codo, que el codo simplemente lo movió para no caerse...En fin, mi impresión es que Cavendish ya estaba cayendo antes de que Sagan sacase el codo, que realmente el codo no llegó a impactar en Cavendish y que la expulsión de carrera me pareció una decisión totalmente desproporcionada, pues el gesto de Sagan no ocultaba una intención violenta. No hubiese visto mal una descalificación en la etapa, pero nada más. Pero claro, el marrullero de Man sacó a relucir todo su arsenal victimista. El mismo que oculta cuando se ha comportado repetidamente como un psicópata de los sprints. Y la organización dijo "sí, bwana, el eslovaco fuera", demostrando cuál es el país que corta el bacalao en este nuevo ciclismo. El mismo (con el mismo personaje) al que no retiran una medalla olímpica después de derribar a conciencia a un pistard coreano.



F: Froome, Chris

Lejos quedan los años en los que Bilharzio/la Mantis arrasaba en montaña. Esos años en los que él y Brailsford jugaban a ser una repetición de Armstrong y Bruyneel, pero "en limpio". Años de demostraciones demenciales en el Ventoux y Pierre-de-Saint-Martin. Años raros. Después llegaron las filtraciones de datos, las comparativas con vídeos de youtube, los TUEs... Y desde entonces se ha visto una versión de Froome que para mi gusto es mucho mejor. Un corredor que, a pesar de su aparente torpeza, es inteligente y hábil, que está atento en los descensos y en las llegadas al sprint complicadas. Un corredor que se ampara en un potente equipo pero que sabe en determinados momentos dar la cara, como en Rodez. Un corredor que sólo ha atacado una vez (un ataque de chichinabo) para pasar solo por la Casse Déserte. Un corredor que no falla en las cronos. Pues así ha sido, Froome ha ganado en la crono, y estoy seguro de que si le hubiesen puesto todavía menos crono, hubiese ganado igual. Y si le hubiesen puesto más, sin duda su dominio hubiese sido más palpable.



G: Galibier

En este Tour solamente ha habido cuatro puertos y finales en alto por encima de los 2000 metros, uno de ellos el mítico Galibier. Se esperaba mucho de esta etapa, con meta en Serre Chevalier, pero finalmente pasó bien poco. Sólo el advenimiento de un nuevo corredor excepcional, que tampoco es nuevo pero que sorprende a cada día: Primoz Roglic. A este ex-saltador de esquí se le conocía como excelente contrarrelojista después del Giro de 2016, reconvertido en ganador de vueltas de una semana en Algarve. Pero pocos esperaban esta reconversión suya en escalador adaptado a la altitud extrema, subiendo a ritmo, sin descomponer las formas, deslizándose en el descenso como por un trampolín de vuelo con esquíes. Sin embargo, no todos son flores, pues esta prestación excepcional hay que ponerla en relación con el abandono en la etapa anterior de su compañero de equipo George Bennett, justo después de la etapa de descanso.


H: Hors délais (fuera de control)

Arnaud Démare ha ganado por fin una etapa en el Tour de Francia. El país galo respiró aliviado. Madiot también. Sin embargo, al joven francés las subidas se le atragantan. En la octava etapa, con final en la Station des Rousses, ya se las vio canutas para entrar dentro del tiempo. Incluso en algún momento pudo parecer que recibió alguna ayudita para poder hacerlo, pues en la última subida redujo las diferencias de forma muy notable. Al día siguiente ya no pudo hacer nada y se marchó para casa nada menos que con tres compañeros más, Konovalovas, Delage y Guarnieri. Una decisión extraña, pues o estaban todos enfermos o se decidió, de forma muy desafortunada por parte de Madiot, llevar el servilismo del gregario al extremo. El resultado final fue un FDJ en cuadro, del que han acabado la carrera solo tres corredores.

I: Izoard

El mítico Izoard, por primera vez como final de etapa, era la última oportunidad para los escaladores. Infinidad de veces se escuchó (lo repitieron hasta la saciedad) que en la Casse Déserte los campeones coronan en solitario. Pero más allá de viejas retóricas, se sabía que el nuevo ciclismo sólo iba a ser capaz de ofrecer ataques después de la ligera bajada posterior a la Casse Déserte, en los últimos dos kilómetros.

