viernes, 27 de abril de 2012

LA VIE EN ROSE


Queda apenas una semana para que comience el Giro de Italia. El Giro de Italia...Difícilmente puedo dejar de relacionar el Giro de Italia con los años escolares, cuando mayo anunciaba el final del curso, y ya las horas de sol alargaban y las tardes dejaban de ser depresivas. El Giro de Italia está asociado en mis neuronas a la cercanía de las tardes de junio, libres de colegio. Atrás quedaban los días nublados y la necesidad de hacer deberes; todo podía dejarse de lado un momento, el verano estaba a la vuelta de la esquina. Un verano que luego sería a veces aburrido y otras agotador, demostrando que, aunque sea paradójico, se disfruta más la promesa de libertad que la libertad en sí. El verano se esperaba como una vasta extensión de tiempo sin obligaciones, con libertad, que luego, una vez se experimentaba en carne propia, resultaba las más de las veces carente de todo encanto; en cambio, mayo tenía un punto tentador. No resulta extraño que mayo fuese el mes durante el cual los estudiantes franceses tomaron las calles en 1968; tampoco lo es que fuese el  mes en que el año pasado los jóvenes españoles hicieron lo propio. Mayo tiene la ligereza necesaria  para iniciar una revolución con el mismo estado de ánimo con el que uno inicia un juego, es decir, sin tomarse lo suficientemente en serio como para acabar convirtiendo la propia revuelta en un auténtico monstruo con vida propia.

Por tanto, la llegada del Giro es la demostración palpable de que se ha dejado atrás la temporada del trabajo, de sus obligaciones y servidumbres. Si el Giro es la carrera febril y hermosa del momento álgido de la primavera, el Tour tiene cierto componente soporífero asociado al verano. El Tour huele a piscina y a crema solar, el Tour se ve entre cabezada y cabezada, empachado de paella; del Tour hablan hasta los "futboleros" que se aburren durante la pretemporada. El Giro de Italia es distinto. Para mí es algo así como el Renacimiento. Reduciendo las cosas, podría decir que el Giro es sinónimo de Italia; pero no la Italia del berlusconismo ni de la Gomorra, sino la Italia del Sorrento de Goethe, de la Roma del Grand Tour decimonónico, de la Génova de Nietzsche; es decir, el Giro es Italia, entendiendo ésta como tierra prometida.  "Debe haber islas allá hacia el sur de las cosas / donde sufrir sea una cosa más suave..." (Exagero).

Y los Giri que más recuerdo son aquéllos, los de la infancia, en concreto los de 1993 y 1994. El Giro que comenzó en la Isola d'Elba en 1993, y el Giro que perdería Miguel Indurain frente al ruso Evgeni Berzin al año siguiente. La evocación de aquellos Giri está íntimamente ligada a la aparición de un joven atacante, alocado y medio calvo, con el maillot del Carrera - Tassoni, que se jugaba la vida en el descenso camino a Lienz, y que culminaba su obra maestra camino de Aprica:  Marco Pantani. Pero el Giro está plagado de historias, y cada generación de aficionados al ciclismo ha podido quedarse con un momento irrepetible: en la posguerra, Italia creció con el tappone de Cuneo a Pinerolo de Fausto Coppi en 1949, y la rivalidad Coppi - Bartali, y en los años de plomo, la rivalidad Moser - Saronni era la manifestación externa de la tensión interna latente. Algunos recordarán la nevada del Monte Bondone de 1956, y a Charly Gaul, completamente congelado, siendo llevado en volandas por los carabinieri; otros recordarán la nevada del Gavia del 88, y a Johan van der Velde coronando en manga corta. En mi caso, con el Giro he tenido tres enamoramientos: el primero en 1994; el segundo, diez años después, en 2004, con el duelo entre Gilberto Simoni y Damiano Cunego, ambos en el conjunto Saeco; y el tercero en 2010, in situ (el año de Arroyo y su descenso pírrico del Mortirolo).

Hagamos un repaso al Giro y sus protagonistas: 


Gino Bartali y Fausto Coppi. La Italia católica y la Italia moderna. Ocho Giri entre los dos.
El escalador luxemburgués Charly Gaul, vencedor en 1956 y 1959.

Jacques Anquetil en el Giro de 1964.
Felice Gimondi, el justo heredero del campionissimo Coppi. Vencedor de tres Giri. 


Eddy Merckx, quíntuple ganador del Giro como Alfredo Binda y Fausto Coppi.
El sueco Gösta Pettersson - Faglum, vencedor en 1971.




El belga Johan De Muynck, vencedor del Giro de 1978.Un buen escalador que alcanzó la gloria en la carrera italiana.
Giovanni Battaglin venció en 1981. Poco antes había vencido la Vuelta a España.

Francesco Moser, il Cecco, excepcional rodador, protagonista del tránsito de los 70 a los 80.
Giuseppe Saronni, il Beppe, el gran rival del anterior.
Pareja sonriente de franceses: Laurent Fignon y Bernard Hinault. Un Giro para el primero, tres para el segundo.
Roberto Visentini, vencedor del Giro de 1986, y gran derrotado en el Giro de 1987. 

El irlandés Stephen Roche venció el Giro de 1987 "traicionando" a su compañero de equipo Visentini. Ese mismo año ganaría el Tour.
El jovencísimo norteamericano Andy Hampsten, sorprendente ganador del Giro 1988.

Gianni Bugno, vencedor en 1990 vistiendo la maglia rosa de principio a fin.


Miguel Indurain, primero en 1992 y 1993, y tercero en 1994.
El joven ruso Evgeni Berzin logró derrotar a Indurain en 1994.

El veterano suizo Toni Rominger venció en 1995.

Marco Pantani en su año del doblete: 1998.

Damiano Cunego y Gilberto Simoni en 2004. Ambos protagonizaron un duro duelo dentro de la misma "squadra". La maglia rosa la acabaría llevando el primero.
El ruso Denis Menchov expresaba así su alegría al cruzar la última línea de meta en Roma, en el 2009. Poco antes había sufrido una caída.

Ivan Basso, vencedor de la edición de 2010. Este segundo Giro fue ganado sin ninguna sombra de sospecha, al contrario que sucediera en 2006.

Alberto Contador en 2008. Tras su sanción, tan solo es considerado vencedor de este Giro, no así del de 2011.

El Giro y el cine, por otro lado, también han gozado de una particular relación de amor. Ya hablé en su momento de la película de Jorgen Leth Estrellas y aguadores, crónica del Giro de 1973. Existe otro fascinante documental alemán, concebido como apéndice del de Leth, titulado Die Härteste Show der Welt, centrado en el duelo entre Fuente y Merckx en el Giro de 1974. Y existe esta otra joya, de la que he visto tan sólo algunos clips en YouTube: Totó nel Giro d'Italia, de 1948. El cómico napolitano interpreta a un misterioso participante del Giro, dotado de una sorprendente fuerza que le permite vencer sobradamente a sus rivales, entre los que se encuentran, nada más y nada menos, que Fausto Coppi, Gino Bartali, Louison Bobet, Fiorenzo Magni o Ferdi Kübler. La siguiente escena es toda una metáfora irónica de esa "cara oculta" del ciclismo de la que ya se sabía cosas entonces: la de los "suplementos". De todas formas, la película tiene cierto interés para el aficionado mitómano o acérrimo, al aparecer en ella los ciclistas más importantes del momento (un poco en el mismo estilo que aquellas películas españolas de los 50 protagonizadas por Di Stéfano o Kubala).