jueves, 14 de junio de 2012

SE EMPIEZA A BARRER...

Antes lo digo y antes sucede.  En la anterior entrada del blog hablaba de la necesidad de la limpieza en profundidad que requiere el ciclismo, a fin de despojarlo de toda la podredumbre acumulada desde años atrás. Precisamente esta misma mañana hemos podido leer en los periódicos las serias acusaciones de la USADA a las que tendrá que hacer frente Lance Armstrong y su entorno. Ya no se trata de una investigación periodística, fácilmente refutable: Armstrong se enfrenta a cargos muy serios, sólidamente argumentados a buen seguro. 

Se acusa al máximo vencedor del Tour de Francia y a cinco "colaboradores": Johan Bruyneel, su director deportivo en US postal (1998 - 2004), Discovery Channel (2005), Astana (2009) y Radioshack (2011), ex-ciclista bajo las órdenes de Manolo Sáiz (más conocido, tras la Operación Puerto, como "el gordo"), y director entre 2007 y 2009 de Alberto Contador; Michele Ferrari, médico de Lance Armstrong y por desgracia de muchos más ciclistas, púpilo aventajado del doctor Conconi; Luis García del Moral, médico del Us Postal entre 1999 y 2003; Pedro Celaya, médico de los equipos de Bruyneel entre 1997 y 1998, y entre 2004 y 2007, y actualmente médico del Radioshack; y Pepe Martí, entrenador de los equipos de Bruyneel desde 1999 a 2007, y en Astana desde 2008. Al parecer, Armstrong y los otros cinco se enfrentan a los cargos de uso de sustancias y prácticas dopantes (Epo, transfusiones sanguíneas, corticoides, testosterona, hormona de crecimiento...), tráfico con dichas sustancias y coacción e instigación al dopaje. 

De arriba abajo: Lance Armstrong, Pedro Celaya, Pepe Martí (con corredores del Astana en 2010), Johan Bruyneel, Luis García del Moral (en el centro) y Michele Ferrari.

Personalmente, no me creo las alegaciones de Armstrong, fundamentadas en el hecho de que tales acusaciones se basan en los testimonios de los "resentidos" Hamilton y Landis. Parece ser que la USADA no solo se basa en los "testimonios orales" sino también en el análisis de los valores sanguíneos del tejano en los años de su reaparición (2009 a enero de 2011), años en los que algunos laboratorios ya disponían de medios para detectar valores sanguíneos anormales, así como la presencia de Epo en la sangre. Y por otro lado, los sistemas corruptos suelen caer desde dentro, cuando alguien tiene el valor de "cantar", o simplemente por desesperación se ve empujado a ello. No es que me alegre de que tengan lugar noticias así, pero sin duda prefiero que todo salga a la luz y que los culpables lo paguen, a que sigan imperando la omertà, el fraude y la hipocresía, tan nocivas para el ciclismo. 

Ojalá se airee todo y caiga quien tenga que caer, hasta el último responsable: aunque si se hubiesen hecho bien las cosas, esto no pasaría. En 1998, cuando saltó a la luz el escándalo del Festina en pleno Tour, por todas partes se intentó echar tierra sobre el asunto: cabe recordar que los equipos españoles, apoyados por algunos medios periodísticos, lanzaron una campaña contra la organización del Tour y contra Francia ("nos persiguen", "quieren acabar con el ciclismo..."), cuando hoy se sabe que más de uno tenía trapos sucios que ocultar (de ahí la espantada de la última semana, en la que se retiraron los equipos españoles de forma masiva, aduciendo patrioterismos estúpidos). Por otro lado, si aquel año los organizadores del Tour hubiesen anulado la carrera a tiempo, no empeñándose a todo costa en que llegase a París, quizá las cosas hoy fuesen distintas. Al año siguiente reapereció Armstrong tras su cáncer, y volvió renacido, reconvertido en corredor de grandes vueltas: rodador y escalador a la par, como los grandes del pasado. Y de doping ya no habló ni dios en siete años. 