Kwiatkowski marcó un ritmo infernal durante toda la subida y cuando dejó de tirar paró en seco (el polaco da miedo con esas cosas tan suyas). Por delante marchaba una escapada de cincuenta tíos, ya desgranada. Entonces saltó Barguil, que pudo remontar a Atapuma, el último superviviente de la fuga, y hacerse con un triunfo espectacular. Landa, en libertad condicional, atacó para hacerse con la tercera plaza. Por fin volaba libre, aunque atado por los pies como una cometa guiada por Froome y el coche del equipo. Sin embargo fue cazado por el grupo de Bardet, Urán y Froome. De este modo, el landismo no llegó al orgasmo.

K: Kittel, Marcel

Si el año pasado el tirano de los sprints fue el Cabezón, este año, sacado de carrera por el incidente de Vittel, ha sido Kittel. Cinco triunfos se ha llevado, a cada cual más fácil para el gigantón alemán, que no ha necesitado ni siquiera los lanzamientos de Sabatini. Para vecer simplemente le ha bastado salir de la nada en los últimos metros para remontar a todos con dos o tres zapatazos finales, con una facilidad insultante. Para ello había sido necesario previamente controlar las escapadas, consintiendo sólo aquellas más fáciles de reprimir llegado el momento (ver: Omertà). La única llegada ajustada (ajustadísima más bien) la tuvo con Boasson Hagen en Nuits-Saint-Georges.



La conquista del maillot verde ha sido otro cantar. Para eso hay que pasar la montaña y hacer frente a moscas-cojoneras como Matthews. El australiano no le ha dejado respirar en las etapas más complicadas, colándose en todas las fugas. Asfixiado, completamente desfondado por un Matthews agresivo, y mermado finalmente por una caída (provocada lo más seguro por el estado de cansancio en el que se encontraba), tuvo que retirarse, con cinco etapas pero sin la guinda del maillot verde.  


L: Landismo

Si por algo será recordado este Tour anodino será por el hype improvisado en torno a Landa, con el hashtag #MikelLandaAskatu o el rap del gran Bemancio. Un hype desmedido, motivado sin duda alguna por el deseo de muchos aficionados de trascender el aburrimiento de la primeras dos semanas, al que contribuyó la soltura del alavés en las subidas, su estilo de escalador a la antigua usanza y el posible morbo de un conflicto en el seno del equipo sky.

Landa fue el primero que lanzó la piedra. En la corta etapa de Foix se marchó junto a Contador con la intención de poner patas arriba la clasificación general. A ellos se unieron Barguil y Quintana, en un bonito día de ciclismo. Sin embargo hay que tener en cuenta que Landa lanzó el ataque con las espaldas cubiertas (siendo él mismo parte del grupo dominador) y en situación de libertad vigilada. Cuando la cosa se puso fea, sky se puso a tirar por detrás, por miedo a que un Quintana todavía no rematado volviese a escalar puestos en la clasificación. Pero la posibilidad de un conflicto de intereses entre un Froome "menor" y un Landa aparentemente pletórico estaba ya en el aire.

Las descafeinadas etapas de los Alpes se vivieron con mucha expectación y algo de rabia en su desarrollo. El ataque de Landa no llegaba. El forofo y obtuso Josu Garai se empezaba a poner impaciente. En el Izoard finalmente voló libre, todo lo libre que se puede volar dentro del equipo del líder. Sin embargo, su ataque no fue el ataque demoledor esperado por la afición. Su cara de placidez habitual mostraba signos de cansancio, siendo atrapado con relativa rapidez por Urán, Bardet y Froome.

Pero el destino le tenía reservada al provocativo vasco una trampa más en la crono de Marsella. Si bien puede considerarse su crono muy digna, a la altura de la primera del Giro de 2016, no contaba con el descalabro de Bardet. Si hubiese esprintado un poco más en meta, si hubiese tomado el descenso de Notre-Dame de la Garde con más entusiasmo y no con esa apariencia de no esforzarse, hoy no estaría fuera del tercer cajón por un segundo tan sólo. 




M: Matthews, Michael

La expulsión de Sagan del Tour dejaba huérfano al maillot verde, a merced del muchachote alemán y sus cinco triunfos de etapa. Sin embargo iba a aparecer Matthews para derribar en una lenta campaña de desgaste las defensas alemanas, en uno de los episodios más interesantes de la segunda semana. Matthews siempre ha demostrado ser un corredor rapidillo, hábil en todos los terrenos y sobre todo despierto; sin duda el mejor continuador de Sagan.

