domingo, 1 de junio de 2014

VAL MARTELLO, QUINTANA Y EL QUEBRANTAMIENTO DE LOS DOGMAS UNZUÍSTICOS

Puede decirse ya: Nairo Quintana ha ganado el Giro de 2014. Lo ha ganado sin aparente esfuerzo, sin alterar en ningún momento su rictus imperturbable de cerámica mochica. Tan solo ha necesitado dos etapas, la de Val Martello y la cronoescalada del Monte Grappa, para decantar la carrera a su favor; el resto del tiempo ha chupado rueda, excusándose con estar malito.

Nairo de rosa: entre E.T. y la cerámica moche.


Este ha sido el Giro, en definitiva. Una carrera un tanto decepcionante, con un prólogo irlandés innecesario, con un plantón en Bari, demasiadas etapas para Bouhanni y un final bochornoso en el Zoncolan a causa de bastantes aficionados imbéciles. En realidad, las cuatro últimas ediciones del Giro han sido un poco descafeinadas. La del 2011 marcada por la tragedia de Weylandt, la supresión del Monte Crostis y el dominio excesivo de Contador, posteriormente descalificado. El Giro de 2012 solo la salvó el etapón que se marcó De Gendt en el Stelvio, pues el duelo entre Hesjedal y Purito fue bastante ridículo, de ataquitos de último kilómetro. La edición del 2013 tuvo el nada desdeñable aliciente de ver sufrir a Wiggins en la lluvia, pero la nieve obligó a anular etapas y cambiar recorridos. Tampoco Nibali encontró un rival a su altura. Y esta edición estará marcada por la innecesaria polémica del descenso del Stelvio.

Por mucho que aireen la polémica, la etapa de Val Martello ha salvado esta edición del Giro, y quizá debamos agradecérselo todo a Pierre Rolland y Ryder Hesjedal, los valientes de la jornada. Además, durante la etapa Quintana quebrantó dos dogmas unzuísticos: el fair play y el apaño "para ti la etapa y para mí la general". Empecemos por el principio: la etapa se presentaba interesantísima, con el ascenso encadenado a dos colosos como el Gavia y el Stelvio. La dirección de carrera no estaba dispuesta a anular de nuevo la etapa como el año pasado, y tenía previsto ascender los dos puertos lloviese, nevase o tronase. Por su parte, el pelotón ya había gastado su cartucho huelguístico en la etapa de Bari. En esta etapa, la primera tras la excursión irlandesa, el pelotón, controlado por corredores del norte y australianos del "nuevo ciclismo", se había negado a disputar la carrera hasta la última vuelta. En la capital pugliense el piso estaba muy resbaladizo, pero el plante ocultaba más bien el congénito desprecio que sienten los norteños, mayoría en el pelotón, a correr en el subdesarrollado sur. Por tanto, agotada la posibilidad del plante, se iba a cumplir lo que estableciese la dirección de carrera. 

Dario Cataldo coronó el Stelvio, y se preveía un descenso difícil debido a la incipiente nevada en la cima, la falta de visibilidad y el frío. Entonces entraron en juego las "redes sociales". En twitter se anunciaba la neutralización del descenso del Stelvio, mientras que por radiocorsa se establecía la señalización de la mejor trazada por parte de unas motos con banderines rojos durante los primeros tornanti del descenso, sin hablar en ningún caso de neutralización. Resultado: caos. Algunos equipos se tomaron el descenso con calma, otros en cambio bajaron más rápido. En el grupo de favoritos, Rolland, Hesjedal, Quintana y Gorka Izaguirre se adelantaron. Urán bajaba con excesiva calma. En el grupo delantero habían desaparecido los Omega Pharma - Quick Step, también los Astana, los equipos que se quejarían posteriormente de tongo. Nadie detuvo a Cataldo ni a los dos Ag2r que marchaban escapados. No hubo neutralización en ningún momento, si se entiende por neutralización lo que siempre se ha entendido en ciclismo: parar la carrera, reagrupar a los corredores, y retomar la salida dando ventaja a los escapados. El twitter de la neutralización se había borrado.   