Tras retirarse Armstrong en la cima de su gloria en 2005, volvieron a destaparse casos. Los rivales de Armstrong, los denominados por él mismo como sucesores en el podio de París en 2005 (Ullrich y Basso), se vieron de lleno salpicados por la Operación Puerto. Tal operación fue otra oportunidad perdida, en parte por la inoperancia española. Por un lado, no se llegó a esclarecer al 100% la magnitud de la trama fraudulenta,  y por otro lado, de nuevo los organizadores del Tour decidieron iniciar la carrera con todo en contra. Se impidió salir a Liberty y Kelme, a Basso y a Ullrich, y aquí no ha pasado nada. En la clasificación general final (previa descalificación de Landis), los equipos con algún implicado en la Operación Puerto, obtuvieron los siguientes resultados: 1º Landis (de Phonack, con Quique Gutiérrez implicado), 2º Pereiro (de Caisse d'epargne, con Valverde y Zaballa implicados), 3º Klöden y 10º Michael Rogers (de T-Mobile, con Ullrich y Sevilla implicados), 4º Sastre (de CSC, con Basso implicado), 7º Cyril Dessel y 8º Christophe Moreau (ambos de Ag2r, con Mancebo implicado)...Estos equipos, junto con Liberty y Kelme, eran los únicos con ciclistas implicados. En su momento, me hubiese parecido lo más oportuno que ningún equipo con algún implicado hubiese participado: pero no fue así, prevaleció el interés económico antes que el deportivo. La experiencia y el sentido común nos dicen que un ciclista nunca se dopa sin el consentimiento/conocimiento/instigación de su director deportivo. 

En 2007 y 2008 las cosas se hicieron con más celo. En plena batalla entre la UCI y ASO, la lucha contra el dopaje se convirtió en un arma arrojadiza, y cada organización intentó demostrar que era ella la que realmente luchaba contra esa lacra. En un periodo con Armstrong fuera de los pelotones, por otro lado. En 2007 cayeron Vinokourov, Mayo, Moreni y... Rasmussen, líder de la carrera (pero Bruyneel hizo 1º y 2º con Contador y Leipheimer). Y en 2008, con la Agencia Francesa Antidopaje al mando de los cotroles en el Tour, cayeron Manolo Beltrán (ex-gregario de Armstrong), Moisés Dueñas, Ricardo Riccò, Leonardo Piepoli, Bernard Kohl, Stefan Schumacher y Dimitry Fofonov. Pero en 2009 volvió Armtrong tras su retirada, y al menos en el Tour no volvió a hablarse de dopaje...hasta octubre de 2010, con el famoso solomillo de Irún y con Armtrong en proceso de retirada. 

A la vista de lo dicho, la presencia de Armstrong en el pelotón ha sido sinónimo de omertà y curiosa inexistancia de casos positivos. La lucha contra el dopaje se ha desarrollado en el breve periodo de la primera retirada de Armstrong (de 2006 a 2009). También podemos deducir otra triste realidad: prácticamente la mayoría de las clasificación generales finales de las ediciones del Tour de Francia desde 1998 hasta nuestros días están en entredicho; y de antes no se sabe nada, porque no existían los medios para saberlo. Pero si la investigación iniciada en Estados Unidos sirve para renovar las estructuras del ciclismo, y para depurar responsabilidades por primera vez entre médicos y directores deportivos, bienvenida sea.

martes, 12 de junio de 2012

LA CASA POR BARRER

El Tour de Francia está a la vuelta de la esquina, como quien dice, y yo sigo asustado, y en parte asqueado, por el rendimiento del equipo británico Sky en el reciente Criterium de Dauphiné. No tengo nada contra los británicos, en realidad me da igual si nos devuelven el peñón o si se lo quedan de recuerdo. Mi disconformidad no viene motivada por patrioterismos. Estoy asustado por un rendimiento demasiado espectacular, demasiado bueno, de todos los corredores del equipo (en la clasificación general, cuatro en los diez primeros: 1º Wiggins, 2º Rogers, 4º Froome, 9º Porte; a lo que se suman exhibiciones en montaña de Hagen). Y estoy asqueado porque no me lo creo. 


El Sky presenta una de las equipaciones más elegantes del pelotón. Pero los británicos se han propuesto no ser tan solo los mejores en cuestiones de moda.

Los que seguimos habitualmente el ciclismo desconfiamos de estas "grandes prestaciones". La experiencia nos empuja a ello, pues desde 1998 dejamos atrás la edad de la inocencia, y todavía más desde 2006. Si se sigue un poco la trayectoria de ciertos corredores, uno puede darse cuenta de saltos de calidad excepcionales al fichar por ciertos equipos. Por ejemplo, en el caso de Wiggins, su salto de calidad vino al fichar por Garmin en 2009. Hasta el momento había sido un excelente pistard, que en sus incursiones en la carretera intentaba fugas desesperadas en solitario, como en la primera seamana del Tour de 2007, que discurrió por tierras inglesas. En 2008 arrasó en su especialidad en los J.J.O.O. de Pekín. Pero en el Tour de 2009 descubrimos también que disponía de unas excelentes dotes de escalador (quedó cuarto tras Contador, Andy Schleck y Armstrong). La versión Wiggins.12 es mucho mejor: ahora domina en todos los terrenos, incluso el sprint. Este año lleva ganadas París - Niza, Tour de Romandía y Criterium de Dauphiné. Le queda el Tour.