Después de la victoria en Rodez, nada menos que frente al intratable Van Avermaet, llegó la etapa de Romans-sur-Isère en la que Sunweb, con Ten Dam a la cabeza, aprovechó la debilidad de Kittel para dejarlo distanciado durante toda la etapa. Para rematar la faena de su equipo, Matthews se hizo con la victoria, no sin antes cerrar un tanto a Degenkolb. En el día siguiente se coló en la escapada camino de Serre Chevalier para hacerse con los puntos y comerle la moral al alemán. La retirada al día siguiente de Kittel, motivada por una caída provocada por el agotamiento, dejó vía libre para que el australiano se hiciese con el maillot verde.


N: Notre-Dame de la Garde

La empinada subida hasta la iglesia neobizantina de Notre-Dame de la Garde ha sido uno de los puntos más interesantes de la carrera. La imagen de un Bardet exhausto, incapaz de mantenerse en pie sobre los pedales, ha sido a mi entender uno de los momentos más "memorables" de este Tour tan poco dado a imágenes a recordar. En ella no sólo perdió la segunda plaza frente a Urán, algo más que previsible, sino que estuvo a punto de sucumbir frente a Landa. Sin embargo, el vitoriano comenzó la bajada con bastante tranquilidad, como si la cosa no fuese con él, mientras que el francés, con más panache, se lanzaba con las últimas reservas a defender lo que parecía una derrota inminente.



O: Omertà

Se lleva diciendo un tiempo que Stefan Küng es el heredero natural de Cancellara. Quizá lo sea como rodador, pero hay algo que los separa irremediablemente: si Cancellara era uno de los principales capi mafiosi del pelotón, quizá el capo di tutti i capi, muy dado a parar o acelerar la marcha del pelotón según su propio interés, Küng es uno de esos bobalicones que se pliega sin rechistar a los imperativos de la omertà. Según las palabras de Arribas (siempre a poner entre paréntesis su fiabilidad), el bueno de Küng aceptó de buen grado que se le impidiese atacar, al considerársele demasiado bueno para hacerlo. Eso es la omertà, que no solo obliga a callar sobre determinadas cosas, sino que impone también leyes severas a los que se mueven sin el consentimiento de los que cortan el bacalao.

¿Quiénes son estos? Pues en la primera semana fueron los Quick Step (Vermote, Gilbert, Bauer y demás), acompañados en función de mamporreros por Lotto - Soudal y Katusha. Todos ellos actuando bajo la mirada vigilante de los Sky, los auténticos capi. Sin Stannard pero con Rowe en plan gorila de discoteca.  ¿Quién tenía permiso de atacar? Los invitados a la fiesta, claro está, las cenicientas, Fortuneo y Wanty. Los demás no. De este modo se vio el espectáculo bochornoso de escapadas que se formaban nada más se daba el banderazo de salida, sin apenas oposición. Los demás sabían cuál era su sitio. Ver, oír y callar. Sólo Bodnar, quizá en un alegato silencioso en favor de su líder expulsado, rompió la monotonía, con una ataque casi victorioso. Al menos, el voluntarioso polaco se llevó el triunfo de su vida en la crono de Marsella.


P: Porte

El desafortunado australiano se presentaba al Tour en el que parecía el estado de forma de su vida. En la Dauphiné se había subido a las barbas de su antiguo líder Froome, sin llevarse aún así la victoria final por una de esas conjunciones de decisiones desafortunadas, despistes y desgracias tan habituales en su trayectoria. El buen resultado en la crono de Düsseldorf auguraba un duelo entre Froome y Porte, pero la trayectoria del tasmano en este Tour no duró mucho más. Tuvo su final en el revirado descenso del Mont du Chat, en una durísima caída que puso los pelos de punta a los espectadores.

Sin duda las caídas en esa etapa determinaron la carrera. En el descenso del Col de la Biche, más difícil que el Mont du Chat, se fueron al suelo Thomas y Majka, en buena forma ambos. Estos abandonos se unieron a los de Valverde y Ion Izagirre en la crono de Düsseldorf. La primera semana dejaba su habitual dosis de bajas, sin haberse producido las consabidas montoneras.