Quintana - y el propio Unzúe - quebrantaban su primer tabú: el que obliga a esperar. Muchos recordamos la actitud de su equipo en el Tour de 2010, en la etapa que terminaba en Lieja, cuando cayeron Andy Schleck y Contador. José Iván Gutiérrez y Fabian Cancellara actuaron como mafiosos del pelotón y obligaron al Rabobank de Menchov a dejar de tirar en cabeza de grupo. Resultado final: Denis Menchov perdió un Tour que debería haber ganado. Ahora, con la lección aprendida debido a los despistes/fracasos de Valverde en la Vuelta de 2012 y el Tour de 2013, Movistar pasaba al ataque mandando a hacer puñetas el fair play. Es éste un concepto importado al ciclismo de forma artificial. Un fair play que reclamaba Oleg Tynkoff, uno de los directores deportivos más combativos al terminar la etapa. Un fair play que luego su pupilo Michael Rogers no ha respetado en absoluto en la subida al Zoncolan, donde ni se le pasó por la cabeza esperar a Bongiorno, el corredor del Bardiani que marchaba con él y que fue desequilibrado por el empujón de un espectador. Un fair play que, como siempre, se invoca según interés. 



Al iniciar la subida a Val Martello, el grupo de Quintana, Rolland y Hesjedal sacaba al grupo de Urán, la maglia rosa, apenas un minuto y medio. Como es habitual en el francés, explotó sin haber dado signos aparentes de fatiga hasta el momento. Solo el achepado canadiense parecía poder seguir el ritmo de Quintana, que avanzaba por las cuestas con su rictus impenetrable, balanceando la cabeza como un pequeño E.T. embutido en un mono azul. En un descansillo antes del infernal último kilómetro, Hesjedal y Quintana parecían dialogar. Ya parecía clara la consabida componenda unzuística, que se remonta a los tiempos de Indurain, y que se resumen en el motto "para ti la etapa, para mí la general". Una componenda que, todo hay que decirlo, desvirtua como pocas otras cosas la competición, pero que en su momento, en los años de la miguelónmanía, era aplaudida por todos como sinónimo de estrategia y caballerosidad. Pero Quintana quebrantó este segundo tabú, más enraizado todavía que el primero. Quintana se llevó la etapa y Urán acabó dejándose cuatro minutos y once segundos, es decir, perdió con su compatriota al menos tres minutos en la subida.



Esta etapa ha salvado al Giro, y ha confirmado definitivamente el nacimiento de un corredor excepcional en montaña, y además listo. Un corredor que sabe chupar rueda siguiendo el mejor estilo colombiano, pero que también sabe asumir riesgos en las bajadas, y lanzar ataques lejanos. Un colombiano ganador que no se limita a recoger las migajas de las victorias en los finales en alto. Aunque de nuevo la etapa decisiva vino precedida de un día de descanso, como la de Fuente Dé en la Vuelta de 2012.

Al finalizar la etapa llovieron las críticas, principalmente y como es habitual, de los principales damnificados. Lefevere llegó a afirmar que la organización le había quitado el Giro a Urán para dárselo a Quintana. Al menos no entonó el cántico de la seguridad, pues hubiese sido bastante incoherente viniendo del director más centrado en la París-Roubaix, esa carrera en la que los ciclistas siempre se dejan alguna clavícula e incluso alguna rótula por el camino.  Todo tenía la pinta de una pataleta, amparada en las fallos y experimentos raros (motos con banderitas) de la organización. Entre los que perdieron tiempo, Pozzivivo y los Ag2r reconocieron que bajaron todo lo rápido que pudieron; otros al parecer se pararon, o dijeron que se pararon, como los del Astana.  Al menos en las siguientes etapas, dada la superioridad de Quintana en montaña, se irían acallando las voces críticas.

Pero aplacada la polémica, este Giro no se ha salvado de una sensación continua de casino. El remate se vivió ayer, en una subida vergonzante al monte Zoncolan.  No solo por los imbéciles que corren al lado de los corredores, les tocan, les empujan, se hacen selfies con ellos a riesgo de desestabilizarles, sino principalmente debido a la ausencia total de policía en la subida. Lo más lamentable fue la presencia de la protección civil y una especie de guardia forestal en el último kilómetro, bien alineados para ver la carrera desde un lugar privilegiado, como si así se quisiese obviar el desmadre anterior. Este tipo de subidas "de cuesta de cabras" solo atraen al público más idiota del planeta, que ve aquí una oportunidad de correr más tiempo al lado de los corredores, y más de algún organizador se debería cuestionar si realmente aportan algo. Al menos subidas como el Stelvio y el Gavia ahuyentan al aficionado que está más pendiente de salir en la tele que de los corredores.

El imbécil del día