Bradley Wiggins en su postura natural: la de contrarrelojista. Lo que ya es "anormal" es su invulnerabilidad en montaña.

Su gregario Chris Froome no se queda atrás. Aunque es todavía joven (lo que le permite cierto margen de duda), sus primeros resultados en las grandes vueltas no dejaban intuir sus cualidades de corredor de grandes vueltas. Algunos lo conocíamos de su etapa en Barloworld, cuando se convirtió en el primer corredor keniata en correr una gran ronda (en el Tour de 2008, en el que acabó en el puesto 81º). El año pasado, con la nacionalidad británica, casi vence la Vuelta ante un renacido Cobo (de la escuela Matxin). Fue todo un duelo de marionetas, con molinillo incluido: en Peña Cabarga se vivieron momentos espectaculares...pero que dejaban cierto regusto amargo. A Cobo y Matxin ya se les conocía como dos tramposetes más del oficio. Pero con el sky se demostraba que la "tecnología" aplicada a los últimos éxitos británicos de la pista estaba empezando a dar sus réditos en la carretera: 2º Froome, 3º Wiggins. Todo preparadito para dar la campanada en el año London 2012. 

Chris Froome en la contrarreloj de Salamanca de la Vuelta 2011. Froome hizo mejor tiempo que Wiggins, y peleó con Cobo en montaña. ¿Le nouveau Eddy?

Las grandes demostraciones de fuerza por parte de un equipo suelen destilar cierto tufillo a farmacopea bastante sospechoso. Pueden darse de varias formas: o en forma de triplete, o en forma de "recambio inagotable". Estos fenómenos se han dado con bastante asiduidad desde 1990. Ahí están los tripletes del Gewiss - Ballan en la Flecha Valona de 1994 (Argentin, Berzin y Furlan), o los de Patrick Lefevere en Roubaix : con Mapei en 1996 (Museeuw, Bortolami y Tafi ) y 1998 (Ballerini, Peeters y Steels); con Domo - Farm Frites en 2001 (Knaven, Museeuw y Vainsteins).

Leyendas de la edad de oro: Riccò y Piepoli en las Tre Cime di Lavaredo, en el Giro del 2008. Aquel Saunier Duval  erade ensueño, con estrellas como  Mayo, Simoni, Cobo, Martín Perdiguero, Gómez Marchante, Millar; y con algo más. En Saunier Duval recaló Purito, después de sus años de aprendizaje con "el gordo"...

El "recambio inagotable" también suele ser otro indicio. Con este apelativo pretendo referirme a aquellos equipos que encuentran cada año un líder distinto para una gran vuelta; se trata de equipos pequeños, que suelen perder a su figura destacada al ser fichada por algún equipo de más presupuesto, pero que se las arreglan para conseguir un líder alternativo. Y la habilidad de médicos y directores llega a tal punto que son capaces de conseguir un sustituto que sustituya incluso al sustituto del sustituto. El caso paradigmático es el del Kelme de principios de siglo: en 2000 ganaron la Vuelta con Heras; en 2001, con Heras en US postal, encontraron a Óscar Sevilla, que hizo segundo; en 2002 la cosa fue todavía más "espectacular": se disputaron la victoria Óscar Sevilla y Aitor González. Y en 2003 encontraron un recambio de Aitor González (que se fue al Fassa Bortolo) en Alejandro Valverde. Valv.piti. Y ojo, mientras tanto Santiago Botero hacía de las suyas en el Tour. Algo semejante ocurrió en la ONCE de "El Gordo", que tras probarlo en la Vuelta con Olano, Igor González de Galdeano y Joseba Beloki, encontró un recambio perfecto en la Vuelta de 2003 en Isidrio Nozal. O el Garmin de Jonathan Vaughters, que logró colocar a Christian Vandevelde 4º en  el Tour de 2008, al mentado Wiggins 4º en 2009 y al ahora famosísimo (pero con pasado "oscuro" en US postal y Phonack) Ryder Hesjedal, 6º en 2010.  