Q: Quintana

Para el colombiano y sus forofos la temporada estaba marcada por el reto del doblete Giro-Tour. Lo que se presumía un paseo triunfal por Italia se convirtió en un suplicio en el que el colombiano tuvo que dar el máximo, además de sufrir la humillación de perder la maglia rosa el último día. El Tour se preveía su desquite, cuando ha sido en realidad su descalabro total. El de él y el de su equipo, que ha rendido en un tono bajísimo muy impropio de los monjes. La caída de Valverde, un Valverde que podría haber estado perfectamente peleando por la general, dejaba al equipo navarro un tanto desamparado sin su habitual bicefalia. El rendimiento comenzó a partir de ese momento a ser decepcionante. Nadie ha andando en Movistar, ni Castroviejo, ni Herrada, ni Amador, ni mucho menos Quintana. Todos han sido sombras. Luego se dirá que el colombiano estaba enfermo, cuando es bien patente que nadie ha andado en Movistar, por extrañas razones. 

R: Rodez

Rodez, o cómo una etapa con un último kilómetro en repecho es capaz de crear más diferencias que los Pirineos, ese podría ser el subtítulo de esta entrada.  Por primera vez en el reinado de Sky, iniciado en 2012, habían perdido el liderato en Peyragudes. En una jugada del destino, Froome había perdido unos segunditos que le alejaban del amarillo en el mismo lugar en el que en 2012 había humillado a su líder Wiggins.

Sin embargo en Rodez, una llegada que ya marcó en 2015 el inicio del nuevo Van Avermaet, Froome iba a recuperar lo perdido. Poco antes del último kilómetro se vio al líder Aru muy retrasado, aislado y con mala cara (esa sonrisa torcida que se le pone cuando va cascado). Froome, guiado por Kwiatkowski, se colocó en la parte delantera en el momento en que el pelotón se partió en pedazos. Urán y Bardet, bastante atentos, entraron con él. No así Quintana, Landa y Contador, que se dejaron unos valiosos segundos. Y sobre todo Aru, que perdía en una etapa aparentemente intrascendente el liderato en favor de Froome, que ya no lo iba a ceder más.



S: Sky

¿Qué decir de la máquina asfaltadora? Este año han ido de blanco, por aquello de acojonar menos, pero su dominio ha seguido siendo el mismo. Está claro que Brailsford deja un año en maceración sus nuevos fichajes, que al segundo año rinden mejor que vinos viejos. Así ha sido con Kwiatkowski, así ha sido con Landa...pero incluso así fue con Wiggins. Este año no han necesitado a Poels, ni siquiera a Thomas, accidentado en la primera semana. Con Kwiatkowski se han bastado y sobrado.

El polaco ha rendido hasta la extenuación, subiendo, bajando, llaneando, en un rol parecido al de Thomas en 2015 y Poels en 2016. Pero por si faltara poco, Sky ha contado con Landa como electrón libre, sin necesidad de sacrificarse, sino más bien con la posibilidad de aprovecharse de la situación propiciada por un dominio aplastante, sin contestación posible.

Salvo el breve intervalo de Aru, han llevado el maillot amarillo todos los días. Han decidido quién se escapaba y quién no. Se han llevado la clasificación por equipos. Casi cuelan a un segundo corredor en el podio. Bien es cierto que Froome ya no revienta todo en la primera etapa de montaña, a lo Armstrong, porque eso huele muy mal. Pero la tiranía continua.

T: Tail wind

La ascensión más rápida de la historia al Izoard, como bien recoge Mihai Cazacu. Un récord rebajado en dos minutos, nada menos. Está claro que los récords de subidas deben interpretarse en su contexto, no como datos aislados: el viento, la dureza previa de la etapa, la competitividad de ese día, el orden en el que se encuentra el puerto en la etapa, el orden en el que se encuentra la etapa dentro de la gran vuelta, son todas ellas variables a considerar. Pero dos minutos son muchos minutos. Bien es cierto que nunca el Izoard se ha disputado como final de etapa, con lo cual es lógico que haya más ataques para ganar la etapa o al menos más interés en subir rápido. Sin embargo, su disposición al final de etapa también contribuye a que se suba con más cansancio acumulado.

¿Cuál es la razón que hay detrás de este espeluznante récord? Küng se lo comentó al propio Mihai Cazacu: tail wind. Ese viento de cola que lleva soplando todo el año y que ha propiciado la subida espectacular al Poggio o el récord de velocidad en la París-Roubaix. El maldito tail wind...