Ryder Hesjedal aprendiendo en sus años de Phonack. Una auténtica banda: Botero (tras Hesjedal en la foto), Camenzind, Sevilla, Quique Gutiérrez, Santi Pérez, Pereiro, Santos González, Martín Perdiguero, Tyler Hamilton, Floyd Landis...a las órdenes de Pino, Juan Fernández, John Lelangue y Tony Rominger. Tooooodo transparencia.

En los últimos años, los casos que han salido a la luz han sido, fundamentalmente, los de equipos con prácticas ilícitas algo chapuceras, que acababan por descubrirse: el Kelme de Belda, la ONCE de "El gordo", el Saunier Duval de Matxin, el Gerolsteiner de Holczer, el supersónico Phonack de 2004 - 06, el Telekom de Pevenage-Godefroot...Otros son de los que se barruntaba y se barrunta, pero no ha logrado probarse poco o nada: el Us Postal de los años dorados de Armstrong - Bruyneel, el High Road, ex-T-Mobile, de Bob Stapleton (con Cavendish, Hagen, Velits, Eisel, Greipel y compañía), o el CSC - Saxo Bank de Bjarne Riis. 

El profesor Hans-Michael Holczer con sus pupilos Rebellin y Schumacher.

Bjarne Riis en su etapa del Gewiss, en 1994. Cumplió el sueño de cenicienta del ciclismo: de gregario anónimo y gris, a líder indiscutible, rocoso e imbatible. ¿Precedente de Froome?

Para el bien del ciclismo, es necesaria otra limpieza. Es extraño que ciclistas que vuelven de una sanción sean mejores ahora que antes. Es vergonzoso que se descubra que un ciclista compra a otro para que le ceda una victoria, y no pase nada (Vinokourov en la Lieja de 2010). Es vergonzoso que haya equipos con una interminable lista de positivos, y que sigan en la élite (el Katusha, con los positivos de Colom, Pfannberger, Kolobnev y Galimzyanov; o el Astana, con los de Kashechkin, Vinokourov y Contador; o el Euskaltel, con Landaluce, Astarloza y Aitor González). Es vergonzoso que no se elimine a los dopados del palmáres (Basso todavía figura como ganador del Giro 2006, y Riis como ganador del Tour 1996; Di Luca todavía es segundo en 2010 para La Gazzetta dello sport). Es vergonzoso que todavía sigan los mismos al volante (Lefevere, Martinelli...), con una larga lista de ciclistas dopados a sus espaldas, y algún que otro muerto. Es vergonzoso que la Operación Puerto se haya quedado a medias, y haya ciclistas que hayan salido de rositas (A.C., sin ir más lejos), y que otros hayan vuelto sin arrepentimiento o declaración pública al respecto, como Valverde. Es vergonzoso que cuando un ciclista da positivo, directores y médicos de su equipo digan no saber nada. Es vergonzoso que un ciclista que ha dado positivo se reconozca como único y exclusivo culpable (por omertà, o para ser de nuevo enrolado en el mismo equipo tras la sanción). Es vergonzoso que cuando un ciclista da positivo el resto de pelotón mire hacia otro lado, o incluso peor, que haya algún hipócrita ciclista retirado (implicado en su día en casos de dopaje) que le acuse  de "manchar el ciclismo".  También es vergonzoso que el ciclista dopado sea un drogadicto, y el futbolista que muere en el campo a causa de un paro cardíaco, cuando debería de gozar de una salud de hierro en plena juventud, haya sido presa de un fatídico "problema genético".

Casi deseo, por el bien de este deporte que me gusta tanto practicar y ver, que se destape un nuevo caso, uno brutal, que se lleve por delante a todos aquellos que llevan años y años en la cresta de la ola del dopaje, sin mojarse. Los directores deportivos más jóvenes ya fueron ciclistas en los años de la barra libre de EPO (los Riis, Peeters, González de Galdeano, Aldag...). Las patrocinadores exigen resultados. El dopaje se inicia en juveniles. A este deporte le sobra caspa y trampa, le sobra hipocresía: es necesario hacer limpieza ya.

viernes, 8 de junio de 2012

HEREDEROS (I)

El ciclismo, como todos los deportes, es un campo abonado para los tópicos. El tópico se caracteriza por su repetición inagotable y por ser expresado de forma indiscrimanda, a veces incluso de forma irracional. Si observamos el caso del fútbol, encontramos tópicos bastante habituales: "no hay enemigo pequeño", "el fúbtol es 11 contra 11", "un partido dura 90 minutos", o el colmo de las tautologías, "el fútbol es fútbol". El ciclismo también es prolífico en expresiones del género, coletillas que los ciclistas, al ser entrevistados tras una larga etapa o carrera, van encadenando sin ton ni son, emitiendo sonidos sin contenido y, algunas veces, sin coherencia: "no se gana hasta cruzar la última línea de meta", "he de agradecer la labor de mi equipo que me ha apoyado en todo momento", "el maillot amarillo da alas", etc. Incluso hace un tiempo, antes de 1998, se repetía un tópico bastante inquietante: "el Tour no se gana solo con spaghettis".

En este caso, quiero sacar a relucir un tópico no exclusivo del ciclismo, pero que sirve un poco para presentar el tema. Sería el siguiente: "las comparaciones son odiosas". En el ciclismo, como en la vida, las catástrofes y las depresiones derivan muchas veces de colocar el listón demasiado alto, estableciendo una comparación con un modelo demasiado excelso, inalcanzable por tanto. Rescato aquí los casos de algunos ciclistas que fueron comparados, para su desgracia, con campeones anteriores, convirtiéndose de la noche a la mañana en el foco de atención de periodistas y público. Cada gran campeón ha tenido su falso sucesor: corredores de clase indudable, que tuvieron la mala suerte de iniciar su carrera deportiva en la estela de una gran figura; corredores que tuvieron la mala suerte de recordar, en su forma de correr, en su estilo, en sus brillos de calidad, a anteriores maestros. Corredores que, ya fuese con la intención de la prensa de vender más periódicos, o debido a la propia ansia y expectación del público, deseoso siempre de nuevos éxitos, acabaron convirtiéndose en el nuevo Coppi, el nuevo Merckx o el nuevo Indurain. Estos son "los herederos".

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El primer gran campeón de la era moderna fue Fausto Coppi. Lo que al cine fue el neorrealismo de Rossellini y De Sica (y Visconti), al ciclismo lo fueron Coppi y Bartali (y Magni): el nacimiento de la modernidad. Pero ya a mediados de los cincuenta, Coppi estaba en pleno declive, deportivo y mediático: no vencía, sus números solitarios ya habían sido olvidados y, para colmo, había abandonado a su mujer y a su hijo para irse con Giulia Occhini, la dama bianca, convirtiéndose así en un adúltero a los ojos de la tradicional sociedad italiana. Entonces ya se buscó un sustituto, y el elegido fue Ercole Baldini, "l'expresso di Forlí". Baldini era fundamentalmente un rodador, un excepcional contrarrelojista, el mejor de su generación junto con Anquetil y Rivière. Pero después de su espectacular temporada de 1958 (victoria en el Giro y en el campeonato del mundo), ya no obtuvo grandes resultados, y la prensa que lo había encumbrado se cebó con él: se le acusaba de interesarse solo por "denaro e cibo" (dinero y comida). Se buscó un nuevo sucesor en Guido Carlesi, no tanto por sus resultados como por su innegable semajanza física con il campionissimo.

Fausto Coppi en el Tour de 1952.

Ercole Baldini con el jersey arco-iris. En la imagen se aprecia su fabulosa planta de contrarrelojista.

Guido Carlesi, el primer Coppino. Su espigado talle y su nariz aguileña recordaban más al mítico Fausto que sus resultados deportivos.
En 1960 Coppi murió a causa de una mal diagnosticada malaria contraida en África, y de campeón viejo y olvidado pasó a ser mito. Toda Italia lloró su muerte. La Gazzetta dello Sport necesitaba una nueva ristra de ases que aplacase el dolor de los tiffosi, pero la nueva generación no parecía cumplir las expectativas. A pesar de que Gastone Nencini venció el Tour de 1960, y Guido Carlesi logró hacer podium en 1961, en 1962 Baldini, Carlesi y Nencini desaparecieron por completo del mapa, y ningún otro italiano se vislumbraba como posible rival de Anquetil en las grandes vueltas. Carlesi, el que auguraba más esperanzas, comenzó a partir de 1962 un prematuro y agudísimo declive. Se necesitaba urgentemente una nueva figura, y en 1963 se creyó encontrarla en un jovencísimo piamontés, de pedaleo elegante y tendencia a las largas escapadas en terrenos hostiles: Italo Zilioli.