U: Urán

Que levante la mano el primero que se esperaba este resultado de Urán. Tras dos temporadas de ausencia en la lucha por las generales, nadie esperaba nada del colombiano, que finalmente se ha hecho con la segunda plaza demostrando mucha fuerza y concentración pero no atacando jamás. Se ha limitado a seguir los dictados del chuparruedismo, que Meintjes y Simon Yates han llevado a su máxima expresión.

El colombiano es un corredor que en general me gusta, pues es todoterreno, se defiende en pruebas de un día, brilla en muchos terrenos. En este Tour ha seguido una táctica muy conservadora, que le ha reportado el fruto del podio, a lo máximo que aspiraba. Se ha llevado además la dura y accidentada etapa de Chambery, con un sprint "a piñón fijo" contra Barguil. Ha estado atento siempre a la rueda de Froome, en Rodez, en el Izoard. Pero su presencia en el podio es la confirmación de que, si bien las diferencias han sido exiguas, Froome no se ha visto prácticamente intimidado en ningún momento.  

V: Ventolinazo

Las imágenes no engañan y parte de la épica de los ataques de Contador se ha construido a base de inhalaciones. Al menos eso se vio en el Galibier, en el que el madrileño recurrió a no sólo una, sino a dos inhalaciones ante las cámaras, pensando que Pauwels, que comandaba el grupo, se interponía entre la cámara y él, ocultando de este modo ese secreto truquillo de última hora. Un ventolinazo en toda regla, para el que Contador seguro que tiene su consabido TUE, y que sin embargo no le permitió seguir el ritmo de Roglic hacia la cima del Galibier.

W: Warren

Otro ciclista recuperado, como en parte Urán, es Warren Barguil, el tercer francés de la generación de 1990 (al segundo, Pinot, sólo se le ha visto en la cola, en un rendimiento todavía peor que el de Quintana). Barguil, con su voz atiplada y sus piernas finas, se ha convertido en el nuevo Virenque de la afición. Un típico corredor mimado por la afición, capaz de levantarse de las derrotas amargas y llevarse dos triunfos, uno de ellos en el mítico Izoard.

En Chambery, la etapa "italiana" preparada por la organización, Barguil fue en todo momento delante, siendo alcanzado por el grupo de favoritos. Después de recuperar fuerzas, Barguil lanzó el sprint, creyendo haber rebasado a Urán, que le ganó por nada. Se desquitó de esta pequeña humillación en la etapa de Foix, marchándose en un cuarteto de lujo con Contador, Quintana y Landa, a los que batió sin mucho esfuerzo al sprint. Finalmente dejó a sus rivales boquiabiertos con su ascensión al Izoard.  Estas han sido sus demostraciones. Lo que me cuesta más de entender es que le hayan otorgado el premio de la combatividad en detrimento de De Gendt. Ahí ha primado la nacionalidad.



Z: Zubeldia e Irizar.

Con su mala sombra habitual, Delgado y De Andrés se divierten mucho el último día nombrado a aquellos ciclistas "que no han venido", los que no han aparecido en todo el Tour por ir agazapados en el pelotón, o simplemente por ir con lo justo. Nombraron muchos, de variados países, excepto, claro está, a Zubeldia e Irizar, enrolados en el equipo Trek de Contador.

De todas formas, Contador no podrá esta vez quejarse de equipo, pues ha contado con un buen grupo de corredores que le han ayudado en todo momento: Mollema, Pantano, Gogl e incluso Degenkolb. No así André Cardoso, que se quedó en casa por un arcaico positivo por EPO.  Además, no ha tenido la incordiante presencia de un jefe como Oleg Tinkoff, con sus particulares meadas fuera de tiesto.

Sin embargo, ha contado con dos rémoras, no una sino dos, un poco para recordar la presencia de su añorado Jesús Hernández: Markel Irizar y Haimar Zubeldia. El encuentro entre Zubeldia y Contador era de los esperados. Volvían a verse las caras desde aquel Astana de 2009, en el que el guipuzcoano optó por Armstrong. Ha vuelto a hacer lo mismo que en toda su larguísima trayectoria ciclista: luchar por su posición individual, aunque sea la trigésimo octava. En realidad se le puede perdonar,  está muy mayor para cambiar a estas alturas. Por su parte, a Irizar tampoco se le ha visto. Pero como es muy simpático no entra en la lista de Delgado y De Andrés.