Nacido en 1941, Zilioli fue uno de los mejores corredores de su generación, sin duda una de las mejores hornadas del ciclismo italiano. Italo Zilioli compartió pelotones con Vittorio Adorni, Franco Bitossi, Michele Dancelli, Gianni Motta, Wladimiro Panizza y, sobre todo, Felice Gimondi. Su debut en profesionales fue muy prometedor, llevándose en largas escapadas toda una retahila de semiclásicas italianas. Entre ellas, el Giro dell'Appennino. Su ataque en el Passo della Bocchetta cerraba un lapso de tiempo, aparentemente vacío: en el mismo lugar Fausto Coppi había atacado en 1955 para vencer el Giro dell'Appennino, su útlima victoria en una prueba en línea. El estilo ingrávido de Zilioli y su elegancia recordaban lejanamente al de Fausto.

En el Giro, el joven Italo chocó repetidas veces contra un muro. Tras tres segundos puestos consecutivos en el Giro de Italia (1964, 1965 y 1966), y un tercero en 1969, se convirtió en una especie de Poulidor italiano. En 1965 llegó Gimondi, y en 1966 Motta, y pronto cayó en el olvido entre el gran público. Una nueva rivalidad (Gimondi - Motta), muy breve, enganchó al público italiano: revoloteando en torno a esas dos estrellas mediáticas, quedaban los Dancelli, Bitossi, el también mediático Adorni, y Zilioli. En 1970 se convirtió en gregario de lujo de Eddy Merckx en el Faemino, y en los últimos años de profesional obtuvo buenos resultados, como la Setmana Catalana de 1971, o su segundo Giro dell'Appennino en 1973. Resultados muy parcos en comparación con el futuro plagado de éxitos que la prensa había vaticinado diez años antes.

En la temporada de 1967, Zilioli y Gimondi compartían equipo, il G.S. Salvarani
Gimondi y Zilioli en equipos distintos: el bergamasco en la Salvarani, el turinés en la Ferretti. (1971)
Zilioli era uno de esos corredores siempre presentes, siempre bien clasificados, pero que encontraban dificultades para ganar. Sufría problemas de insomnio. En el Tour de 1970, en el que portó durante un tiempo el maillot amarillo, compartía habitación con Merckx. El propio Zilioli señalaba que por la noche, el campeón belga apagaba la luz e inmediatamente se dormía. En cambio él, en el breve tiempo en el que llevó el maillot de líder, al apagar la luz empezaba a darle vueltas a la cabeza, pensando en el recorrido de la etapa siguiente, en los pasos de montaña, en los ataques a los que tendría que responder...Su  incapacidad para gestionar la presión era su principal carencia frente a los grandes campeones, y en definitiva lo que se interponía entre él y la victoria. Y si bien es cierto que a veces el público puede encapricharse con algunos corredores "segundones", frenados por la mala fortuna o por campeones menos humanos (como hizo el público francés con Poulidor), no suele perdonar a aquellos que truncan sus expectativas.

En la temporada de 1970, Zilioli corrió en el equipo de Eddy Merckx, la Faemino.

Décadas después, Fausto Coppi encontraría un nuevo sucesor. En este caso, al igual que sucedió con Guido Carlesi, la semejanza con el campionissimo era ante todo física: se trataba de Franco Chioccioli, ciclista que corrió a finales de los años 80 y principios de los 90, y que tuvo su verdadera eclosión ya siendo veterano, en 1991, en un momento en el que el ciclismo italiano vivió una auténtica rinascita, propiciada por la oscura labor de doctores como Cecchini, Ferrari y Conconi.

La primera aparición de Chioccioli para el gran público fue en el Giro de 1988. Se enfundó la maglia rosa para perderla en la terrorífica decimocuarta etapa, entre Chiesa Valmalenco y Bormio: la etapa en la que il commendatore Torriani decidió que el Passo di Gavia era transitable, a pesar de que arreciaba sobre su cima una tormenta de nieve. Fue el día del descenso infernal, de los dedos congelados, de las retiradas masivas y de los ciclistas buscando desesperadamente refugio en los coches de los pocos y aventurados espectadores. En el Giro de 1991, Chioccioli reapareció por todo lo alto, acercándose más que ninguno de los anteriores a la sombra de Fausto Coppi. Con la maglia rosa a sus espaldas, distanció a sus rivales en las empinadísimas rampas del recién descubierto Passo del Mortirolo: era Coppi redivivo.

Más que un sucesor se buscaba un sosia: Coppino I (Guido Carlesi) y Coppino II (Franco Chioccioli, en la foto en el Giro de 1988, junto con Ernesto Colnago y Andy Hampsten)